Opinión

Europa: turismo y migraciones

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Como es sabido, uno de los factores que definen el mundo global en el que vivimos es la movilidad. Así, por ejemplo, cuando Thomas Eriksen, en 2007, teorizó sobre el concepto de globalización, buscando sus rasgos caracterizadores, incluyó entre los ocho factores definidores de aquella la movilidad humana (ya fuera por necesidad – económica o social –, placer o negocios). Esta visión de los desplazamientos de las personas, al yuxtaponer, para señalar sus evidentes diferencias, el turismo y las migraciones originadas por la necesidad, permite situar los movimientos de población que tienen lugar en nuestra contemporaneidad en un contexto histórico común.  

El contraste entre migraciones y turismo es uno de los temas que atraviesan la novela de Ilja Leonard Pfeijffer Gran Hotel Europa (publicada recientemente en español por la editorial Acantilado). Como en artículos anteriores, nos ha interesado también en esta ocasión el tratamiento estético y conceptual que se da al tema de las migraciones desde el ámbito de la ficción.  

Aunque el protagonista de la novela, que se llama Ilja, igual que su autor, está alojado en un hotel europeo para escribir un texto sobre el turismo de masas, el tema central de la novela es, en realidad, Europa, su identidad anclada en el pasado, y el hecho de que, precisamente por tener un pasado tan rico, el viejo continente haya encontrado en el turismo masivo la mejor alternativa (o quizás la única, a falta de liderazgo político, económico o tecnológico) para tener una presencia significativa en el mundo actual. Así, la novela es un canto de amor a Europa por todo lo que fue, en la que el pasado glorioso contrasta con la irrelevancia del presente y las incertidumbres del futuro.  

Los movimientos migratorios que configuran la actualidad política de Europa son objeto de las reflexiones del autor en dos niveles: en el individual, mediante el personaje de Abdul, botones del Gran Hotel, cuya historia personal representa la de tantos migrantes africanos obligados a cruzar el Mediterráneo, huyendo de las guerras y la crueldad, en busca de un futuro mejor en un continente que les permita desarrollar un proyecto de vida. En la ficción, Abdul enriquece el relato de su viaje a Europa con referencias tomadas de la Eneida, en un juego intertextual que corrobora la atemporalidad de los movimientos migratorios, a la vez que rinde homenaje a la tradición literaria europea. 

En un nivel colectivo, la novela permite establecer un paralelismo entre el turismo de masas, una “invasión bárbara de Europa que las instituciones consideran un modelo de negocio y estimulan de forma activa, cuando en realidad es una amenaza”, y las migraciones que origina la necesidad, como “la presunta invasión de africanos, que nos presentan como una amenaza, cuando lo cierto es que podría ofrecer perspectivas de futuro” (pág. 269). La visión de las cuestiones migratorias, que el autor nos muestra a través de uno de los personajes alojados en el hotel (el erudito Patelski), es positiva: “si sabemos ver la utilidad que puede tener para nuestras sociedades, la migración deja de ser un problema y se convierte en una solución”. 

A través de diferentes mecanismos narrativos, el autor incluye en la novela reflexiones sobre distintos aspectos de la cultura europea. Así, se recogen las ideas de George Steiner sobre la esencia de Europa y los cinco rasgos que para él definen la cultura del continente (los cafés, el paisaje a escala humana, la presencia abrumadora de su historia, la conjunción de razón y fe, y la conciencia de su propia decadencia). En el capítulo titulado “El concierto”, el narrador refuerza la tesis de la importancia del pasado en la identidad de Europa con sus consideraciones sobre la práctica contemporánea de la música clásica, “cuyo objetivo último es interpretar con la mayor fidelidad posible obras maestras del pasado (…)”. Otra de las tramas del relato se dedica a la pintura de los grandes maestros y al papel de museos y galerías. Hacia el final del relato, en boca del personaje Ilja, hay una declaración de amor a Europa y a lo que representa la Unión Europea como institución, pese a sus defectos y a las dificultades del proyecto. 

Nos encontramos, pues, ante un texto que analiza las vicisitudes de la Europa contemporánea en el molde de una ficción de la que no está ausente el humor. El autor deja constancia, a través de su artefacto literario, de las dificultades que Europa como continente afronta en los tiempos actuales, así como de la perspectiva de pasado con que los europeos encaran el mundo actual.