Entre el islamismo político y la laicidad en Turquía

Turquía

La conversión de Santa Sofía en mezquita muestra un conflicto latente entre los sectores laicos del país y el islamismo político liderado por el presidente Erdoğan.

La reciente conversión del museo de Santa Sofía en una mezquita muestra el enfrentamiento entre las dos almas políticas de Turquía: la lucha entre el islamismo político y los sectores laicos del país. En Europa tendemos a pensar que la laicidad del estado debe ser la normalidad dentro de una democracia, pero eso nos hace olvidar los siglos de luchas religiosas, matanzas, guerras y paces que nos han llevado hasta la actualidad. De hecho, Turquía es un estado constitucionalmente laico, pero el auge del islam político representado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP por sus siglas en turco) del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, dan cada vez más relevancia política a la religión, con la conversión del museo de Santa Sofía en una mezquita como última lucha simbólica. 

Santa Sofía de Constantinopla es una impresionante edificación que preside la no menos despampanante ciudad de Estambul. El emperador bizantino Justiniano mandó edificar la basílica de Santa Sofía de Constantinopla, que terminó de erigirse en el año 537, un espectacular monumento, sede de la autoridad eclesiástica de la iglesia ortodoxa durante siglos. Con la caída del Imperio Bizantino en 1453 ante el avance de los ejércitos turcos, la catedral acaba convirtiéndose en mezquita y Constantinopla cambiará su nombre por el de Estambul. Tan impresionante era la edificación bizantina que los arquitectos turcos extendieron el modelo arquitectónico de Santa Sofía a otras mezquitas del Imperio Otomano, siendo la Mezquita Azul de la propia Estambul una impresionante edificación que rivaliza en belleza con Santa Sofía. 

Tras la disolución del Imperio Otomano, el gran legado de Mustafa Kemal Atatürk, líder del país durante los años veinte y treinta del siglo XX, será construir las bases de la moderna Turquía y de una sociedad y un estado laico. Será el propio Atatürk quien ordene la conversión de la mezquita de Santa Sofía en un museo, con el objetivo de integrar las diferentes culturas que a lo largo de la historia han convergido en el actual estado turco. Pero durante los últimos años el renacimiento de un nacionalismo turco más agresivo, unido a la creciente fuerza del islamismo político del presidente Erdoğan, han permitido una creciente presión por transformar el monumento en mezquita. Durante los últimos años se produjeron rezos frente a la mezquita por parte de asociaciones conservadoras y en el año 2018 el presidente leyó unos versos del Corán en el entonces museo. 

En julio de 2020 el presidente Erdoğan inauguró el rezo musulmán por primera vez en 86 años en Santa Sofía. Esto ha sido posible tras el fallo de un tribunal turco, que anulaba el decreto de 1934 que convertía a Santa Sofía en un museo, dando la gestión de la mezquita a la Diyanet, que gestiona las mezquitas turcas. El edificio sigue estando abierto al público que desee visitar el monumento, salvo en las cinco oraciones diarias, aunque las impresionantes representaciones cristianas con varios siglos de antigüedad permanecerán cubiertas por unas telas, ya que el Islam prohíbe tener imágenes en los templos de culto. Este hecho tiene un poder simbólico importantísimo; si la transformación de Santa Sofía en un museo mandó un fuerte mensaje de secularización del estado, su reconversión en mezquita nos muestra la creciente influencia de la religión en el país.

Turquía

 

Atatürk y Erdoğan representan las dos corrientes en pugna en Turquía. Como indica José Albentosa Vidal en el Instituto Español de Estudios Estratégicos en su artículo “Turquía: autoritarismo, islamismo y neo-otomanismo”, Atatürk defendió una occidentalización y secularización del estado con el objetivo de modernizar a la sociedad. Promovió una serie de leyes basadas en los códigos legislativos de Francia y del Reino Unido, que propugnaron la igualdad de derechos de la mujer, la adoptando del alfabeto latino, la aplicación de cambios en las costumbres o la prohibición de la llamada a la oración en árabe. Todo esto se llevó a cabo no sin fuertes dosis de autoritarismo y resistencia por parte de la población, ya que la secularización tuvo más existo en las grandes ciudades que en el campo y las provincias, de donde llegó la reacción islámica. Los sostenes del secularismo fueron el establishment kemalista, abogados, jueces o periodistas, pero sobre todo el ejército, protagonista de cuatro golpes de estado en el pasado siglo. 

La situación empieza a cambiar en Turquía con la victoria del AKP y del primer ministro Erdoğan en 2003. Con su llegada al poder empieza un periodo de reformas y apertura con el objetivo de entrar en la Unión Europea. Pero a partir de 2007 el discurso de Erdoğan cambia, con un creciente tono islamista. Hay que tener en cuenta que mientras el Islam es una religión, el islamismo es una ideología, por lo que el partido AKP ha buscado islamizar a la sociedad para hacerla coincidir con sus valores. Comienza entonces un proceso que multiplica las mezquitas existentes en el país, crea restricciones sobre el consumo de alcohol, potencia la educación religiosa o aprueba y promueve el uso del velo, hasta entonces limitado. El principal problema que surge entonces es la creciente persecución a la libertad de prensa en el país, que se convierte en uno de los estados con mayor número de periodistas en prisión. 

El creciente poder de Erdoğan en Turquía se consolidó con el fallido intento de golpe de estado en 2016, que sirve de excusa para purgar a los confabuladores, pero también al resto de rivales políticos del mandatario. Erdoğan pasó a ocupar el puesto de presidente de Turquía en 2014, para plantear una reforma del sistema que convirtiese al país en un régimen presidencialista, que consiguió con la reforma constitucional de 2017, que amplió de forma muy relevante los poderes de la presidencia. Reelegido Erdoğan en 2018, ha consolidado su posición en el sistema político turco. 

El éxito político de Erdoğan y de su partido ha sido imparable, pero la secularización de la sociedad no ha tenido los resultados esperados por el Gobierno. Como apuntaba Andrés Mourenza en El País en su artículo “La islamización del Gobierno no cala en la sociedad turca”, el proyecto social del islamismo ha fracasado. Según una encuesta de Konda, en los últimos 10 años se ha reducido el número de religiosos (del 55% al 51%) y de devotos (del 13% al 10%), mientras que los ateos han triplicado su presencia hasta alcanzar al 5% de la población, y los que son simplemente creyentes llegan al 34%. Otros indicadores y encuestas muestran que el proyecto de islamizar Turquía no está teniendo éxito, aunque el país siga teniendo una fuerte base conservadora que apoya a Erdoğan. 

A lo largo de su historia, Santa Sofía fue edificada por los bizantinos y embellecida por los turcos, símbolo de los cristianos ortodoxos y una de las más bellas mezquitas del mundo musulmán. Su historia es rica y compleja, y refleja un mundo multicultural en el que han convivido diferentes religiones y culturas en una ciudad, Estambul, que sirve como punto de encuentro entre dos continentes. Santa Sofía no debería convertirse en el símbolo de la lucha entra el secularismo y la islamización, sino en un monumento a la diversidad del país. En juego está el futuro de Turquía. 

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