Impacto económico de la guerra

Ucrania

El presidente del Banco Mundial ha declarado que la guerra en Ucrania es "una catástrofe" para el crecimiento económico mundial. El impacto económico de la guerra va mucho más allá de la devastación causada a los países implicados. Más allá del terrible coste humano de la guerra, tanto en términos de soldados como de civiles, la guerra en Ucrania se produjo en un momento en el que la economía mundial ya se tambaleaba por la pandemia de la COVID-19 y un aumento general de la inflación.  

Los precios mundiales de la energía se han disparado, lo que a su vez ha repercutido en la industria y la fabricación, lo que se ha visto agravado por la dificultad de abastecerse de materias primas metalúrgicas como el hierro y el acero, así como de madera, carbón y minerales. En particular, la agroindustria ha visto cómo los precios de los alimentos se han disparado, causando tremendas dificultades a los ya vulnerables sectores más pobres de la sociedad, que ya se han visto muy afectados por el desempleo y que ahora tienen que enfrentarse a las devastadoras consecuencias de la inflación. 

Que la guerra destruya las economías no es ninguna sorpresa. La Unión Económica Europea, al igual que la propia Ucrania, estaba experimentando un esperado, aunque moderado, repunte antes de la invasión rusa. Ahora Europa tiene que enfrentarse a la realidad de que Ucrania no puede exportar el 70% de su carga debido a los bloqueos de los puertos marítimos y a la destrucción de las plantas de producción industrial. La guerra también está teniendo un impacto económico en el mundo tecnológico global, ya que Ucrania es uno de los mayores productores de neón. Estos son sólo un par de ejemplos de la devastación económica que la guerra trae consigo. 

Por lo tanto, es seguro asumir que la guerra nunca es en interés de ninguna nación, y con Rusia experimentando embargos económicos paralizantes y sanciones internacionales, parece cada vez más probable que la guerra en Ucrania debe terminar ahora o corre el riesgo de convertirse en una dolorosa guerra de desgaste que no será en interés de nadie. Los conflictos armados son siempre imprevisibles, ya que la historia está plagada de "guerras relámpago" que acabaron prolongándose durante años; por lo tanto, ha llegado el momento en que no nos queda más remedio que aprovechar este momento y luchar por la paz a través del diálogo. Debemos utilizar la pluma y no la pistola para crear acuerdos vinculantes; acudir a las palabras y no a la guerra. 

Esta guerra anacrónica debe terminar ahora. Estamos demasiado interconectados para permitir que nuestras lealtades personales, nociones políticas y emociones prolonguen la guerra. Todos los bandos están sufriendo en este conflicto y el mundo se ha vuelto demasiado pequeño para no aprender de la historia. Debemos aprender de los errores del pasado. Ya no podemos permitirnos elegir un bando, sino que debemos actuar para poner fin a la guerra basándonos en nuestra humanidad compartida y en la necesidad global, en lugar de seguir el liderazgo de una nación. Si queremos poner fin a esta guerra, debemos abordar las cuestiones que la han provocado de forma justa e imparcial, y si queremos garantizar una paz que no esté envenenada por compromisos forzados, debemos llevar a cabo una reforma de los sistemas políticos obsoletos que presionan para obtener beneficios territoriales en lugar de una coexistencia pacífica. 

El mundo nunca ha necesitado tanto el entendimiento entre las naciones. Es imperativo que combinemos nuestros esfuerzos y tomemos medidas para resolver los problemas que causan tanta guerra y división en nuestro mundo. Si somos capaces de unir y educar nuestras mentes, nuestros corazones y nuestras almas en una única visión de un mundo más justo, entonces podríamos acabar con el tormento humano, la miseria y los desastres económicos provocados por todas las guerras, no sólo por el actual conflicto ucraniano.  

Debemos impulsar el diálogo porque el consenso entre las naciones ya no es una opción, sino que es esencial para la supervivencia de una civilización humana. El mundo se ha vuelto demasiado pequeño para elegir una sola lealtad y sólo a través de la unidad podemos superar nuestras diferencias y lograr una paz duradera. No sólo en Ucrania, sino en todo el mundo. 

Los líderes no pueden limitarse a reaccionar a los problemas de forma puntual en función de la opinión pública; deben crear una visión a largo plazo para acabar con las guerras que sea más grande que ellos mismos, y que continúe mucho después de que se hayan ido. En esta era de interconexión global, sólo el diálogo puede poner fin a los conflictos y a las penurias innecesarias que conllevan para todo el mundo. 

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