Opinión

Entre virus y bombas

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Hay semanas que no ganamos para mantener el ritmo cardíaco más adecuado para nuestro más saludable estado de salud. Pero nada parecido al sufrimiento que vuelven a padecer miles de ciudadanos sirios que se ven obligados a huir de sus hogares, en la región de Idlib, para salvar sus vidas, aunque la UE les cierra la puerta. Dejan atrás su vida, sus recuerdos, sus familiares, sus horizontes de un destino que no tenga que estar siempre condicionado por las bombas, como ocurre desde hace 9 años en Siria. No son los primeros y quien sabe si serán los últimos porque, a pesar del alto el fuego alcanzado en Moscú entre los presidentes de Rusia y Turquía, el régimen sirio de Bachar Al Asad está decidido a recuperar todo su territorio, que incluye esta zona que alberga los últimos bastiones de la oposición y de los grupos terroristas. Resulta que el ambicioso presidente turco, Recep Tayip Erdogan, considera esta región como zona de seguridad para sus intereses innegociables.

Su agresiva actitud contra las tropas sirias se ha encontrado con un grave inconveniente: Rusia prefiere salvar sus intereses con el presidente sirio antes que apoyar a su supuesto socio turco. Las relaciones entre Moscú y Ankara han tenido muchos altibajos en los últimos años y era evidente que lo que primaba por encima de todo era la pura conveniencia. Hasta el punto de que los misiles S-400 comprados por Erdogan a Putin, con enorme malestar en la OTAN, no les sirven ahora en Idlib porque los cazas rusos disponen de la tecnología precisa para evitarlos. El dirigente turco, con sesgos neo otomanos, no tuvo reparos en recurrir al aliado traicionado en Washington para pedirle misiles patriot. Ahora bien, si Erdogan acepta un alto el fuego impuesto por Moscú, cabe esperar una serie de contraprestaciones que pueden hacerse realidad en Siria, algo dudoso porque las bases rusas en este país son muy valiosas para los intereses del Kremlin, o en Libia donde la injerencia turca con soldados y armamento ha agravado aún más el conflicto. El presidente turco apoya a una de las partes en liza y se enfrenta de nuevo a los intereses rusos que respaldan al mariscal Jalifa Haftar. Además del petróleo libio, la bolsa en el Mediterráneo y los contratos de reconstrucción, lo que también le interesa a Erdogan es la creación de enemigos exteriores que contribuyan a distraer la atención de los verdaderos problemas del día a día de los turcos con una situación económica que empeora por momentos, y más con los nuevos gastos militares. 

En este marco de peligrosa inestabilidad lo que quita el sueño en el mundo y ocasionas perdidas millonarias en las bolsas es el coronavirus. Algo muy raro pasa en el mundo. O no.