Geopolítica del gas

Gazprom

La UE ha revelado su temeraria y estructural dependencia energética de Rusia. Deficiencia que Putin está explotando a su antojo, mientras los europeos financian su guerra. Son ya más de 20.000 millones de euros embolsados por Putin desde la invasión de Ucrania. 

Una estrategia que le permite sortear las sanciones económicas y avanzar en sus amenazas. Y a la UE le toca rediseñar el mapa energético europeo.

Por ahora Putin está sufriendo el revés táctico de la guerra, y otro geopolítico, el de Finlandia y Suecia. Por un lado, el poderío ruso y la eficacia de su armamento están siendo cuestionados ante una Ucrania que resiste y reconquista terreno perdido gracias a la inteligencia y el material de alta precisión de la OTAN. Lo que augura una larga guerra. Por otro, los finlandeses, que han sufrido varias violaciones de su espacio aéreo por la aviación rusa, y los suecos acaban de solicitar su ingreso en la OTAN. Moldavia y Georgia lo están estudiando.

Putin no ha dudado en cortar gas a Polonia y Bulgaria por no pagar en rublos. De hecho, Ucrania detuvo el flujo de gas ruso en tránsito por el gasoducto de Sokhranivka en el Dombás. Y el Kremlin acaba de anunciar este jueves, 12 de mayo, que deja de usar el gasoducto Yamal-Europa, de poca importancia, pero pasa por Polonia, además de cortar el suministro de gas y electricidad a Finlandia como represalia. Anteriormente, 1 de abril, Letonia, Lituania y Estonia se desprendieron del imperio de Gazprom. Hoy están interconectados por tuberías, apostando por Noruega y por el gas natural licuado (GNL) como alternativa. La Gas Interconnection Poland-Lithuania (GIPL) es una nueva tubería, 500 km, que comunica Lituania y alivia a una Polonia ya desconectada de Rusia.

Por su parte, la Comisión Europea acaba de lanzar la “REPowerEU” con el fin de reducir las importaciones de hidrocarburos rusos. Alemania ya se plantea seriamente el corte del gas ruso anunciando la construcción de dos terminales de gas natural licuado (GNL) como parte de un acuerdo energético con Qatar. Aunque ya ha reducido la importación de petróleo del 35 al 10%, el carbón del 50 al 8% y el gas del 55 al 35%, estando lejos de un cierre total.

De momento, Noruega y Holanda han aumentado su capacidad de suministro de gas al máximo para Europa. Y Azerbaiyán ha comenzado a suministrarlo a través del gasoducto Transadriático (TAP) para Italia, Grecia y Bulgaria, entre otros. El TAP está unido al tramo del gasoducto Transcaspiano, que trae gas natural desde Turkmenistán y Kazajistán, y al gasoducto Trans-Adriático. Una ruta decisiva para reducir la dependencia europea de Putin.

Otra alternativa, insuficiente y poco fiable, sería Argelia, quien acaba de recibir a Lavrov en plena guerra con Ucrania en agradecimiento por su fidelidad incondicional a Rusia. Argelia, país comandado por militares prochavistas y proiraníes, dotado de un sistema político agotado, económicamente cerrado, socialmente inestable y de alto riesgo en seguridad, es incapaz de aprovechar esta crisis para salir de su dinámica autodestructiva. Cierra el gasoducto Magreb Europa (GME) por venganza contra Marruecos. Y es capaz de vender gas por debajo del precio del mercado con tal de apoyar su particular cruzada contra el vecino.

Tampoco ha vacilado en revisar al alza el precio del gas a España en represalia a la decisión del Gobierno español de reconocer la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara, aunque sí lo mantendrá para el resto de los clientes. También amenazó con cortar el segundo gasoducto, Medgaz, directo a Almería, puesto que España está reutilizando el gasoducto Magreb Europa (GME) para enviar gas regasificado que Marruecos compra licuado en mercados internacionales. La misma suerte correrá Italia con el gasoducto TransMed para cuando anuncie su apoyo a Marruecos como acaba de hacer Holanda. En estos momentos está amenazando a Túnez con cortarle el gas. Y es muy probable que Túnez sufra, próximamente, un apagón eléctrico.

La dependencia española del gas argelino se ha reducido del 45 al 25% por la incapacidad técnica del Medgaz. Ahora bien, España dispone de importantes infraestructuras metaneras para el transporte de gas natural licuado (GNL) y plataformas de licuefacción que están siendo utilizadas para suplir esa diferencia vía Qatar, EEUU o Nigeria. Además, dispone de importantes almacenamientos subterráneos. Así, España podría convertirse en el hub del gas extraído de África si se retomara la propuesta española del gasoducto MidCat entre España y Francia junto al ya activado proyecto del gasoducto Nigeria-Marruecos, impulsado por el rey Mohamed VI en 2016.

El megaproyecto Transafricano tiene el aval de la CEDEAO, la OPEP y el Banco Islámico de Desarrollo (BID) y se encuentra en estudio preliminar por la empresa australiana WorleyParsons. Será el gasoducto más largo del mundo, unos 6.000 km. Beneficiará a 11 países de la CEDEAO, Mauritania, Marruecos y España, para unirse con el tramo marroquí del gasoducto Magreb-Europa (GME). Además, Marruecos, Senegal y Mauritania ya han anunciado abundante gas en sus costas. El Transafricano reemplazaría la totalidad del gas ruso.

Otro gasoducto, el Eastmed, que debía unir los campos de gas natural en alta mar, frente a Israel y Chipre, con Grecia y Europa vuelve a la mesa de negociaciones. A su vez, Israel y Egipto ya habían acordado en 2019 la construcción de un gasoducto marino desde el yacimiento gasístico de Leviatán hasta instalaciones de licuefacción en Egipto en vistas a aumentar las exportaciones a Europa.

Es hora de solventar el dilema energético europeo que llevó a Merkel a oponerse a la entrada de Ucrania en la OTAN para construir, pese a las advertencias de los EEUU y de los países bálticos, el NordStream2, ahora paralizado. Con ello Putin ampliaba su hegemonía y el control sobre Alemania, mientras Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, habían invertido en proyectos energéticos lejos de Rusia, precisamente por su seguridad geopolítica.

La UE tendrá que desconectarse optando por nuevos gasoductos alternativos, por las renovables, por el aislamiento térmico de las construcciones, por el racionamiento de los hidrocarburos, por topar el gas convirtiendo la excepción ibérica en Directiva, además, como expuso Draghi, de crear un cártel de compradores para obtener un poder de negociación frente a los vendedores.

Si Alemania prevé desconectarse en 2024 para eludir una crisis económica, tal crisis ya está aquí, adelantada por los mercados. Todas las magnitudes económicas están trastocadas por la inflación energética. El PIB que retrocede y el gasto público que aumenta, desbarajuste en la distribución de rentas vía salarios y la revalorización de las pensiones a un IPC por las nubes.

Rusia y Argelia, aprovecharán el invierno, que está a la vuelta de la esquina, para elevar sus coacciones chantajistas.

¿Podría la desconexión bajar el precio del gas?

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