Opinión

Europa: Balance negativo en Oriente Próximo

photo_camera Bandera Unión Europea

Ahora que se va a constituir una nueva Comisión Europea es hora de hacer balance de la actuación exterior de los últimos años y especialmente en Oriente Medio.

Europa está paralizada. La política exterior de Donald Trump con su enfoque populista aumenta las dificultades y las crisis en el mundo. Ante esta realidad, los líderes europeos deben tomar medidas para alcanzar soluciones concretas a cualquiera de los conflictos en Oriente Medio. Es urgente, porque se ha demostrado que impactan en Europa, como el auge de los movimientos extremistas.

Las relaciones internacionales se están volviendo caóticas e impredecibles, llenas de incertidumbre y en Oriente Medio hay muchos ejemplos. Palestina ve su territorio reducido cada año. Siria está dividida en varias facciones. Líbano aparentemente se ha rendido a su destino. Libia ha entrado en una nueva fase de guerra civil. Argelia y Sudan están pendientes de la revuelta de su pueblo y las respuestas del estamento militar. Irak aún está sangrando, mientras Jordania se mantiene difícilmente a flote; el rescate del acuerdo nuclear con Irán se va derrumbando y Turquía navegando entre Rusia y Estados Unidos.

Mientras tanto, Europa está debilitada, y es incapaz de llenar el vacío dejado por los EEUU. Agotada por sus divisiones internas y las crisis, conflictos de refugiados o de identidades. Disputas que favorecen especialmente a Rusia, que refuerza su estatus político; y a China, que está tratando de reemplazar económicamente a los EEUU y a Europa en el mundo.

En Oriente Medio, Putin es el mayor beneficiario de la debilidad de Europa, posiblemente, con la complicidad del amigo americano Trump. Y en el plano económico, China se consolida como el primer socio comercial de Oriente Próximo y África, en detrimento de la Unión Europea (UE).

De hecho, la UE es el segundo socio económico de los países árabes. Sin embargo, el comercio entre las dos partes, si bien es importante y denso, se mantiene por debajo de las expectativas. Además, estos intercambios se caracterizan por su asimetría: la tasa de importaciones árabes de la UE representa el 27% del volumen global, mientras que las exportaciones árabes a Europa son del 11%.

La estabilidad y la seguridad están amenazadas por comportamientos y políticas mal planeadas que generan más desigualdades y peligrosos desafíos. 

Es responsabilidad de Europa ayudar a sus vecinos a lograr el desarrollo económico, científico y tecnológico necesario para reducir las disparidades económicas y sociales y promover una renovación del mundo árabe. Para este fin, es preciso iniciar proyectos de desarrollo concretos para movilizar las inversiones y las personas y establecer equilibrios productivos que respondan a las preocupaciones comunes de seguridad, económicas y sociales.

Configurar futuras alianzas para crear un entorno que favorezca la convivencia y la cooperación entre los pueblos de las dos regiones. Esta acción permitiría la integración de las generaciones emergentes y el arraigo de los valores de tolerancia y aceptación del otro, más allá de los estereotipos trillados; lejos de cualquier forma de exclusión y rechazo que engendre irreparablemente una lógica de confrontación y antagonismo.

Es posible construir una relación sana entre el mundo árabe y Europa, alejada de prejuicios, con una gestión común de los problemas comunes, la inmigración, el terrorismo, el cambio climático, la demografía, la urbanización, la corrupción y la democracia.  Es posible un enfoque global e integrado y una responsabilidad compartida. Tenemos el mismo objetivo: el desarrollo común. La UE debe implicarse ya que su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo de la región.

Hay opciones y recursos. La tarea es difícil, hay muchos desafíos, pero existen mecanismos y estructuras como ‘El diálogo 5 + 5’ o la ‘Unión por el Mediterráneo’, o La Unión del Magreb Árabe que se pueden dinamizar para asentar la cooperación euro-árabe. El esfuerzo humanitario europeo debe transformarse en una campaña diplomática para restablecer la paz y la estabilidad en algunos países de la región. De lo contrario, Europa no habría cumplido con sus obligaciones morales históricas.

El equilibrio geopolítico global está cambiando, y Europa, en lugar de mirar hacia adentro, debe forjar su propia visión estratégica sobre el nuevo orden global, una visión unificada hacia EEUU y China y hacia sus vecinos en Oriente Medio. El futuro será de todos, o no será.