Israel-Emiratos: ¿acuerdo simbólico o confirmación de una realidad?

Acuerdo EAU-Israel

El 13 de agosto, en Oriente Medio, se produjo un evento simbólico: la decisión de Emiratos Árabes Unidos (EAU) de normalizar relaciones diplomáticas con Israel, el enemigo del mundo árabe. Tal decisión dio lugar a la publicación de crónicas y artículos de opinión que ensalzaban el evento como un paso más en la agonía de la idea de dos Estados (uno judío y otro palestino) como establecen los Acuerdos de Oslo de 1993, a ensalzar a Trump como un “genio” de la geopolítica por “resolver” el conflicto árabe-israelí.


No es la primera vez que un país árabe normaliza relaciones diplomáticas con Israel: el honor le corresponde a Egipto, que en 1979 enterró el hacha de guerra con Israel. En 1994 Jordania selló la paz con Tel Aviv al calor de los Acuerdos de Oslo de 1993, donde (en teoría) se reconocía la idea de dos Estados.

Lo relevante ahora es que Israel no se compromete a sacrificar nada simbólico a cambio de restablecer relaciones diplomáticas con EAU. Si bien es cierto que se paraliza de forma temporal la anexión de Cisjordania y los asentamientos judíos -algo que a primera vista mantiene viva la débil llama de los dos Estados- Netanyahu fue rápido en decir que la idea de anexionar los asentamientos (plasmada en el plan de paz de Trump) seguirá adelante en el futuro.  Como resultado, los países árabes están traicionando su tradicional promesa de apoyar a la causa palestina, una bandera que enarbolaron con orgullo desde 1948. Esto significa que están dando su reconocimiento tácito al hecho de que Israel acabará en el futuro incorporando Cisjordania (o Judea y Samaria según quien hable) bajo su control. 

EAU, el país firmante, es conocido mundialmente por Dubái, el exponente del lujo árabe. En geopolítica, es un aliado fiel de Estados Unidos y Arabia Saudí, potencias de peso en Oriente Medio. Bajo el mando de su actual líder, el jeque Mohammed Bin Zayed (MBZ), el emirato se ha consolidado como un enclave de negocios y un baluarte frente a Irán el rival por excelencia de Estados Unidos y los países suníes. 

Esta aversión a Irán, por motivos religiosos y geopolíticos, está detrás de la decisión de EAU. Desde que los ayatolás llegasen al poder en 1979, Irán ha extendido su doctrina chií a lo largo de Oriente Medio. Hoy en día la influencia de Teherán se nota en Beirut con Hizbulá en el Gobierno, en Bagdad, Damasco y Yemen con los Guardianes de la Revolución (especialmente las Fuerzas Quds). Para los países del Golfo, suníes, tal expansión de esta corriente religiosa -tradicionalmente oprimida en el mundo árabe- se ve como una amenaza para sus gobiernos. 


Estos temores fueron reforzados el 1 de septiembre, cuando Ali Jamenei- el Líder Supremo Iraní- dijo que Emiratos “serán desgraciados de por vida por esta traición contra el mundo islámico, naciones árabes y la causa palestina”. Tal mensaje puede interpretarse como un llamamiento al pueblo árabe para que salga a la calle a protestar, especialmente si tenemos en cuenta el poder de convocatoria que la causa palestina tiene en la conciencia popular árabe. 

Es aquí donde la máxima del enemigo de mi enemigo es mi amigo entra en acción: Israel es el adversario mortal de Irán. Además, es un país puntero en ciberseguridad, espionaje y contraterrorismo y el bastión de Washington en la región. Con estas credenciales, no es de extrañar que los países del Golfo decidan enterrar el hacha de guerra con Tel- Aviv a cambio de los beneficios de contar con información sensible sobre Irán, tecnología militar de Estados Unidos (especialmente los cazas F-35) o sistemas de ciberseguridad con los que hackear a Irán y sus aliados. 

Finalmente, no nos podemos olvidar de los grandes perdedores de esta acción: los palestinos. Es de justicia reconocer la sensación que corre en Ramala de traición del mundo árabe. También hay que reconocer que la causa Palestina ya no tiene esa connotación de injusticia que tuvo en los 70 y 80. Hoy en día hay dos facciones (Hamás y La Autoridad Palestina- antigua Fatah-) que mantienen una guerra soterrada por erigirse en campeón de la causa Palestina. Si a esto le añadimos el hecho de que Hamás es apoyada por Irán y las alegaciones de corrupción en el seno de la Autoridad Palestina e inacción de estos frente a la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania, se entiende el hastío (aunque sea en privado) de los países árabes en apoyar la causa Palestina.


Para complicar aún más las cosas, hay voces Palestinas que han apoyado a Emiratos. Una de ellas es la viuda de Arafat, Suha Arafat, que reconoció que Palestina coopera con los servicios de seguridad israelíes, pidió perdón a Emiratos por la reacción de los palestinos y dijo en una entrevista a la televisión israelí que su marido no habría cortado relaciones con Emiratos, como sí ha hecho Ramala. Como resultado, Ramala agoniza al tenor de un conflicto geopolítico y religioso que debilita sus posibilidades de tener un Estado propio, dándole alas al sueño sionista del Gran Israel con Judea y Samaria (Cisjordania) ocupado por la Estrella de David. 

En conclusión, la normalización de relaciones entre EAU e Israel es sintomática de las nuevas líneas de conflicto que marcarán Oriente Medio en las próximas décadas: Irán y no Tel Aviv es el nuevo adversario. Como resultado, EAU ha jugado la carta de los hechos consumados, reconociendo que sellar la paz con Israel le reportará más beneficios que apoyar una causa moribunda como la de Palestina. 

¿Qué depara el futuro? La respuesta la hemos visto esta semana con la llegada a Abu Dhabi del primer vuelo comercial entre Israel y Emiratos de la aerolínea israelí El Al. Se está negociando la oficialización de la relación para mediados de este mes en Washington con MBZ y Netanyahu como firmantes y Trump haciendo el rol de Carter en Camp David en 1978. Según la prensa israelí, MBZ está interesado en visitar Jerusalén, emulando a Sadat en 1977. Si esto ocurriese, sería la confirmación de que el tablero en Oriente Medio se está empezando a reorganizar, con Irán como el nuevo adversario. Aunque aún queda mucho camino por recorrer, un detalle, que, aunque pequeño es simbólico, demuestra la aceptación de los países del Golfo por la acción de Dubái: el vuelo del El Al fue el primer vuelo israelí en recibir permiso para sobrevolar el espacio aéreo saudí. Tal paso puede ser el inicio de la aceptación por parte de las demás potencias del Golfo de Israel como un aliado más que como un enemigo. 
 

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