Fuegos mediterráneos

Fire in Greece

Hay muy pocas desgracias tan frustrantes y dañinas como los incendios. El fuego atizado por el viento racheado resulta letal para las personas, que pierden sus vidas, sus hogares, sus cosechas, gran parte de su razón de existir. Podemos compararlo con las inundaciones que se han sufrido, por ejemplo, hace pocas semanas en Alemania y en Bélgica; o con terremotos que derriban edificios, puentes y todas las construcciones que el ser humano consideró que serían indestructibles, algo parecido, aunque en otra dimensión, como ocurrió con el Titanic. En fin, las desgracias que provoca la naturaleza, impulsadas en los últimos tiempos por un depravado cambio climático o que provoca el ser humano de manera intencionada o accidental suponen golpes determinantes para la vida de millones de personas. 

Durante los últimos días asistimos a unos fuegos mediterráneos devastadores en países del sur de Europa, principalmente. Comenzaron en Turquía donde se cobraron la vida de más de 10 personas, continuaron en Italia donde los daños materiales son muy elevados y, en estos momentos, están asolando grandes superficies del centro de Grecia con amenaza de llegar a la capital Atenas. No olvidamos, por desgracia, a otros países como España y Portugal que todos los veranos sufrimos la plaga de unos incendios que destrozan miles de vidas y condicionan el presente y el futuro de muchos millones. El caso actual de Grecia es especialmente virulento, con la pérdida de varias vidas humanas y la quema de miles de hectáreas con la destrucción de casas, cultivos y restos históricos. Muchos ciudadanos han colaborado en la lucha contra el fuego para proteger sus pertenencias, pero también esos legados arqueológicos que suponen la esencia de su identidad. La situación es muy grave y los griegos están recibiendo la ayuda de otros países europeos, como España, con el envío de hidroaviones y efectivos de la Unidad Militar de Emergencias. Todo lo que sea necesario y posible, hay que movilizarlo para ayudar a los griegos o a quienes sufran unos incendios malditos por sus enormes daños y por su origen bastardo intencionado, en demasiadas ocasiones. 

La reflexión en estos momentos es la necesidad de buscar soluciones previas para evitar estos desastres. Sirve una recomendación fundamental que hay que repetir hasta la saciedad: ¡los incendios se apagan en invierno! Es decir, si se realizan las labores imprescindibles para limpiar el monte bajo, los arbustos y toda la basura que se acumula y que sirve para alimentar los incendios, se rebajaría el índice de incendios y de sus efectos. La ganadería hacía su labor, pero ha desparecido en muchos casos. Ahora los recortes presupuestarios y las medidas para tener la mejor cuenta de resultados son los que mandan. Así nos va.

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