Opinión

Francia consagrará a Macron y enterrará al socialismo

photo_camera Emmanuel Macron

Pese a que la clase política y los medios de información aviven la carrera electoral por la Presidencia de Francia la suerte está echada. Los institutos de opinión también intentan darle emoción a la competición, pero la realidad es que las únicas opciones que se les presentan a los electores galos es bastante sencilla: o reeligen el moderado centrismo  del actual presidente Emmanuel Macron o se arriesgan a que el poder del Elíseo caiga en manos de la extrema derecha de Marine Le Pen.

Ambos serán los finalistas ganadores en los comicios del próximo domingo, los que quedarán para la segunda vuelta del 24 de abril, una vez derrotados los demás candidatos en la primera, que no obstante va a deparar importantes consecuencias para el futuro de la política francesa, y de rebote para la conformación general del mapa de fuerzas en la Unión Europea.

La victoria de Macron es una opción ganadora cantada, aún a pesar de que, pese a gozar de una mayoría aplastante en la Asamblea Nacional, no ha podido culminar las grandes reformas institucionales que lastran el inmenso potencial del país. El presidente sigue manteniendo a Francia como interlocutor indiscutible de la Unión Europea frente a terceros, por ejemplo Rusia, China y los mismos Estados Unidos. Cierto es que le ha tocado asumir el fracaso de sus operaciones de aseguramiento de la estabilidad en los países francófonos del Sahel, pero ese desafío ya es imposible de ser asumido por una sola antigua potencia colonial, de manera que será la propia UE la que deba enfrentar el reto, obviamente contando con el concurso y los medios que puede aportar París.

La apuesta de Macron por una Unión Europea más fuerte, multiplica su valor a la vista de actuaciones y agresiones como las perpetradas por el presidente ruso Vladímir Putin contra Ucrania, la UE y el mundo occidental, de forma que su reelección debiera impulsar la autonomía o soberanía estratégica industrial, militar y financiera de la UE, proyectos vitales para la supervivencia existencial del conglomerado de los Veintisiete.

Voto de cabreo en primera vuelta; racional y sosegado en la segunda

Gracias a su sistema electoral mayoritario a dos vueltas, los franceses tienen por costumbre expresar su cabreo y sus odios viscerales en la primera y depositar un voto sosegado, racional y muy meditado en la segunda. Eso explica, por ejemplo, que tanto Le Pen como su competidor por el espacio ultraderechista, Éric Zemmour, puedan obtener en conjunto en torno a un 28% de los votos en la primera, o sea los mismos que el propio Macron. O que al locuaz Jean-Luc Mélenchon, representante del populismo de extrema izquierda, los sondeos le otorguen un 14%.

Pero, de la primera jornada electoral de domingo, 10 de abril, aparte de confirmar los dos candidatos finalistas, el hecho más relevante será el de la defunción del histórico Partido Socialista (PSF). Será el punto final a una agonía que en realidad lleva produciéndose a lo largo de todo el siglo XXI. Pareció revivir cuando François Hollande ganó en 2012 la Presidencia, un espejismo del que él mismo se despertó cuando su ministro de Economía y Finanzas, Emmanuel Macron, le dejó tirado para montar su propio partido, La República en Marcha (LRM), consciente de que el PSF desprendía ya un inocultable olor a cadaverina.

La voluntariosa alcaldesa de París, la franco-española Anne Hidalgo, protagonizará este hundimiento final, ya que los sondeos más favorables apenas le conceden un 2,5% de votos, muy por debajo del ecologista Yannick Jadot (7%) e incluso del guardián de las esencias del Partido Comunista, Fabien Roussel, que puede cosechar un 3,5%. Cumplidos tales pronósticos, será prácticamente imposible que la propia Hidalgo pueda culminar su mandato en el ayuntamiento parisino hasta 2026.

Aunque en tono menor, porque en realidad Macron también ha ocupado su espacio, habrá que certificar también el no renacimiento de la formación conservadora tradicional, la de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, ahora encarnada en Los Republicanos y cuya prometedora candidata, Valérie Pécresse, presidente de la rica región de París-Isla de Francia, a duras penas rebasará en primera vuelta el 10% de los sufragios.

Como consideración general, además del naufragio final del histórico PSF, que diera figuras históricas como Jean Jaurès, Leon Blum o François Mitterrand, también habrá que constatar el de la propia izquierda, atomizada en una pléyade de candidatos, que paradójicamente llamaban a la unidad cuando ellos mismos se presentaban en tromba acentuando la división. Un espectáculo lamentable, que desde luego no ayuda a que los ciudadanos recobren la confianza en una clase política que, en general, sigue disparando sus índices de desprestigio.