En la UE, votar es más que un derecho

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Después de una etapa de crecimiento y ampliación, la Unión Europea (UE) se enfrenta actualmente a una serie de desafíos tanto externos como internos sin precedentes. En este contexto la ciudadanía europea, uno de los pilares fundamentales de la Unión, es más importante que nunca para seguir disfrutando del proyecto europeo, que es un inmenso éxito social, cultural, económico y un modelo de paz y prosperidad para todo el mundo.

Hoy en día todos los ciudadanos de los países miembros de la Unión Europea añaden la ciudadanía europea a la de su país. Esto se obtiene automáticamente y conlleva una serie de derechos y responsabilidades adicionales que se encuentran consagrados en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (artículo 18) y en la Carta de los Derechos Fundamentales (capítulo V).

Los más destacados y reconocidos por la ciudadanía son los derechos de circulación y residencia en los países de la Unión Europea, la protección consular en el extranjero que nos proporciona cualquier Estado miembro y el derecho a participar en la vida política —la reflexión principal del presente texto.

Si bien éstos son importantísimos y representaron en su momento un avance sin precedentes en los derechos de los ciudadanos de la Unión, hoy en día son insuficientes y plantean muchos retos. El desarrollo y profundización de la ciudadanía europea llevaría sin duda a una Unión Europea más fuerte y próspera, pero sólo será posible si todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y responsabilidades.

La UE necesita de una verdadera Constitución y Ciudadanía Europea que reconozca los mismos derechos para todos, que respete su diversidad y que sea lo más inclusiva posible. Hace falta recuperar los valores e ideas que llevaron a la creación y construcción europea, fomentar la solidaridad entre Estados y disfrutar de una democracia representativa y participativa plena.

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En particular, los derechos de voto son insuficientes en el contexto actual. El sufragio activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo y en las elecciones municipales que representó un logro muy importante cuando se aprobó, hoy aún sigue pasando desapercibido a muchos ciudadanos. Sin información, una eficaz comunicación y la equiparación total de los derechos de voto seguiremos con bajísimas participaciones en las elecciones por parte de los ciudadanos comunitarios residentes en otro Estado miembro y con una abstención muy significativa de los que pudieron registrarse. La voz de los residentes comunitarios apenas llega al Parlamento Europeo y no llega en absoluto a los Gobiernos e instituciones de los Estados miembros.

Veamos un poco más detalladamente la situación de los residentes comunitarios en otro estado de la Unión en lo que se refiere a las elecciones al Parlamento Europeo, elecciones generales y elecciones municipales.

En las elecciones al Parlamento Europeo se puede elegir entre votar a los candidatos del país de nacionalidad o a los del país de residencia. Así, existe una forma de participar e influenciar la política desde el país de residencia, pero renunciando a hacerlo en el país de origen. Hay que tomar una decisión. Un ciudadano español en otro Estado puede decidir votar a los candidatos españoles o a los de su Estado de residencia.

Hoy por hoy, un ciudadano residente en otro Estado miembro no puede votar en las elecciones generales dónde vive, pero en algunos casos lo sigue pudiendo hacer en su país de origen por correspondencia o a través de los Consulados. Las personas que residen en el país de su nacionalidad tienen todos los derechos de voto reconocidos directamente, pero los demás no, lo que merma sus derechos. Si un ciudadano vive en otro Estado y paga allí sus impuestos no tiene forma de hacer llegar su voz al Gobierno y a las instituciones de ese Estado o región a no ser que pida la nacionalidad de ese Estado, y, sin embargo, puede seguir votando en su país dónde no reside ni paga sus impuestos. En el caso de España, los residentes comunitarios no pueden votar en las elecciones generales ni en las autonómicas, al contrario de los nacionales. Asimismo, los ciudadanos españoles residentes en otro Estado miembro no pueden votar en su país de residencia. ¿Qué sentido tiene pedir otra nacionalidad de la Unión solo para poder tener los mismos derechos que los nacionales en otro territorio o esperar que dos países bilateralmente decidan reconocerse ese derecho? ¿No se podría plantear algo similar a lo que se hace en las elecciones europeas para que los residentes permanentes en otro Estado miembro pudieran votar en las elecciones generales y autonómicas dónde viven y dónde se toman las decisiones que más les afectan? Eso sí, controlando que no pudieran votar doblemente en las elecciones europeas y en las generales en el país de residencia y en el país de origen. No tendría sentido votar por lo mismo en más de un país a la vez.

Por último, en las elecciones municipales los ciudadanos comunitarios pueden votar donde residen. Para ello tienen que registrarse. En el caso español hay que manifestar que se quiere votar en las elecciones municipales en un impreso para el efecto que también se usa para las elecciones europeas y que se tramita cuando se realiza el alta en el padrón o directamente en la Oficina del Censo Electoral. Este procedimiento es engorroso y hace pasar los ciudadanos comunitarios por un trámite confuso, con poca información y formación de los técnicos, y que ¡no existe para los nacionales! Además, si se va al Ayuntamiento y el alta en el padrón no coincide con el periodo de registro para las elecciones hay que volver a pedir cita para hacerlo más tarde, lo que lógicamente dificulta aún más el proceso. Y claro, ¡cada Ayuntamiento lo hace a su manera! No hay una estrategia de información y de comunicación común.

Si los ciudadanos de la UE pudieran votar en todas las elecciones y ser elegidos independientemente de su nacionalidad y de su residencia se lograría una igualdad efectiva de derechos: una UE de y para todos los ciudadanos. Sería un gran logro.

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Para que Europa siga creciendo hay que asegurar que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos y en este contexto, el derecho pleno de voto es fundamental. Si los ciudadanos comunitarios pudieran votar en las elecciones legislativas de los países de residencia y consiguieran influenciar de verdad esos Estados y regiones, Europa sería más fuerte y cohesionada. En el año 2018 había 17,5 millones de ciudadanos comunitarios residiendo en otro estado de la UE, un 3,4% de la población europea.

Hoy hay más, pero siguen sin poder influenciar la política nacional, algo importantísimo para que sus preocupaciones y expectativas también se vean reflejadas en los gobiernos, instituciones y en las políticas y decisiones. La solución no es pedir más nacionalidades o esperar acuerdos bilaterales entre países que reconozcan derechos de ciudadanía, pero sí hacerlo a nivel europeo y directamente para todos los ciudadanos. Hay que hacer llegar la voz de los ciudadanos comunitarios a todas las elecciones y claro, independientemente de su nacionalidad. Votar no es sólo un derecho, es una gran responsabilidad, porque votando se legitima y fortalece la democracia. Además, si los europeos influencian las políticas locales allá dónde viven Europa será más Europa, y amenazas como el nacionalismo, el populismo y el antieuropeísmo seguramente lo serán menos y no llegarán a desestabilizarla y a poner en jaque su proyecto de paz.

Joao Piroto, editor y consultor de Relocation, presidente de Europeans in Catalonia y miembro de la Antena de Portugal de Citizens pro Europe.

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