Opinión

Hasta nunca año maldito

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Hace unos días releí el Diario de Ana Frank con ese desasosiego que nos ha inundado en los últimos largos meses en esta guerra, como lo dijo el presidente de Francia, Emmanuel Macron, contra un enemigo invisible que ha dejado ya un reguero de fallecidos y de millones de damnificados por todo el mundo.

Nunca comprendí con tanta profundidad lo que aquella chiquilla inquieta, coartada su libertad y la de su familia, escondida de los nazis y sin capacidad de tomar decisiones, pretendió plasmar en ese diario confidente testigo mudo de su día a día. 

Esta pandemia nos ha convertido en rehenes de los políticos, del gobierno, de los científicos, del virus y hasta de nuestro propio miedo; en cada guerra solo sobreviven los que más resisten, los que tienen resiliencia y fortaleza, a veces los que se inventan su propio submundo dentro del mundo sin certezas y viven su fantasía como la de aquel loco de Mauthausen que tras finalizar la Segunda Guerra Mundial recobró la cordura y se convirtió en feliz sobreviviente.

Hace unos días, la Fundación del Español Urgente, eligió la palabra confinamiento como la más destacada de 2020, es verdad, que ninguna otra palabra ha sido repetida más veces y con tal insistencia en diversos idiomas.

Para mí, en lo personal, las dos palabras del año son: sobrevivir y resiliencia; la primera, la hemos vivido en nuestras carnes tanto como la segunda, sobre todo quienes experimentamos un confinamiento duro en el que solo se podía salir para comprar comida, ir al banco, a la farmacia o al hospital como pasó en España y en otros países aledaños. 

Este año se nos va y todos quisiéramos que con él se largase para siempre la plaga del SARS-CoV-2 y recuperar nuestra cotidianidad desde el segundo uno de 2021… sin embargo, sabemos que no será así. 

Ana Frank, en su diario, narró su momento personal con una dosis de esperanza, de ingenuidad, ella no sabía bien si tendría un futuro, ni cuándo ni en qué momento terminaría esa guerra absurda que había convertido a los judíos en carne de cañón… tampoco entendía, si mañana o pasado mañana, seguirían escondidos o si, finalmente, en algún momento serían encontrados... 

Solo le quedaban sus sueños y sus sentimientos, tan suyos como tan nuestros, porque está pandemia maldita no podrá robárnoslos, algo así hemos vivido salvadas las proporciones del caso; no tenemos certezas y acaso podemos planificar muy en el corto plazo porque dependemos de las decisiones de otros y del transcurso de la emergencia sanitaria. 

A colación

Este año he tomado la decisión de desaprender muchos de los tópicos bajo los que hemos sido educados y guiados para recordarme, sobre todo, que no quiero formar parte de una sociedad materialista, sino humanista. 

Hace unos días, Tedros Adhanom, titular de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alertó que vendrán peores pandemias que las actuales y no en tan lejano tiempo; yo entiendo que es una llamada de atención, sobre todo para nuestros políticos, cuyas decisiones se traducen en presupuestos anuales en los que se decide si gastar más, o menos o incluso recortar en gasto sanitario e infraestructura hospitalaria, así como en personal médico. 

Yo entiendo la posición de Adhanom aunque lo hago con cierto hartazgo porque no me gusta que me metan miedo; si bien es un hecho que necesitamos políticos comprometidos con la salud de todos nosotros es esa la máxima enseñanza que nos ha dejado este 2020, sin salud ni somos nada  y aquí no hay distinciones entre ricos ni pobres. 

Más salud y menos armas, menos gasto en Defensa, aunque paradójicamente este año volvió a incrementar el gasto militar global y lo hizo en los países más gravemente afectados por el coronavirus como China, Rusia, Estados Unidos y Reino Unido.

Ni la pandemia y su transcurso este año han frenado las ambiciones, ni las estrategias, ni aminorado la carrera de rearme, una franca inmoralidad en medio de tanto dolor. 

Reino Unido convertido en el epítome de la tragedia de la COVID-19 con hospitales a nada de colapsar y con la alerta de que no tiene suficiente oxígeno para sus nosocomios, en noviembre pasado, anunció que fortalecerá su gasto militar con 22.000 millones de dólares extras para los próximos cuatro años y pasará a ser, después de Estados Unidos, el segundo país miembro de la OTAN que más aportará a su defensa. 

Justo cuando los británicos esperarían un mayor gasto e inversión en infraestructura sanitaria, el premier Johnson concede un cúmulo de recursos al Ministerio de Defensa convirtiéndose en el mayor presupuesto de las últimas tres décadas… para más inri. 


Para mis queridos lectores, mi mayor deseo de salud y de fortaleza