Opinión

En marcha el mecanismo de reconciliación magrebí

Pedro Canales

Pie de foto: La reunión de Ginebra abre la vía a la distensión entre Argel y Rabat

El encuentro a puerta cerrada de Ginebra, propiciado por el expresidente Alemán Horst Köhler, enviado personal del secretario general de la ONU Antonio Guterres, ha sido un primer paso firme para aplacar la tensión creciente en la región norteafricana, que comenzaba a resultar preocupante para las grandes potencias internacionales y el Consejo de seguridad de las Naciones Unidas. 

Tras semanas de incertidumbre y ambivalencias, Köhler consiguió un compromiso firme por parte de los gobiernos de Marruecos, de Argelia y de Mauritania, y el Frente Polisario, para acudir a la cita en la ciudad suiza. 

El Comunicado que sancionó el encuentro informal no habla de ninguna de las trabas encontradas hasta el presente para abordar de manera conjunta y consensual el futuro del Magreb. Dicho Comunicado, adoptado por todas las delegaciones sin restricción, no habla del “conflicto del Sahara Occidental”, ni de los “litigios fronterizos”, ni de “independencia de la excolonia española”, ni de “autodeterminación”, ni de “incuestionable soberanía marroquí del Sahara”. 

Por vez primera desde que se originó la crisis en el Magreb, de la que el conflicto del Sahara es una parte, pero no la única, las delegaciones de los gobiernos de la región y la del movimiento saharaui Frente Polisario, han puesto el acento en sus intervenciones “sobre el desarrollo actual, las cuestiones regionales y las próximas etapas del proceso político relativo al Sahara Occidental”. 

En el Comunicado se subrayan dos conceptos de importancia: la cooperación e integración regionales, y la ausencia de confrontación. Lo que traducido al lenguaje común que entienden los pueblos del Magreb, significa que el futuro está en la constitución de conjuntos cada vez mayores y no en la pulverización de la región y la formación de micro-estados, por una parte; y por otra, que no hay salida en la confrontación armada, nunca será la solución. 

Esto en lo que respecta a las declaraciones políticas, que en sí mismo no son totalmente nuevas. Ya que hacer declaraciones no cuesta nada; llevarlas a la práctica, sí. 

Pero los síntomas que hacen pensar en que este primer paso de reconciliación es irreversible, sí han sido palpables. En un primer momento, la composición de las delegaciones previstas suscitaba interrogantes, y mostraba que cada parte quería abordar el encuentro con fuerza y determinación.

Marruecos puso en la mesa la composición de su equipo, el ministro de Exteriores Nacer Burita, el jefe de los servicios de inteligencia Yassin Mansuri y tres saharauis con cargos electivos en lo que Rabat considera “las provincias del sur”. Ante ello, Argel limitaba su delegación a tres funcionarios gubernamentales subalternos. Sin embargo, un par de días antes de que se iniciase el encuentro en Ginebra, Marruecos en un gesto conciliador apartó de la delegación al jefe del espionaje, cuya presencia irritaba a los vecinos argelinos; y Argelia decidió entonces elevar el nivel de la representación, enviando al ministro de Exteriores Abdelkader Messahel. Un gesto recíproco importante que no pasó desapercibido a los analistas y a las cancillerías occidentales. La delegación mauritana, por su parte, tenía un solo representante: el ministro de Exteriores, Ismail Uld Cheij Ahmad. Es decir, que los tres países del Magreb estaban representados por sus jefes de la diplomacia, el nivel más elevado de representación gubernamental en grado de explorar las mejores vías para resolver la problemática regional. 

No fue así el caso de la delegación del Frente Polisario, dirigida por Jatri Aduh, quien en sus funciones de “presidente del parlamento saharaui” en Tinduf, es conocido únicamente por sus labores de representación en las actividades de solidaridad y ayuda que la comunidad internacional, particularmente algunas organizaciones de la sociedad civil española y numerosos ayuntamientos, muestran hacia las decenas de miles de saharauis instalados en los campamentos de refugiados en la ciudad argelina de Tinduf, atendidos por la ONU. Ha resultado sorprendente que la delegación saharaui no fuese liderada por Mohamed Salem Uld Saleck, “ministro de Exteriores del gobierno saharaui” del que no se sabe nada desde hace meses, y que no acompañó al líder del Frente Polisario Brahim Ghali en su reciente viaje a Mexico y Cuba. 

Tras el primer paso en la normalización de relaciones entre Marruecos y Argelia, con el trasfondo del onflicto del Sahara, hay la sombra del ex primer ministro marroquí Abnderramán Yussufi, que participaba horas antes de la reunión de Ginebra n un mitín del partido socialista marroquí en la localidad frontreriza de Uxda destinado a hablar de las vías del rencuentro entre los dos vecinos; así como de Lajdar Brahimi, el veterano diplomático y político argelino, ambos partidarios de llevar a la práctica el llamamiento del rey Mohamed VI a Argelia para iniciar la normalización política e institucional.