Opinión

Gobierno de coalición en Italia: ¿hasta dónde llegarán las exigencias de Renzi para mantener la actual “maggioranza”?

photo_camera Matteo Renzi

La vuelta de las vacaciones navideñas va a ser para la política italiana todo menos tranquila, ya que el segundo Gobierno Conte se está tambaleando, y hay que buscar cuanto antes una solución al abiertamente enfrentamiento entre el actual primer ministro y el hombre cuyo partido da la “maggioranza” de Gobierno a la actual coalición (Matteo Renzi, líder de Italia Viva). Estamos, en relación con ello, en días clave: el “premier” ha hecho llegar ya al partido de Renzi su nuevo diseño del “Recovery Fund”, donde parece ser que están siendo recogidas muchas de las exigencias de la formación del ex primer ministro, y ahora toca saber si Renzi y los suyos la van a aceptar o bien piensan romper la baraja y abandonar la actual coalición, que se quedaría entonces en minoría parlamentaria. De ser así, las dos ministras de Renzi presentes en el Ejecutivo (Bellanova y Bonetti), más el subsecretario de Asuntos Exteriores, Iván Scalfarotto (también perteneciente a Italia Viva), presentarían su dimisión el día 7 y entonces el presidente de la República, Sergio Mattarella, no tendría más remedio que abrir una fase de consultas a los diferentes partidos para lograr forjar una nueva “maggioranza” que permitiera seguir adelante con una legislatura que oficialmente no finaliza hasta febrero-marzo de 2023.

Para entender este complejo asunto, que causa estupor a una ciudadanía italiana que no comprende estas guerras de poder en un momento tan crítico para el país, hay que remontarse a un mes antes, cuando el primer ministro Conte presentó su plan para poner en marcha los fondos europeos (recordemos que Italia recibió la mayor cifra entre todos los miembros de la Unión Europea, nada más y nada menos que 209.000 millones de los 750.000 que estaban en juego). Ese plan diseñado por Conte preveía el nombramiento de los llamados “consulentes”, quienes, a su vez, administrarían los fondos y que estarían coordinados por un representante del Movimiento Cinco Estrellas y otro del Partido Democrático (PD), los dos partidos con mayor representación en la actual coalición de Gobierno. Ello supuso abrir la caja de los truenos, porque Conte excluyó intencionadamente a Renzi de la administración de estos fondos cuando el pequeño partido de este tiene los votos que dan la actual mayoría parlamentaria al Gobierno. La respuesta de Renzi no pudo ser más airada, vertiendo en sede parlamentaria durísimas acusaciones contra el presidente del Consejo de Ministros, al que acusó, entre otras cosas, de haber convertido el Parlamento en una suerte de “Gran Hermano”, al Gobierno en una especie de “task force” y de intentar funcionar con los “plenos poderes” que en su momento Salvini había pedido a la ciudadanía italiana y que Renzi le había negado al pactar con el Movimiento Cinco Estrellas.

Lejos de retractarse, Renzi fue a las televisiones, con la habilidad comunicadora que le suele distinguir, y siguió atacando a su primer ministro, al que de manera velada acusaba de ser un auténtico incompetente. Conte intentó apaciguar a Renzi con varias reuniones con los representantes de Italia Viva, pero de nada sirvió. Sólo hubo tregua para aprobar la Ley de Presupuestos Generales del Estado (PGE), que salió adelante en la última semana de diciembre. Pero, antes de la definitiva aprobación en el Senado, Renzi compareció en rueda de prensa presentando un extensísimo documento alternativo con el cual llevar a cabo el “Recovery Fund” en el que volvió a criticar muy duramente la propuesta inicial de Conte. A partir de ahí, con vacaciones navideñas por medio, todo ha quedado pendiente para esta semana, a la espera de cuál es el desenlace. Y, una vez más, el hombre clave en todo este enredo no es otro que el presidente de la República (Mattarella), el único que puede forzar la dimisión de un primer ministro y encargar formar Gobierno a otro; el único, a su vez, que puede dar la espalda a la clase política y nombrar un Gobierno no político (como ya hizo Scalfaro con Lamberto Dini en 1995 y Napolitano con Mario Monti en 2011); y, en fin, el único también que puede ordenar la disolución del Parlamento y convocar elecciones anticipadas.

Mattarella tiene algo muy claro y así lo dejó ver en su tradicional discurso de Fin de Año: quiere que la actual “maggioranza” se mantenga porque es ésta la que debe lograr que, a finales de enero de 2022, cuando expira su mandato como presidente de la República, salga elegido su sucesor, que en este momento parece claro que será Mario Draghi, exgobernador del Banco de Italia y expresidente del Banco Central Europeo (BCE), y la figura transalpina de mayor prestigio e influencia internacional. Y eso que Mattarella no dijo expresamente que quería que siguiera la actual “maggioranza”, sino que prefirió acudir a otra frase (“este será mi último año como presidente de la República”) porque quiere evitar, como sea, que se repita lo sucedido en la primavera de 2013, cuando no hubo manera de lograr un pacto entre las diferentes fuerzas políticas y entonces Napolitano, a pesar de estar a punto de cumplir 88 años, tuvo que repetir mandato y seguir al frente del Quirinal durante un año y medio más. Y es que Mattarella, parlamentario desde 1983, ministro tanto en los 80 como en los 90, y, finalmente, viceprimer ministro entre 1998 y 1999, quiere, como es lógico, retirarse a su Sicilia natal cuando cumpla sus siete años al frente de la Jefatura del Estado (para ese momento le faltarán solo unos meses para cumplir los 81 años) y de ninguna manera revalidar mandato.

Ciertamente, la solución a todo esto no resulta nada fácil de encontrar. Renzi está dispuesto a llevar la situación al límite, porque lo único que él teme (unas elecciones generales anticipadas, dada su muy baja intención de voto confirmada mes tras mes desde hace casi un año) resulta en este momento una auténtica quimera. Con cerca de dos millones de contagiados; con la cifra más alta de fallecidos de toda la Unión Europea; y con 60 millones de personas esperando recibir su vacuna, celebrar elecciones generales supondría un enorme riesgo para la población que Mattarella, como jefe del Estado, hará lo posible por evitar. Por otra parte, Renzi sabe que solo su partido puede dar la mayoría, ya sea al centroizquierda o al centroderecha. 

Y, lo más importante de todo: sus rivales le temen y mucho, porque saben que el aún joven político toscano es capaz de cualquier cosa. Ya hace casi una década se atrevió él solito a plantar cara a la plana mayor del PD cuando su rival Bersani tenía todas las de ganar como secretario general del PD y candidato a las elecciones generales de 2013, e igualmente hace poco más de un año tuvo los arrestos de pactar con su “íntimo enemigo” (el Movimiento Cinco Estrellas) con tal de poder mantener su influencia en la política italiana. Claro que la capacidad para forzar la situación por parte de Renzi tiene un límite: si Mattarella acaba hartándose y nombra un Gobierno no político, entonces esto sí que supondría el final de la carrera política de quien a día de hoy sigue siendo el primer ministro más joven de la historia de la I República italiana.

En ese sentido, la pregunta fundamental es por dónde piensa tirar el presidente de la República: ¿un Conte-dos con cambios en algunas carteras como Infraestructuras y Obras Públicas o Instrucción Pública? (lo que se conoce como “rimpasto” o remodelación); ¿un “Conte-terzo con muchos cambios en la estructura de Gobierno y con Vicepresidencias para Di Maio, por Cinco Estrellas, y Orlando, por el PD? ¿O un Gobierno que se mantuviera como está, pero con Conte teniendo que tragar con lo último que quiere tragar, que es que el país acepte someterse al “Mecanismo salva-Estados” (MES) además de asumir muchas de las exigencias de Italia Viva en el nuevo “Recovery Fund” incluida la “delega” de los servicios secretos en una persona no perteneciente al Gobierno? Todo ello sin olvidar la posibilidad de que Conte no tenga más remedio que dimitir, teniendo en cuenta su pésima gestión de la “emergencia sanitaria” en los últimos meses y que se trata de un “premier” más que amortizado (los casi 1.000 días que lleva de presidente del Consejo de Ministros entre sus dos Gobiernos hacen pensar que su final puede estar cada vez más cercano).

Veamos cómo finaliza todo este conflicto, pero solo hay algo más que evidente: no se puede seguir perdiendo más tiempo con conflictos entre los miembros de la coalición. El país está ya sumido en plena “terza ondata” (“tercera ola”); los fondos europeos ya están a disposición del Gobierno; y con una deuda ya cercana al 159% sobre PIB nacional más un desempleo cada vez mayor, la recesión implicará la necesidad de más unidad que nunca. La respuesta a tanta incógnita, en cuestión de menos de dos semanas.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro ‘Italia, 2013-2018. Del caos a la esperanza’ (Liber Factory, 2018).