Golpe al Credit Suisse y a la banca helvética

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Desde el pasado fin de semana un consorcio de periodismo de investigación está poniendo al descubierto 18.000 cuentas, pertenecientes a 30.000 personas, todas ellas en el Credit Suisse, la segunda corporación bancaria de la Confederación Helvética después de UBS. La envergadura del consorcio, que agrupa a medios como el alemán Süddeutsche Zeitung, el británico The Guardian, el norteamericano The New York Times y el francés Le Monde, confiere al escándalo la credibilidad suficiente como para asestar un golpe brutal al banco señalado, y por extensión, a buena parte del sistema financiero helvético.

El ingente material filtrado por un confidente anónimo al diario germano – que lo ha compartido y examina su veracidad con sus consocios- explicita nombres y cantidades de personajes de todo tipo de no menos de 90 países. Una larguísima lista de dictadores, jefes de servicios secretos, traficantes de personas, drogas y armas, reyes de casinos o magnates de las más codiciadas materias primas componen el nutridísimo muestrario de multimillonarios procedentes de los cinco continentes, encabezados por los que lograron amasar grandes fortunas en sus propios y pobres países.

Protesta airadamente el Credit Suisse al señalar que los propios investigadores periodísticos reconocen que el 90% de las cuentas y sus titulares señalados han sido cancelados o están en proceso de terminar de hacerlo. Ciertamente, ello parece ser así a tenor de lo que se va publicando, pero tampoco lo es menos que numerosos países aún arrastran las consecuencias del saqueo al que fueron sometidos durante muchos años, y que el fruto de ello terminó albergado en las cajas fuertes de este banco. El Credit Suisse ha pagado en los últimos años 4.200 millones de dólares en multas y sanciones, impuestas esencialmente por las autoridades de Estados Unidos, al comprobarse su concurso necesario en el lavado de dinero y los fraudes al fisco norteamericano. Todavía hoy The Tax Justice Network estima el total de pérdidas fiscales anuales que acaban en Suiza en 21.000 millones de dólares.banca suiza

Discreción, secreto bancario, paraíso fiscal

La historia siempre está ahí para contarse, y el daño reputacional no se repara de la noche a la mañana. Se defiende también el banco señalando que las nuevas leyes helvéticas abolieron el famoso secreto bancario y que observa las estrictas medidas de investigación (due diligence) que se imponen cuando una institución de otro país o un ciudadano extranjero quieren abrir una cuenta. Se les considera potenciales clientes de alto riesgo si el dinero que quieren depositar está relacionado con el juego, el tráfico de armas, los servicios financieros y la minería. Sin embargo, los examinadores de las filtraciones se fijan en un dato muy revelador: el tiempo transcurrido entre la notoriedad de que un determinado personaje era un delincuente y el cierre correspondiente de su cuenta, constatándose en un gran número de casos que entre uno y otro momento pasa un gran número de años.

El confidente (whistleblower) que ha desvelado los datos lo ha justificado denunciando que “las leyes que protegen el secreto bancario suizo son inmorales. So pretexto de proteger la privacidad financiera se cubre el vergonzoso papel de los bancos suizos como colaboradores de los evasores de impuestos”.

La vocación por el secreto bancario de Suiza comienza exactamente en 1713, cuando el Gran Consejo de Ginebra prohíbe a los banqueros del cantón revelar detalles de las fortunas depositadas por los aristócratas europeos en sus establecimientos. El país se convierte así poco a poco en un paraíso fiscal y un refugio seguro respetado por todos los países.

En 1934 la Ley del Secreto Bancario califica como delito la revelación a autoridades extranjeras de cualquier dato relativo a sus clientes de cualquier país del mundo. La estricta observancia de la norma acrecentó el prestigio de la banca suiza y multiplicó considerablemente sus depósitos, fuera cualquiera el origen del dinero. 
Todo cambió en 2007, en que el “banquero traidor” (así lo llaman quienes fueron sus pares) Bradley Birkenfeld facilitó voluntariamente a las autoridades de Estados Unidos información sobre cómo su banco ayudó a evadir impuestos a miles de potentados norteamericanos. En 2014 Suiza firmó la Convención Internacional para el Intercambio Automático de Información Bancaria, aunque solo la empezaría a poner en práctica en 2018, o sea ayer mismo. A día de hoy, y según The Guardian, el sistema financiero helvético maneja 7,9 billones de CHF, de los que casi la mitad corresponden a clientes extranjeros.

En cuanto al Credit Suisse, su anterior presidente, el banquero-estrella António Horta-Osório terminó dimitiendo a principios de este año por habérsele descubierto transgrediendo las restricciones a causa de la COVID-19. Su sucesor, Axel Lehmann, apenas tomó posesión reconoció que el banco había perdido 1.600 millones de CHF en el último trimestre de 2021. Incluye en ellos 400 millones provisionados para posibles sentencias condenatorias por “asuntos heredados del pasado”.    

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