Opinión

Escoger entre la libertad y la tierra

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“El déspota busca siempre el medio de destruir las instituciones, para lo cual le basta con someterlas a su voluntad”. Es una de las muchas reflexiones que nos dejó uno de los españoles más europeos, Salvador de Madariaga, a quién todos los años honra la Asociación de Periodistas Europeos galardonando a los que, a juicio de un jurado de gran prestigio, más se han distinguido por la divulgación y defensa de los valores que hacen de la Unión Europea el faro que aún guía a quienes aspiran a vivir en libertad, democracia y seguridad.

He tenido la oportunidad de vivir otro año más esa jornada de memoria, reconocimiento y reflexión que por primera vez en las veintiocho ediciones de dichos premios de periodismo europeo se han celebrado en Alicante. Un momento radicalmente distinto toda vez que la invasión rusa de Ucrania, que ha traído la guerra a las puertas de la UE, vuelve a poner de relieve algunas fundamentales.

La primera de ellas es la facilidad con que la democracia puede debilitarse si no se defiende todos los días. Baste ver para ello los ejemplos en que, sin demasiados obstáculos, gobiernos democráticos ceden el paso a gobiernos autocráticos, y sin que la ciudadanía apenas se dé cuenta hasta que ya es demasiado tarde.

Como se puso de relieve en los intercambios de reflexiones, vivimos en un tiempo en el que los regímenes democráticos se resienten, atacados por enemigos como los populismos y sus campañas de desinformación, y en el que incluso en una democracia aparentemente consolidada como Estados Unidos, asistimos atónitos al asalto de su Parlamento o al rechazo del resultado electoral por parte de un importante porcentaje de la población.

La segunda conclusión fundamental que se recordó en esta jornada es que en este siglo XXI la única receta eficaz para mantener la paz y la democracia en el denominado Viejo Continente es consolidar la UE. Una unión fuerte de verdad, capaz de proteger a sus ciudadanos frente a peligros inéditos: guerras, pandemias, crisis económicas o catástrofes humanas. Y, al mismo tiempo, capaz de reinventarse tantas veces como haga falta, desmintiendo una y otra vez a los agoreros que con creciente frecuencia certifican su colapso, cuando no su desaparición.

Revalorización del binomio Europa y democracia

En el mundo de hoy la Unión Europea tiene la obligación de hacer de la defensa de la democracia uno de sus objetivos principales, fuera por supuesto, pero también dentro de sus fronteras. El binomio Europa y democracia se hace cada vez más evidente por contraposición a los ejemplos de la deriva autocrática. Basta con un examen somero para comprobar que las sociedades más europeístas son más democráticas, y a la inversa, quienes quieren recortar derechos y libertades son los que primero atacan el proyecto europeo.

Si entre los pilares fundamentales de la democracia están los medios de comunicación libres, fuertes e independientes, está claro que sin ellos una democracia no es plena ni consolidada. Europa no escapa a esa desgracia, de manera que también en nuestro espacio se siguen produciendo atentados a la libertad de expresión y a la libertad de información, que en algún caso ha llegado hasta el asesinato.

Jaume Duch, director general de Comunicación del Parlamento Europeo, recordaba a este respecto una afirmación rotunda de la actual presidente de la institución, Roberta Metsola: “Los periodistas nunca deberían tener que escoger entre revelar la verdad o vivir. Y tampoco deberían tener que sufrir la condena de pasar años forzados a defenderse de condenas judiciales vejatorias e invertir gran parte o todos sus ahorros en ello”.

Para quienes en Europa dan por sentado que la libertad de la que disfrutan es tan natural que no es preciso luchar y defenderla, conviene recordar otra reflexión, en este caso del ruso Dimitry Muratov, Premio Nobel de la Paz 2021 y, claro está, enemigo de Putin: “El mundo ha dejado de amar la democracia. Está decepcionado con las élites gobernantes y se siente atraído por la dictadura. Existe la ilusión de que el progreso se logra mediante la tecnología y la violencia, y no respetando los derechos humanos y las libertades. Eso sería en todo caso progreso sin libertad”.

Con los frentes abiertos en Ucrania, los millones de personas obligadas a abandonar sus hogares, y el riesgo de que la catástrofe desencadenada por Vladimir Putin se extienda aún más, en la jornada de Alicante se volvía a evocar a Madariaga: “Los que antaño escogimos la libertad perdiendo la tierra y los que escogimos la tierra perdiendo la libertad, nos hemos reunido para otear el camino que nos lleve juntos a la tierra y a la libertad”. Queda, pues, mucho camino que andar, muchas batallas que librar y no pocas luchas dialécticas, políticas y sociales para que se cumpla ese sueño de que nadie tenga que elegir dramáticamente entre tierra y libertad.