Opinión

Irán, la vía indirecta

photo_camera Imagen del líder de la revolución iraní, el ayatollah Jomeini y el actual líder espiritual, el ayatollah Jamenei.

En 1979 se producen un hecho clave para comprender la dimensión actual de la República islámica de Irán. En primer lugar, la revolución de 1979 representa el final del antiguo estado de Persia, de la monarquía absolutista de los Pahlevi y el comienzo del régimen teocrático del Ayatolá Ruhollah Jomeini. Es el primer gran triunfo del islam como idea vertebradora de las nuevas sociedades árabes y musulmanas.
La revolución se origina en torno a todos los movimientos políticos opuestos al régimen del Sha, desde la izquierda marxista, pasando por el islamismo de izquierdas o los demócratas liberales, apoyados por grupos sociales eminentemente urbanos, muy influyentes en la sociedad iraní como son los grupos y organizaciones dedicadas a la actividad comercial. Pronto el movimiento revolucionario es subvertido por los islamistas más radicales, partidarios de la instauración de una teocracia dirigida por el exiliado Ayatolá Jomeini. EEUU pierde a su más fiel aliado en la zona y a su hombre en Teherán. 
La represión del nuevo estado se dirigió en primer lugar contra las élites del antiguo régimen de los Pahlevi, comenzando por la policía y el ejército, pero rápidamente se extendió a toda la oposición política laica.
El marcado anti occidentalismo del nuevo régimen pronto choca con EEUU, sustento económico y político del depuesto Shah Reza Pahlevi y por lo tanto responsable de las políticas represoras del Shah, a ojos de la nueva sociedad islámica iraní. Reza Pahlevi hasta la revolución era el garante de los intereses americanos en la región, baluarte, miembro del CENTO (Organización del Tratado Central), en la línea del frente con la URSS y por sus dimensiones territoriales y demográficas el gendarme regional de EEUU y principal apoyo de Israel frente a sus vecinos árabes. El gobierno Pahlevi recibe ayuda militar americana de primer orden, como los modernos cazas F-14, llegando el gobierno de EEUU a ser receptivo ante la solicitud de Teherán de dotarse con armamento nuclear. El antagonismo entre el nuevo gobierno iraní y EEUU culmina con el asalto de la embajada de americana en Teherán y la detención del personal diplomático de este país. Las repercusiones de la revolución iraní se dejaron sentir incluso en Arabia Saudí, en diciembre de 1979 la Gran Mezquita de la Meca es asaltada por un grupo armado de rigoristas suníes contrarios al gobierno de la Casa de Saud, partidarios de la imposición de un estado teocrático. Jomeini calificó a los miembros de la familia real saudí de corruptos e indignos de ser los custodios de los lugares santos del islam. Es tras el asalto de comandos franceses a la Gran Mezquita de la Meca cuando Irán declara que la protección de los oprimidos del islam en cualquier parte del mundo, tal y como marca el credo chií es la directriz a seguir en política exterior. Esta declaración tiene dos consecuencias inmediatas, provoca un levantamiento de las minorías chiíes de Arabia Saudí en la ciudad de Qatif, presumiblemente apoyadas por Irán y un intento de golpe de estado por parte del Frente Internacional por la Liberación de Bahréin, esta vez sí, apoyado por Irán, que fracasa, pero termina de complicar las relaciones entre Teherán y Riad.
1980 marca otro hito en la historia contemporánea de Irán tras la revolución, comienza la guerra contra su vecino Iraq. Saddam Hussein, apoyado por EEUU, intenta pescar en rio revuelto, viendo el desorden posterior a la revolución en Irán. Iraq busca una salida al mar y aumentar su extensión territorial a costa de una región iraní rica en recursos. Jomeini no duda en hacer un llamamiento a la Umma en defensa del chiismo en Irán e Iraq y a liberar las ciudades santas chiíes iraquíes que se encuentran en posesión de los impíos. La guerra con Iraq termina en 1988 sin un claro vencedor, pero con un millón de iraníes muertos durante el conflicto y el país sumido en una grave crisis económica marcada por la escasa productividad y la caída del nivel de vida en términos absolutos y relativos en un contexto regional. Las relaciones con Arabia saudí están deterioradas por la financiación militar a Iraq durante la guerra, por la influencia iraní en los chiíes de Iraq, con la sombra del apoyo iraní a las minorías chiíes en el Golfo. Pero sobre todo por la matanza de 400 peregrinos chiíes iraníes en Arabia Saudí en 1987. 
En 1989 muere el Ayatolá Jomeini, y es sucedido por el que hoy sigue siendo el Líder supremo de Irán, el Ayatolá Alí Jamenei. La crisis económica continúa en Irán consecuencia de la guerra de ocho años con Iraq, del aislamiento internacional que no permite la recuperación total del sector de los hidrocarburos iraní, y sobre todo de la crisis del petróleo del 85, que afecta especialmente a Irán dado que sus infraestructuras para la producción y transporte de hidrocarburos habían quedado completamente destruidas al ser el principal objetivo del ataque inicial iraquí, estrategia para detener la producción de crudo iraní con el que financiar a guerra, cortando así sus recursos y llegando a detener la producción en 1984 y 1986, así como con una sobreproducción saudí destinada a tirar los precios a la baja. En las elecciones de 1989 es elegido Akbar Hashemi Rafsanjani, como nuevo presidente de Irán. Reforma la constitución y toma medidas económicas para tratar de superar la crisis que vive el país. Para ello, no duda en alinearse con los reformistas, partidarios de una visión más aperturista del estado, como el mismo Hashemi Rafsanjani tiene. Sin embargo, la política exterior iraní de exportar la revolución a todos los países musulmanes no varía, llegando a romper relaciones en 1992 con Argelia a causa de la represión posterior a la victoria electoral del FIS y el golpe de estado de Chadli Bendjedid. En 1997 es elegido presidente otro reformista, Mohamed Jatami, que trata de continuar las reformas de Hashemi Rafsanjani, liberalización económica y apertura al exterior. En 2003, la invasión y posterior caída del régimen de Saddam Hussein en Iraq, y el rechazo de la población a la ocupación de EEUU, va a acentuar el conflicto sectario entre suníes y chiíes, Irán, su rol de protector de los chiíes de Iraq, donde se encuentran las ciudades sagradas del chiismo, Nayaf, y donde se encuentra la tumba de Alí, yerno del Profeta y primer imán chií y Kerbala, escenario de la batalla Kerbala donde Husáin ibn Ali, nieto del Profeta fue derrotado por las tropas del califa Omeya Yazid I, y lugar de peregrinación del chiismo. 
En 2005, tras el fracasado mandato de Mohamed Jatami, es elegido nuevo presidente, el antiguo alcalde de Teherán, el integrista Mahmud Ahmadineyad. Con Ahmadineyad como presidente Irán acelera el desarrollo de sus investigaciones en el campo de la energía nuclear de uso civil, investigaciones que levantan suspicacias en la comunidad internacional. La negativa de Irán a autorizar la supervisión de su programa nuclear, del que reconocen están enriqueciendo uranio, la defensa cerrada que hacen de su derecho al desarrollo la energía nuclear y el incumplimiento de las exigencias del CSNU (Consejo de Seguridad Naciones Unidas), llevan de nuevo a Naciones Unidas a través del CSNU a emitir la resolución 1737 de 23 de diciembre de 2006, que impone duras sanciones económicas a Irán. 2007 es un suma y sigue entre Irán y la comunidad internacional, la negativa del gobierno iraní a la supervisión de su programa de desarrollo de la energía nuclear llevó al gobierno de Teherán a ser objeto de nuevo sanciones económicas por parte de Naciones Unidas, EEUU y la UE, convirtiendo a Irán en el país con más sanciones económicas del mundo, por delante incluso de Corea del Norte. El régimen de Teherán se enroca en su postura nuclear y fuerza la situación con el desarrollo de sistemas balísticos, lo que lleva al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a emitir cuatro resoluciones más entre 2007 y 2010. Destacando la Resolución 1747 de 24 de marzo, del Consejo de Seguridad, en la que en el anexo I se cita específicamente al general de brigada Qasem Soleimani, comandante de la fuerza Qods del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica como uno de los responsables del programa nuclear con fines militares de la República Islámica de Irán.  En 2011 la OIEA (Organismo Internacional de la Energía Atómica) organismo dependiente de la ONU que se encarga de promover la cooperación y la promoción del uso pacífico y en condiciones de seguridad de la energía nuclear declara que Irán está en condiciones de fabricar un arma nuclear.
Para tratar de comprender mejor y, contextualizar la evolución de Irán en la última década, es necesario un breve ejercicio descriptivo de cuál es la situación actual  incluyendo las repercusiones de las primaveras árabes y las cuestiones más importantes que ocupan la agenda exterior, al margen de la carrera por el liderazgo regional, como son la guerra de Yemen, el cenagal Saudí donde Irán está implicado, en tanto es el principal apoyo de los hutíes, la crisis con Qatar por los yacimientos de South Pars,  los acuerdos nucleares y las repercusiones que ha tenido el abandono de los mismos por parte de EEUU, la post guerra en Siria y la situación en Iraq.
Irán es un país de mayoría chiita de tradición duodecimana, conformado como República islámica. El código jurídico que se aplica en Irán es la sharia, la ley islámica, perteneciente a la escuela Yafarí, la escuela religiosa chií, y máxima representación del islam político chií. El gobierno de Irán proviene de dios y su máxima expresión es la Sharia.
En Irán la minoría cristiana tiene ciertos derechos, incluyendo tres representantes en el parlamento de Teherán. En la última década, gracias en parte al desarrollo derivado del fin de las sanciones económicas consecuencia del programa nuclear, Irán abandonó el aislacionismo internacional para proyectar su influencia hacia Oriente Medio, y el Levante, convirtiéndose en la potencia dominante en la región, por delante de Arabia Saudí y Turquía, y alterando los delicados equilibrios de poder en la zona. Irán es percibida como una potencial amenaza para Israel, de manera directa gracias al importante desarrollo en sistemas balísticos, y de manera indirecta gracias al control que ejerce sobre importantes actores no estatales en la zona, como Hamas y Hezbolá. De la misma manera es percibida en Arabia Saudí, dado su papel de principal apoyo de las minorías chiíes en la región y gracias a la influencia que ejerce sobre esta comunidad en Arabia Saudí y Bahréin, así como el apoyo que Irán presta a los hutíes en Yemen. Irán se ha convertido en el socio más fiable de los gobiernos de Iraq y de Siria, además, de ejercer en Líbano una enorme influencia en la minoría chiita, y de ser el principal patrocinador de Hezbolá. Con la elección de Rohaní en 2013 como presidente del gobierno de Irán, pareció que la situación entre Teherán y los estados del Golfo podría tender hacia un acercamiento político. El gobierno iraní estima que una distensión de la actual situación con Arabia Saudí es posible mediante la apertura de un proceso bilateral de dialogo, mientras que Arabia Saudí ve inviable este proceso mientras Irán no detenga su proyección regional. Amparados en las sanciones económicas debidas al programa nuclear iraní, Arabia Saudí y Emiratos Árabes emprendieron una ofensiva comercial, presionando a compañías occidentales para que cesen sus relaciones comerciales con Teherán. Un caso significativo es el ventajoso acuerdo comercial que el príncipe Muhammad Bin Salman ofertó al presidente de Francia, el mayor socio comercial de Irán dentro de la UE, con la condición de romper las relaciones comerciales Franco iraníes.
Irán se ha enfrentado en los últimos años a un creciente malestar social derivado de la poca relevancia que el fin de las sanciones económicas ha tenido a nivel popular. Mientras que el país se ha recuperado económicamente con relativa rapidez, aún mantiene altos niveles de desempleo y muy altos niveles de corrupción, lo que derivó a finales de 2017 en protestas ciudadanas. Estas protestas pusieron de manifiesto la lucha entre las diferentes facciones que componen la élite política y social en Irán. Por un lado, los islamistas moderados encabezados por el presidente Hassan Rohaní, que defienden la conveniencia de los acuerdos nucleares y la necesidad de reformas políticas y sociales de corte aperturista, y por otro lado la facción liderada por el Líder Supremo y Jefe de Estado de la República Islámica de Irán, Alí Jamenei que, aun admitiendo la necesidad de algunas reformas estructurales en el estado, focalizan todos los problemas del país en EEUU, Israel y Arabia Saudí. Alineados con las tesis del Ayatolá Jamenei, algunos grupos políticos se manifiestan en contra de los acuerdos nucleares y abogan por un desarrollo sin supervisión internacional del programa nuclear iraní, incluyendo, el desarrollo del programa de sistemas de misiles balísticos. Según el FMI, la repercusión de la recuperación economica de Irán, derivada del fin de las sanciones, a nivel social ha sido mínima, sigue siendo el segundo exportador de petróleo de la OPEP, y cuarto a nivel mundial, pero en su PIB solo representa un 17%. Ha crecido el desempleo, la corrupción, la brecha entre ricos y pobres ha aumentado, y las exportaciones, excepto las relacionadas con los hidrocarburos se han hundido. Irán ha incrementado hasta 2017 las relaciones comerciales, especialmente con la UE, y dentro de la UE con Francia, antes de producirse una espantada debido a las amenazas de EEUU, en materia de producción de gas lo que permitió un tímido repunte de la economía iraní con respecto a la drástica caída de ingresos y a la recesión de 2012.
Las tensiones en el plano político, representadas por las primaveras árabes de 2011, derivaron en Oriente Medio y Levante en un repunte del conflicto religioso entre chiíes suníes, en el golfo y en Siria supusieron una escalada del enfrentamiento entre Arabia saudí e Irán, focalizado en Yemen, Bahréin y la propia Siria. En el Golfo, Bahréin se enfrentó a graves protestas de la comunidad chií, que se manifestaba contra el gobierno suní en demanda de mayor participación política y contra las condiciones sociales derivadas de alta tasa de paro entre la población chií. En definitiva, igualdad de derechos con la población suní que copa todos los puestos relevantes en el gobierno, además de tener reservados los puestos en el ejército y las fuerzas de seguridad. Las protestas articuladas entorno a la mayoría chií, y apoyadas por Irán, son reprimidas por un contingente militar del CCG (Consejo de Cooperación del Golfo), encabezado por Arabia Saudí, formado por 1000 soldados saudíes y 500 emiratíes, que intervienen,  apoyados por EEUU, de acuerdo a una petición expresa del gobierno de Bahréin. El CCG denuncia la intervención iraní en los asuntos de las monarquías del Golfo, recordando que Irán reclama Bahréin como su provincia número 14. Las monarquías del Golfo veían como una grave amenaza, la desestabilización de uno de sus aliados clave en el entramado regional y como, un repunte de las protestas chiíes en Bahréin podía contagiarse a la propia Arabia Saudí donde la minoría chií carece de derechos. Se proclamó la ley de emergencia en todo el país y se otorgó a las fuerzas de seguridad, incluidas las extranjeras, que permanecieron acantonadas en el país, amplios poderes para reprimir cualquier tipo de protesta.
En Irán la crisis económica debido al aislamiento internacional por el desarrollo del programa nuclear enfrenta a la sociedad iraní a una difícil situación. La enorme desafección social provoca movimientos similares a las primaveras árabes también en Irán. protestas contra las políticas de corte integrista del presidente Ahmadineyad, contra el aislamiento internacional y la crisis social, que son reprimidas con dureza por la policía.
Esta situación de enorme inestabilidad social agravada por la crisis económica consecuencia de las sanciones por el desarrollo del programa nuclear persiste hasta 2015 con la firma de los acuerdos nucleares, entre los cinco miembros permanentes del CSNU (Consejo de Seguridad de Naciones Unidas), más Alemania con Irán. Dichos acuerdos impiden el uso de la energía nuclear con fines militares, y están supervisados por la OIEA. Los acuerdos son aprobados por el CSNU el 20 de julio y entran en vigor en octubre. Estos acuerdos, JCPoA (Plan de Acción Integral Conjunto, Joint Comprehensive Plan of Action), responden a varios factores, el primero es el avanzado programa de desarrollo de sistemas balísticos iraní, unido al apoyo que proporciona a varios actores no estatales en la región, principalmente Hezbolá y a la intervención en apoyo de los gobiernos de Iraq y Siria. Otro factor importante que ha llevado a Irán a ratificar estos acuerdos es el creciente malestar en la sociedad iraní tras más de 10 años de sanciones internacionales que estaban ahogando el desarrollo económico de un país considerado uno de los 15 más ricos del mundo en recursos naturales. A principios de 2016 la OIEA certifica que Irán ha cumplido con todas las exigencias de los acuerdos en materia nuclear, incluyendo los programas de desarrollo de nuevas instalaciones nucleares, construcción de una nueva central nuclear en el sur del país con asesoramiento ruso, y cooperación internacional en materia de energía nuclear, inspecciones, programa de modernización de reactores de agua pesada entre China, Irán y EEUU y programas de formación en materia nuclear financiados por la UE. China, se ha revelado como uno de los más firmes aliados políticos de Irán, apoyando sin fisuras a Teherán en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El final de las sanciones económicas internacionales supuso un gran impulso económico para Irán, y su vuelta al escenario internacional. La UE, liderada por Francia y Alemania estima que Irán cumple escrupulosamente los acuerdos nucleares de 2015, Teherán para aumentar la confianza europea, además ha firmado el CTBT (Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares) de 1996 y la HCOC (Convención de La Haya contra la proliferación de sistemas balísticos) de 2002. En este momento Irán es uno de los países con uno de programas más rígidos de supervisión de programas de desarrollo nuclear del mundo. A pesar de estos controles, en mayo de 2018 la administración Trump denuncia el tratado de 2015. Uno de los argumentos esgrimidos por EEUU para denunciar el acuerdo nuclear, es la continua adquisición por parte de Irán de material necesario para el desarrollo del programa nuclear fuera de los canales establecidos, y por lo tanto ilegales. EEUU exige a sus aliados europeos revisar los acuerdos para negociar un nuevo acuerdo que incluya una declaración explicita de renuncia por parte de Irán a las armas nucleares, nuevas inspecciones en instalaciones industriales ajenas al acuerdo original,  la renuncia de Irán a nuevas pruebas de misiles de largo alcance y la renuncia a la política exterior de expansión regional.  acuerdo ha de ser definitivo y sin fecha de caducidad.
Otro de los focos de tensión donde Irán disputa, de manera indirecta el liderazgo regional con las monarquías de Golfo y clave dentro del entramado regional que ha conducido a la actual situación de Irán es Yemen. Desde 2004 el régimen de Ali Abdullah Saleh mantiene un conflicto abierto con los hutíes, tribu de enorme influencia en el país, de confesión de chií y apoyados por Irán. Los hutíes se unen a las protestas en Yemen en 2011 en el marco de las Primaveras Árabes, protestas que entre otras cosas piden que Yemen decline la invitación del Consejo de Cooperación del Golfo, al gobierno de Saná para convertirse en miembro de pleno derecho, petición que el gobierno ya había aceptado. Bajo mediación de Naciones Unidas el gobierno de Saleh y los hutíes alcanzan un acuerdo por el que Yemen declina la invitación del CCG a cambio de abrir un proceso político nacional en el que los hutíes estuviesen presentes de manera política y no militar. Finalmente, las protestas terminaron con la caída del presidente Saleh, que únicamente era apoyado por los hutíes, una parte del ejército, y otros grupos tribales con poca o moderada influencia. En 2012 se hace con el poder Abd Rabbuh Mansur Hadi, vicepresidente del último gobierno de Saleh. La inusual alianza militar entre Saleh y las milicias hutíes, unidas a una ola de protestas y malestar popular expulsan a Hadi del poder en 2014 y ocupan Saná. Comienza una guerra, en que una coalición liderada por Arabia Saudí y las monarquías del golfo apoyadas por EEUU, invade Yemen. Yemen está dirigido por un consejo revolucionario formado por el presidente Saleh, sus partidarios y miembros de la tribu hutí, en una alianza entre fanáticos religiosos por un lado y un presidente corrupto perteneciente a la élite zaidita, depuesto tras más de 20 años en el poder. El conflicto, enquistado, se convirtie en un cenagal para Arabia Saudí y sus aliados, que acusan a Irán de proveer de sistemas balísticos a los hutíes en contra de la coalición de monarquías del golfo. La situación en Yemen se deterioró de manera drástica, cuando el secesionista CTS (Consejo de Transición del Sur), aliado del gobierno yemení contra los hutíes y de la coalición liderada por Arabia Saudí ocupa Adén y forma un gobierno independiente apoyado por los EUA. Esta esperpéntica situación dio con los dos aliados más importantes de la coalición enfrentados entre sí. La cuestión de Yemen tuvo también proyección en la crisis entre Qatar y Arabia Saudí, que significó otro revés para la coalición liderada por Riad. El enfrentamiento entre saudíes y qataríes por una cuestión de liderazgo se saldó con el abandono de Qatar de la coalición, el acercamiento a Irán por los yacimientos de gas de South Pars, la intervención turca en apoyo de Qatar, y el aislamiento de este emirato por parte de sus vecinos y antiguos aliados. Finalmente un episodio poco conocido en la crisis de Qatar es la intervención en Somalia de Arabia Saudí y los EUA, presionando al gobierno somalí para romper relaciones con Qatar, principal aliado junto con Turquía del gobierno del presidente Farmajo. 
El frágil proceso de paz iniciado en Yemen en el mes de septiembre de 2019 entre Arabia Saudí, el gobierno de Yemen y el CTS culmina a principios de noviembre, con la firma de un acuerdo de paz y la conformación de un gobierno de unidad para enfrentarse a los rebeldes hutíes, que al mismo tiempo mantienen, por un lado conversaciones en Omán con representantes del gobierno saudí y por otro con representantes de la ONU, que garanticen la vigencia de un alto el fuego y la llegada urgente de ayuda humanitaria a las zonas controladas por la milicia chií. 
Al margen de Yemen, los dos escenarios donde la presencia iraní se deja sentir con mas fuerza son Siria e Iraq. En Siria Irán ha jugado un papel clave tanto en la resolución del conflicto de manera favorable a los intereses del gobierno de Bashar Al Assad, como en el actual proceso de estabilización de país tras el conflicto. La alianza entre los gobiernos sirio e iraní, iniciada con Hafed El Assasd, y la estratégica situación de Siria en el Levante, convierten a este país en una pieza clave de la proyección exterior de Irán, que ha aprovechado su intervención en la guerra civil Siria para fortalecer su posición en la región. La situación en el noroeste sigue condicionada por los intereses turcos y la cuestión kurda, donde hemos asistido a la ofensiva turca sobre los enclaves kurdos en Siria y a la creación de un colchón de seguridad entre Siria y Turquía destinado a contener a las YPG, abandonadas por sus patrocinadores americanos, lo que ha conducido a estas a llegar a acuerdos con el gobierno de Al Assad y a aceptar una zona de seguridad entre la fuerzas kurdas y las turcas, controlada por Rusia. Es precisamente el apoyo ruso e iraní el que ha consolidado, sin controlar totalmente el país, el gobierno de Al Assad en Damasco, junto con la evacuación de Siria de las fuerzas de EEUU. Es precisamente esta precipitada evacuación de Siria, la que va a permitir la consolidación de la influencia iraní en el vecino Iraq, Irán puede ya, sin oposición trazar una línea continua terrestre desde Teherán a Beirut y establecer una base permanente en territorio sirio de los Guardianes de la Revolución, aumentando capacidades, inteligencia y proyección militar, así como consolidando su influencia en Iraq y reforzando en Líbano. 
También Turquía mira a Irán con recelo debido a su posición de liderazgo en Siria e Iraq. Sin embargo, las malas relaciones de Ankara con Israel, Arabia Saudí,  Egipto y EEUU han propiciado desde 2011 tímidos avances y acercamientos entre ambos países, como ha ocurrido en Qatar y Somalia. Rusia, Turquía e Irán acercaron posturas en la cumbre de Sochi a pesar de sus intereses contrapuestos en Siria, donde Irán y Rusia apoyan al gobierno de Al Assad y Turquía apoya a la oposición, suní. Ankara, Moscú y Teherán intentaron superar diferencias a priori insalvables, para encontrar una solución al conflicto sirio. En parecida situación se encontraron ambos países en Yemen en 2015, Turquía e Irán apoyaron a facciones opuestas, sin embargo la crisis de Qatar colocó a Irán y Turquía frente a Arabia Saudí. Sin embargo, hay aspectos en las relaciones bilaterales en que han desarrollado una estrecha colaboración, como la cuestión kurda, donde ambos gobiernos llevan cooperando desde 1988 con la creación del Alto Comité de Seguridad, y su reactivación en 2003. Finalmente, Turquía, principal cliente junto con China, del petróleo iraní, se posiciona como uno de los principales apoyos comerciales de Teherán, cuando al establecer sanciones tras el abandono de los acuerdos nucleares por parte de EEUU, declara no respaldar las sanciones impuestas por su aliado en la OTAN.
La relación con los EEUU, inexistente, salvo por breves episodios como el escándalo Irán-Contra, desde el asalto a la embajada americana en Teherán en 1979 y la llamada crisis de los rehenes, ha sufrido altibajos a lo largo de estos últimos 40 años, deteriorándose aún mas si cabe desde la llegada a la presidencia de EEUU de Donald Trump, decidido a detener la proyección regional iraní. Esta política de enfrentamiento con Teherán ha llevado a la administración Trump en 2018 a denunciar y abandonar los acuerdos nucleares con Irán de 2015, denunciar el programa de misiles balísticos y la política de expansión regional, que desestabiliza la región y va en contra de los acuerdos firmados con Irán, reservándose la posibilidad de imponer nuevas sanciones económicas no solo a Irán, si no Asus aliados y a los países con los que tengan acuerdos comerciales. El ataque que ha costado la vida al general Soleimani se enmarca dentro de la situación de inestabilidad en Iraq, donde la escalada en el conflicto entre las milicias proiraníes y los EEUU ha ido en aumento desde hace unos meses, alcanzando su punto álgido con la muerte de un contratista militar el 28 de diciembre en un ataque no reivindicado, a la base militar K1 en Kirkuk, donde se encuentran acantonadas tropas americanas. La respuesta americana es el bombardeo el día 29 de posiciones de la milicia KiB (Kata´ib i Hezbollah) en la frontera entre Siria e Iraq, que produce alrededor de 24 muertos a la milicia pro iraní. Sin embargo, este ataque podría considerarse el punto culminante de un proceso de acción reacción entre Irán y EEUU, comenzado a mediados de 2019, con la llamada crisis de los petroleros. A principios de mayo, Irán amenaza con un bloqueo unilateral del estrecho de Ormuz si EEUU refuerza las sanciones económicas impuestas tras el abandono de los acuerdos nucleares. Ormuz es el paso natural de los barcos que salen del Golfo y por tanto fundamental para el suministro de crudo. EEUU responde con el despliegue de dos portaaviones, unidades de bombarderos y refuerza las defensa aérea de sus aliados en la zona. A partir de aquí la situación se precipita desde mediados de mayo con ataques no reivindicados a seis barcos, dos de ellos saudíes. Tanto las monarquías del Golfo como EEUU y Reino Unido acusan a Irán de ser el responsable de estas acciones, acusaciones que desde Teherán niegan tajantemente. Entre acusaciones sobre el derribo de varios drones tanto por parte iraní como de EEUU, en julio Reino Unido entra en juego, deteniendo en Gibraltar a un petrolero que transportaba crudo de Irán a Siria. La respuesta de Teherán es aprehender en Ormuz a dos petroleros británicos y detener a sus tripulaciones acusadas de contrabando de petróleo. La tensión en la región fue in crescendo hasta el ataque con misiles y drones a las instalaciones de la petrolera Saudí Aramco en Abqaiq y Khurais, al este del país el 14 de septiembre de 2019. El ataque, reivindicado por la milicia hutí tuvo consecuencias relativas para la economía Saudí y en la producción de crudo, pero lo arriesgado del ataque y la selección de un objetivo tan sensible hicieron sonar todas las alarmas y elevaron la tensión en toda la región, cuando tanto el secretario de estado de EEUU Mike Pompeo y el príncipe heredero Saudí, Muhammad Bin Salman acusaron a Irán, de estar detrás del ataque,  más allá de su papel de patrocinadora de la milicia hutí en Yemen. 
Tras deteriorarse la situación en el Golfo y elevar aún más la tensión regional, el eje de acción se desplaza hacia Iraq, donde lo complejo y lo frágil, de la política iraquí, el fracaso del proceso de reconstrucción del país y de construcción de un nuevo estado han propiciado el ascenso de los grupos chiíes, apoyados por Teherán, donde desde 2011 es la principal influencia y apoyo de los sucesivos gobiernos iraquíes, mientras EEUU se centraba en la guerra contra el Estado Islámico. Incluso el ejército ha sido permeable a la influencia iraní durante estos últimos meses en que la inestabilidad y las protestas contra la corrupción gubernamental han sacudido Iraq. En abril de 2019 el gobierno de EEUU declaró como organización terrorista a los Guardianes de la Revolución, poniendo a un pilar del estado iraní al nivel de los actores no estatales más importantes de la región, como Hezbolá, Hamas o KiB. En el Pentágono acusan a Qasem Soleimani de ser el responsable de la financiación y el entrenamiento de las milicias de KiB que durante estos meses han presionado al ejército de EEUU en Iraq y al propio gobierno iraquí hasta crear el actual vacío de poder en que está sumido el país, así como de ser el máximo responsable de la muerte de soldados americanos en enfrentamientos con organizaciones y grupos armados patrocinados por Irán. 
El general Soleimani, Comandante de la fuerza Quds, élite de los Guardianes de la Revolución desde 1998, era considerado el militar más prestigioso de Irán, arquitecto de la estrategia de expansión regional iraní en los últimos 20 años y artífice de la política de apoyo a grupos y organizaciones políticas o militares en la región, llegando a dirigir en algunas ocasiones a unidades iraníes sobre el terreno, tanto en Siria como en Iraq. 
Se le consideraba un militar cercano al ayatolá Jamenei, tanto que por primera vez desde que asumiese la más alta magistratura del estado iraní, ha presidido un reunión de emergencia del Consejo Supremo de Seguridad Nacional. Soleimani además de ser el principal responsable como hemos visto, de las políticas de expansión regional de Irán, juega un papel activo en el desarrollo del programa nuclear para uso militar iraní y en el programa de desarrollo de misiles balísticos. Irán, decreta tres días de luto, para después dar respuesta a la acción americana, antes designa a Esmail Qaani como sucesor de Soleimani al frente de la unidad Quds. Las lecturas que el ataque a Qasem Soleimani tiene son múltiples y van, a nivel estratégico, desde la necesidad que tiene EEUU de detener o ralentizar la expansión regional iraní, donde, desde la fase final de la guerra en Siria, Irán ha asumido una posición de liderazgo frente a actores a priori, menos incomodos para EEUU como Turquía o Arabia Saud. Igualmente en este año 2020 el levantamiento parcial de las sanciones de la ONU permitirá a Irán adquirir armas convencionales y retomar su programas de misiles a partir de 2023, a pesar de los informes de la misma ONU de diciembre de 2019 en que se acusa a Irán de violar entre otras la resolución 2231 de julio 2015.  A nivel doméstico esta acción sirve como distracción de la crisis política en EEUU, donde el presidente Trump se enfrenta en estos momentos a un proceso de destitución con la alargada sombra de las próximas elecciones de esta año 2020. 
Igualmente sucede con el principal aliado de EEUU en la región, Israel, a quien la muerte de Soleimani y sus presumibles consecuencias, ofrecen al primer ministro Netanyahu, muy debilitado por los episodios de corrupción en que está implicado y por la imposibilidad de formar gobierno tras las últimas elecciones, proveen de un nuevo argumento basado en la seguridad y la necesidad de un gobierno fuerte para enfrentarse al nuevo conflicto que está por venir. Israel ha declarado estar preparado para recibir cualquier tipo de ataque por parte de Irán o sus aliados, poniendo en alerta a sus fuerzas armadas y cerrando algunos de los principales lugares turísticos del país. Hezbolá es la espada de Damocles sobre Israel, el principal aliado de Irán y clave en Siria. Teherán proporciona apoyo financiero, militar, logístico y político a Hezbolá desde su fundación a principios de los 80 hasta hoy. Teherán continúa siendo el principal patrocinador de Hezbolá a pesar de las dificultades económicas derivadas del conflicto con EEUU y Arabia Saudí, convirtiéndose en la prolongación militar de Irán hacia la frontera israelí. Líbano es uno de los frentes donde Irán, dada la potencia militar de Hezbolá y la grave crisis social que vive el país desde el mes de octubre, con un gobierno inoperante y las calles tomadas por manifestantes, podría responder más eficazmente a la muerte del general Soleimani. 
EEUU probablemente ha perdido la oportunidad de contribuir a estabilizar la región, la opción de eliminar al hombre fuerte iraní refuerza a la facción dura en Teherán, favorable a una estrategia más agresiva en el contexto de la expansión regional y asunción del liderazgo. EEUU y sus aliados disponen de mayor capacidad militar pero esa superioridad convencional, que no se ha traducido en victorias en Líbano o Yemen ha demostrado que Irán y sus aliados disponen de importantes capacidades y pueden responder a una escalada militar de manera eficaz, tanto golpeando directamente objetivos americanos como, por ejemplo con el tantas veces anunciado bloqueo del estrecho de Ormuz, con las consecuencias económicas que esa acción supondría. En cualquier caso la muerte de Soleimani sume aún más en la incertidumbre a una región necesitada de estabilidad, en un intento de cercenar la influencia iraní en la región, transmitiendo un mensaje que dice, antes en llamas que en manos iraníes, y que puede haber convertido al controvertido general Qasem Soleimani en el Archiduque Francisco Fernando del siglo XXI. China y Rusia de momento guardan silencio. La respuesta iraní no ha guardado los tres días de luto anunciados.