A galopar con la Ley de Ciencia y el lenguaje inclusivo del Consejo del Espacio
¡Atención! ¡Paaaso liiigero! ¡Ar!, exclaman desde Moncloa. Unos anonadados personajes masculinos, masculines, femeninos y femenines que por su juventud no han hecho el Servicio Militar abren los ojos como platos, fruncen el ceño y sin entender muy bien de que se trata eso de paso ligero, echan a correr.
¿Qué ha ocurrido? Pues que el Ministerio de Ciencia e Innovación que encabeza Diana Morant tiene que abandonar la vida contemplativa que ha llevado hasta ahora y meterse de lleno en colocar uno encima de otro los ladrillos legales del edificio que debe dar vida a la Agencia Espacial Española.
¿Lo va a hacer? No le queda más remedio. Hoy jueves, 23 de junio, el Pleno del Congreso de los Diputados somete a votación la que va a ser la nueva Ley de la Ciencia. Y, salvo que surja algún contratiempo de última hora, lo previsible es que sea aprobada, y con ella, el artículo que da paso a la creación de la Agencia Espacial nacional.
¿Y qué pasa a partir de ahora? Pues ¡a galoparrr! ¡A galope tendido! Pero no se equivoquen. En el Ministerio de la Ciencia Científica, a la vista de lo que se les viene encima, han seguido la más acrisolada de las técnicas administrativas nacionales: crear una Comisión. En este caso se llama Consejo de Espacio, que es la figura a la que le han endosado el asunto.
El Consejo de Espacio adquirió forma y figura el 15 de junio. El Boletín Oficial del Estado publicó en esa fecha el Real Decreto por el que se crea y se regula su composición y funcionamiento. El avezado redactor del texto legal no quiere dejar lugar a dudas y aclara que el Consejo del Espacio es “un grupo” ‒no dos ni tres, solo uno‒ eso sí, interministerial y colegiado.
¿Qué tienen que hacer los miembros del Consejo? Pues elaborar los estatutos y el plan inicial de actuación de la futura Agencia Espacial nacional. Pero el Ejecutivo introduce un matiz de suma importancia ¿Cuál es? Ni más ni menos que su deber es “acelerar la constitución y puesta en marcha del organismo público”. Palabra clave: “Acelerar”. Vamos, que hay prisa… y mucha. El presidente del Gobierno dijo el 9 de junio que quiere que la Agencia esté “operativa a principios de 2023”. Y sus deseos son órdenes.
¿Y qué tiene que aconsejar el Consejo? Pues redactar un primer informe relativo a las funciones y competencias que corresponderán a la Agencia y un segundo sobre sus estatutos y su plan inicial de actuación. Pero ninguno de los dos será vinculante, se aclara en el Real Decreto.
Pero no queda ahí la cosa. El avispado redactor de la norma legal asigna al Consejo del Espacio una tercera responsabilidad. Dice textualmente: “Y cualesquiera otras funciones que, en el ámbito de competencias propias del Consejo, se le atribuyan”. O sea, dos responsabilidades concretas y un cajón de sastre.
No cabe duda de que el autor o autora que ha elaborado el Real Decreto es un eminente especialista en derecho y en lenguaje inclusivo. A la hora de definir la composición del Consejo no quiere dejar la menor duda respecto a la naturaleza de sus miembros. Un ejemplo aclaratorio. Se dice textualmente que el Consejo del Espacio estará integrado por “una persona en representación del Ministerio de Ciencia e Innovación, con rango mínimo de dirección general, que será designada por la persona titular de dicho departamento”.
Obsérvese el elevado nivel intelectual y de detalle de la frase. Se aclara que el representante del Ministerio de Ciencia ‒como luego se expresa también para los miembros designados por los departamentos de Defensa, Transportes, Industria…‒ debe ser una “persona”, no otro tipo de espécimen vertebrado o invertebrado.
Reitero. El redactor hila fino y puntualiza que los seleccionados para formar el Consejo del Espacio deben ser personas y no otros seres vertebrados o invertebrados, como perros, gatos, caballos, burros, cucarachas o mosquitos. Tampoco seres extraterrestres. Y aun va más allá. En su superior concepción mental, especifica que los elegidos deben tener el rango mínimo de “dirección general”, no de director o directora general.
Atentos los funcionarios de la Administración General del Estado. Parece ser que no existe el puesto de director general o directora general, sino el de “dirección general”. Así es que al saludar por el pasillo, no deberán decir, por ejemplo ¡hola director! sino ¡hola dirección! Todo apunta a que en breve se publicará una orden ministerial en tal sentido.
Más novedades. El Real Decreto, en lugar de citar que el seleccionado será designado por el ministro o ministra del departamento, aclara que será elegido por “la persona” titular del departamento. Al parecer, existe algún ministro marciano, pollino o canguro y los españoles no nos hemos dado cuenta…
Pero aún hay más. También se dice en el Real Decreto, textual: “Las personas que forman parte del Consejo del Espacio podrán ser sustituidas por una persona en representación del mismo departamento ministerial, órgano u organismo, designada por la persona titular de éstos, con rango mínimo de subdirección general”.
Entiendan bien. La frase resulta confusa, pero deja niquelado que nadie del Consejo del Espacio podrá ser sustituido por un mono, oveja o ciervo. Como podrán comprobar, el actual Ejecutivo está integrado por especímenes de muy alto nivel intelectual, que intentan evitar que camellos, vacas o gallinas accedan a los altos cargos de la Administración del Estado. Aunque me ha parecido ver por televisión que por Moncloa deambula algún que otro pavo.