Güelfos y gibelinos

Republicanos vs demócratas

La lucha por el poder entre el Papado y el Imperio durante la Baja Edad Media dividió a muchos europeos en dos facciones irreconciliables: los denominados güelfos, defensores del poder terrenal de la iglesia y los gibelinos, partidarios de la monarquía imperial. La persistente disputa se propagó por el territorio de Italia y enfrentó a los ciudadanos en luchas sangrientas para dirimir de qué lado se situaban los nobles y la res pública de cada ciudad. Dante, más gibelino que güelfo, tomó partido por los primeros en su tratado sobre la Monarquía. Lo escribió en el siglo XIV, durante el cual la peste negra asoló Europa. Tiempo después, Shakespeare rescató en parte el contexto social de la Verona bajomedieval para escribir la tragedia de Romeo y Julieta en 1597.

Como modernos güelfos y gibelinos, demócratas y republicanos perviven desde hace años en una atmósfera de enfrentamiento y polarización en Estados Unidos que la COVID-19 no ha conseguido desintoxicar. La pugna se centra ahora en la manera de afrontar la siguiente etapa de la lucha contra la expansión de la pandemia y sobre la necesidad de reabrir la economía y des confinar a la sociedad norteamericana, defendida por el presidente Trump y por sus seguidores, frente a quienes exigen mantener el confinamiento, liderados por los representantes demócratas en distintos estados. La disputa que empezó siendo sanitaria y económica, ha entrado hoy en la esfera pública de la campaña electoral, que no solo afecta al presidente, sino a senadores y gobernadores convocados también en el mes de noviembre. 

Los candidatos republicanos se han puesto nerviosos al ver que las cifras de recaudación para sus campañas se debilitan mientras que las de sus rivales demócratas crecen. La reacción política no se ha hecho esperar, y algunos líderes republicanos han encontrado en China un nuevo bogeyman electoral. El senador Hawley de Misouri, donde también se elige gobernador, ha intensificado sus críticas hacia el gigante asiático una vez que las encuestas recogidas en el New York Times señalan que el 79% de los votantes consideran poco creíbles las explicaciones chinas en torno a la expansión del virus y al número de víctimas reconocido. El propio presidente Trump, acusado por su rival Joe Biden de mostrarse “demasiado templado” con el Gobierno chino y de estar más preocupado por sus asuntos personales y políticos con China que por la expansión el virus, ha multiplicado sus mensajes contra la potencia asiática. 

En medio de la profunda crisis económica internacional, las dos espadas del siglo XXI, Estados Unidos y China, se disputan hoy el poder en el orden mundial y en la opinión pública de los modernos ciudadanos güelfos y gibelinos de los cinco continentes. El Gobierno chino mediante una campaña de poder blando que explica The Economist: “China is trying to paint a new picture, of itself as a model for taming the disease”. Y los americanos elevando la presión política para que los resultados incentiven las medidas económicas a nivel interno y hagan presente su capacidad de influencia en el exterior. El esfuerzo de la propaganda china juega a su favor. Y también la acción de algunas de sus multinacionales: la fundación caritativa de Alibaba ha enviado respiradores y otros materiales a 54 países africanos y Huawei medio millón de mascarillas a Nueva York. La baja calidad de algunos materiales enviados por el Gobierno asiático, en esta frenética carrera por ser la potencia más humanitaria y la más eficiente, juega en su contra. Para reactivar la economía, la Administración Trump, entre otras iniciativas ha puesto en marcha el Great American Economic Revival Industry Group, un grupo de asesoramiento multisectorial y de consenso en el que participan todas las grandes empresas del país.

En la mesa redonda “US presidential election and the impact of the Covid 19 in the american leadership” que tuvo lugar el lunes 20 en el espacio virtual de la Semana de la Comunicación de la Universidad Europea, Ramón Pérez Maura (ABC), Carlota García Encina (Instituto Elcano), Daniel Ureña (Hipanic Council) y los profesores Alana Moceri y Miguel Ángel Benedicto coincidieron en señalar dos cuestiones: que la elección presidencial estará determinada por el resultado de la gestión de la pandemia, y que las relaciones internacionales resultantes ante los hipotéticos cambios en el Orden Mundial dependerán de la capacidad de Estados Unidos de recuperarse de la crisis económica y política. 

La expansión de una enfermedad y los altos niveles de afectados y de víctimas fueron los protagonistas históricos de un siglo lejano, el XIV, en donde el orden medieval de equilibrio entre las Dos Espadas, la del poder político y la del religioso, se resquebrajaba. Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham certificaron con sus planteamientos teóricos el ocaso final de aquel sistema político. Tiempo después, Shakespeare ambientó en la Verona renacentista el trágico romance de los amantes pertenecientes a las irreconciliables familias de los montescos y los capuletos. Confinado acaso, como pudo estar el dramaturgo durante otra peste, la de Londres a final del siglo XVI, y quién sabe si mirando hacia una ventana, escribiera entonces: “What light through yonder window breaks?”
 

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