Europa atrapada por la histeria

Coronavirus en Europa

El coronavirus se ha convertido en la mayor amenaza para la recuperación económica de la Unión Europea (UE); el Brexit ha quedado completamente eclipsado por una emergencia en la salud pública que está poniendo al borde de la quiebra a cientos de miles de empresas dedicadas al sector servicios, en especial al turismo y al transporte.

El Consejo Europeo, así como la Comisión Europea, deben reaccionar con celeridad implementando una serie de paquetes con medidas fiscales y ayudas financieras que provean de liquidez a una multitud de empresas que están mermando su caja, aunque deben seguir cubriendo sus adeudos, los pagos de nómina y de seguridad social. Se ha creado la tormenta perfecta para hundir el barco económico europeo, los inversionistas lo saben bien y dejan sentir todos sus temores con las constantes ventas en títulos y acciones de un grupo de empresas fuertemente ligadas con los sectores más vulnerables al contagio del Covid-19.

Este es un momento para reaccionar y hacerlo con certera prontitud. Si Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, no toma decisiones rápidas y correctas para suavizar el golpe económico por el coronavirus, pondrá al filo de la duda su incipiente gestión que, de cara al futuro, podría restarle liderazgo y cohesión ante un grupo formado por 27 países que no siempre están totalmente de acuerdo con seguir caminando juntos.

Otra debacle económica para la UE, desde luego; es el peor de los escenarios porque las heridas recientes de la gran crisis desatada en 2008 ni siquiera han terminado de sanar; la incertidumbre por el coronavirus, su real alcance, su capacidad de extensión y sobre todo el tiempo que podría perdurar no hacen más que reabrir la herida en el corazón de por sí roto del cónclave europeo.

¿Logrará Europa y los europeos sobreponerse juntos a la alarma del Covid-19? Esta interrogante va dirigida más bien al terreno de lo económico, de los presupuestos financieros, fiscales, de las políticas de déficit y de gasto que ante las emergentes presiones económicas -por todo el dinero que se ha perdido y se está perdiendo en los sitios turísticos- implica atender lo local que es lo prioritario más allá de respetar los acuerdos comunes. 

Me vienen a la memoria las recientes amenazas a Europa como región y, sobre todo, a la UE como el gran sueño hecho realidad de paz y concordia entre los países miembros, un conglomerado de más de sesenta años de existencia y que es hoy por hoy uno de los grandes jugadores geopolíticos, geoeconómicos y comerciales. Hay un recuento podrido: desde la gran crisis de  2008, el referendo del Brexit del 23 de junio de 2016 con Reino Unido votando irse  de la UE; el dramático acercamiento, con roces constantes entre Rusia y su geopolítica hacia Europa del Este, con el presidente Vladimir Putin  mostrando músculo militar ante Ucrania y con ello, dando un enorme paso para demostrarle a los europeos su predominio en zonas altamente sensibles para el trasvase del gas, del petróleo, de las rutas marítimas y de la interconectividad con el Mar Negro… y esencialmente, para la defensa militar de Rusia.

Pero si los europeos ya miraban con obsesión a Putin y sus constantes jugadas maestras en el gran tablero de la geopolítica, ha sido la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca lo que ha terminado de descolocar a los europeos ante el comportamiento de un tradicional aliado que está vez ha dejado sentir su desprecio y rechazo a lo que representa la UE tanto en su categoría como en sus valores. 

Y por si faltase algo más, la irrupción de un enemigo invisible con este patógeno del coronavirus que trae a los científicos de cabeza por la manera en cómo se comporta y al que muchos investigadores -en consenso- creen “que llegó para quedarse”.

Ya nadie se acuerda de Trump, ni de Putin, que en medio del desconcierto y de la histeria desatada por el Covid-19, ha recibido el espaldarazo de la Duma para permanecer en el poder hasta el año 2036. ¡Qué diría Lenin o Stalin! Putin nunca ha ocultado su ensoñación por recuperar la Madre Patria que un día llegó a ocupar casi la mitad de Europa.

A colación

El Covid-19 tiene potencial geoeconómico, su virulencia más allá de la afectación en las micro, pequeñas y medianas empresas o inclusive en un cúmulo de multinacionales… tiene capacidad de tirar a las bolsas bursátiles, trastocar el mercado de divisas y hasta de alterar el comportamiento de los commodities como el precio del petróleo.

Este virus maldito ha llegado para enfermarnos y de paso enfermar a la economía, tiene tal capacidad que, por el momento, es nuestro mayor desafío; que sin vacunas a la vista está obligando a varios países convertidos en focos de contagio a suspender  todas las actividades escolares, limitar los espacios públicos, implementar  cuarentenas y hasta cerrar su cielo aéreo o bien reservarse el derecho de admisión de viajeros; en Madrid, el miércoles 11 de marzo comenzó la suspensión de clases y de los vuelos provenientes desde Italia entre otras medidas para cortar la expansión del virus.

La incertidumbre y el temor dejan los supermercados vacíos de stocks; es una constante en Italia, se vive en Francia y España tampoco es ajena: en Madrid van dándose compras de pánico, así como en otras partes del país ibérico porque buena parte de su población atisba que si Italia está en cuarentena, más pronto que tarde, también lo estará España. 

Al final tendremos que sobrevivir a un doble virus: al de la neumonía atípica y a la quiebra económica; para la primera, tarde o temprano, habrá una vacuna y para la segunda, no la hay, solo deja mucho dolor… ¿quién está ganando en medio de toda esta batahola? 

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