Italia, el Gobierno Meloni confirma su giro hacia el europeísmo

Giorgia Meloni

Cuando nos encontramos a tan solo mes y medio de que se aprueben definitivamente los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el año 2023, el Ejecutivo encabezado por la presidenta Meloni ha confirmado lo que ya se esperaba cuando recibió el “incarico” de formar gobierno de manos del presidente Mattarella: que abandonaría el euroescepticismo para ir caminando, progresivamente, por la senda del europeísmo. Así se ha constatado con el proyecto de presupuestos que el ministro de Economía y Finanzas, el “leghista” Giorgetti, ha remitido a las autoridades comunitarias, y que dejan claro que detrás de la elaboración de estos presupuestos han estado los dos hombres claves de la economía transalpina, el ex premier Mario Draghi y quien antes que Giorgetti dirigió la cartera clave en el área económica (Daniele Franco). 

En realidad, era sabido que el programa con el que la coalición de centroderecha concurrió a las pasadas elecciones generales estaba plagado de promesas irrealizables, y de ahí que se pasara a unos presupuestos mucho más realistas que no generaran ningún tipo de controversia con una Comisión Europea que, una vez ha comprobado el talante democrático de Meloni y sus ministros (abandonando sus temores iniciales de que fueran de extrema derecha o postfascistas), está con una actitud de máxima colaboración hacia la tercera economía de la eurozona. Y es que la hoja de ruta venía marcada desde hacía casi dos años, cuando Draghi, entonces recién nombrado presidente del Consejo de Ministros, presentó su programa completo de reformas (el célebre “PNRR”) a cambio de los cuales su país recibiría ingentes cantidades de fondos europeos.  

En realidad, el único componente destacable dentro de este proyecto de presupuestos en relación con las propuestas electorales del Gobierno Meloni no es otra que la bajada del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) de productos destinados a recién nacidos, así como el aumento de la duración de las bajas por maternidad. Pero, fuera de ello, poco más se encuentra de todo lo que prometió Meloni. 

Así, entre los elementos más relevantes del proyecto de presupuestos que ahora debe ser examinado por la Unión Europea, destaca la existencia de una suerte de “condonación” de quien hubiera contraído deudas con el Fisco por valor de un máximo de 1.000 euros y que esta deuda, a su vez, se remontara a antes del año 2016. En consonancia con lo que suelen ser las políticas de centroderecha, Meloni rebajará el nivel impositivo sobre el contribuyente, aunque el margen es más bien estrecho teniendo en cuenta que la deuda pública sobre PIB se encuentra en niveles elevadísimos y que la previsión de crecimiento para 2023 no va a ser precisamente buena: ya se ha pasado del +6,3% de 2021 al +3,2% en 2022, y para 2023 muy seguramente se entre directamente en recesión. Y es que a Italia le sucede lo mismo que a Alemania: el problema energético generado por la guerra de Ucrania afecta no solo al consumo doméstico, sino también a las numerosísimas fábricas que están trabajando a pleno rendimiento en este momento en regiones como Lombardía o Véneto. 

De lo que sí se ha beneficiado el Gobierno Meloni, como otros ejecutivos europeos, es de la posibilidad de aumentar el gasto público: la Unión Europea le deja gastar 35.000 millones más el año que viene, aunque con la condición de que 21.000 de esos 35.000 millones vayan destinados a las familias y a las empresas ante la subida del precio de la energía. Igualmente, con el fin de recaudar más dinero, se podrá aumentar el impuesto a los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas hasta alcanzar la cifra del 35%, poniendo como fecha límite el mes de julio de 2023. 

Lo que sí podrá presentar la presidenta del Consejo de Ministros como un auténtico triunfo personal y el cumplimiento de un compromiso con el electorado de centroderecha es la supresión progresiva de la tan polémica “renta de ciudadanía”. Decimos “progresiva” porque, si por Meloni fuera, esta “renta de ciudadanía” ni aparecería en sus primeros presupuestos como premier, pero, de cara a una mayor asimilación social, y teniendo en cuenta que su partido recibió numerosos votos en las principales regiones donde más se cobra este polémico subsidio, no puede hacerlo de un plumazo, sino poner en marcha un período transitorio de un año para que en los Presupuestos Generales del Estado de 2024 desaparezca definitivamente. 

En realidad, la “renta de ciudadanía” nunca ha llegado a ser lo que se prometió en su momento: cuando el Movimiento Cinco Estrellas concurrió a las elecciones generales en marzo de 2018, el compromiso de este partido era que lo recibirían alrededor de cinco millones de familias sin recursos; por un importe máximo de unos 750 euros; y por un período máximo de dos años. La realidad fue, en primer lugar, que poner en marcha la estructura para financiar esta medida necesitaba de un “visto bueno” que nunca obtuvo de la Unión Europea, ya que el entonces Gobierno dirigido por Luigi di Maio y Matteo Salvini necesitaba que el déficit se llevara claramente más allá del 3%, cuando el compromiso del Ejecutivo anterior (el Gobierno Gentiloni, diciembre de 2016-mayo de 2018) era de ir al 0,8% de objetivo de déficit teniendo en cuenta lo abultada que era la deuda pública. Al final ese objetivo de déficit se quedó en el 2,04%, una auténtica “victoria pírrica” del que entonces se conocía como “Gobierno del cambio”. 

Por otra parte, quien debía llevar personalmente este asunto, Luigi di Maio, nombrado en junio de 2018 viceprimer ministro y ministro de Trabajo (a lo que añadía la cartera de Desarrollo Económico), no supo hasta la primavera de 2019 cuál era el número real de peticiones de esta renta, que se concentraba en la mayor parte de la Italia meridional, pero que también recibió un auténtico aluvión de peticiones en la septentrional Lombardía, donde vive el 26-27% de la población transalpina (16 de los 60 millones de habitantes). ¿La primera consecuencia de todo ello? Que en las sucesivas elecciones al gobierno de la región (Cerdeña, Trentino-Alto Adige, Basilicata, etc.), el Movimiento Cinco Estrellas iba de varapalo en varapalo frente a su compañero de coalición, la Liga de Matteo Salvini, que, si en marzo de 2018 había recibido el 17,1% de los votos en las elecciones generales, en mayo de 2019, con motivo de los comicios europeos, ya había subido al 34% de apoyo electoral. Ante este auténtico caos y retrasos de gestión, las consecuencias no se hicieron esperar: el mismo Luigi di Maio que en marzo de 2018 había logrado para su partido el 32,6% de los votos, a finales de enero de 2020, justo antes de las cruciales elecciones a la región de Emilia-Romagna (que finalmente ganó la centroizquierda del PD frente al partido de Salvini, aunque por la mínima), presentaba su dimisión como líder del partido. Y eso que para ese momento la “renta de ciudadanía” ya estaba comenzando a ser cobrada, pero en una cuantía mucho menor y con un número muy inferior al de los que habían realizado la petición de esta.  

El problema es que esta controvertida medida, y así se ha comprobado en los últimos años, lo que fomenta es que no se trabaje: mejor declarar ausencia de recursos, recibir íntegra (o al menos una parte sustancial) la renta y luego ganar un dinero en “b” del que el Estado ni se enteraría ni menos aún ingresaría los impuestos correspondientes, que intentar ganarse la vida trabajando, que era lo que se venía haciendo hasta que Cinco Estrellas incluyó esta promesa en su programa electoral de marzo de 2018. Lo que ha venido a generar un problema muy grave en sectores como la hostelería, donde no se encuentran camareros en no pocos lugares porque quien ejercían esta labor han preferido convertirse en beneficiaros de la mencionada “renta de ciudadanía”. 

Lo más llamativo de todo esto es que el mayor detractor de este subsidio no era, paradójicamente, la primera ministra Meloni, ni menos aún Matteo Salvini, quien votó a favor de esta al formar parte durante un año de la coalición de Gobierno con el Movimiento Cinco Estrellas. En realidad, el acérrimo opositor ha sido el antiguo presidente del Consejo de Ministros Matteo Renzi, quien, como premier durante 1.020 días consecutivos (entre febrero de 2014 y diciembre de 2016), sabía que la Unión Europea nunca daría su “visto bueno” a este desmesurado subsidio: bien lo sabía por las tres veces que hubo de negociar presupuestos con la Unión siendo presidente del Consejo de Ministros. Pero, como Renzi ahora está en la oposición ya que su grupo parlamentario (“Il Terzo Polo”) sólo obtuvo tres decenas de parlamentarios de los 600 escaños en juego entre ambas Cámaras, ha tenido que ver cómo la hasta hace muy poco “soberanista” Meloni era quien comenzaba el proceso de liquidación de la “renta de ciudadanía”. 

En realidad, ya en su momento Mario Draghi, cuando se hizo cargo del Gobierno a mediados de febrero de 2021, la hubiera liquidado, pero no podía hacerlo porque en la “maggioranza” que sostenía a su Ejecutivo estaba precisamente el Movimiento Cinco Estrellas. Ahora, con estos también en la oposición (y tan enfrentados como de costumbre con Matteo Renzi), la “renta de ciudadanía” va camino de su desaparición. Y es que, como ya se ha comentado anteriormente, lo que más se comprueba en este proyecto de Ley General de Presupuestos Generales del Estado es que quienes realmente gobiernan la economía transalpina son Draghi y Franco, ante la poca entidad de Giorgetti para los asuntos económicos. Unos presupuestos que pasarán sin problema el trámite tanto de las autoridades comunitarias como del Parlamento italiano y que lógicamente no son más que el punto de inicio de una política de respuesta a las gravísimas consecuencias que está teniendo la guerra de Ucrania sobre la energía, las exportaciones y el aumento del coste de la vida.  

Pero hay algo que sí que queda bien claro: Meloni comienza, en la práctica, a abandonar el euroescepticismo para abrazar el europeísmo. Que se lo digan a los británicos: en el “referéndum” sobre el “Brexit” votaron a favor de salir de la Unión Europea el 51,6%, y ahora… solo el 31,9% considera que fue un acierto marcharse del proceso de integración europeo. Y, por el camino, cuatro cadáveres políticos: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss, cuatro presidentes de los gobiernos caídos en poco más de seis años. Meloni, que fue durante años “compañera de viaje” de los euroescépticos británicos, ha tomado buena nota de ello y ahora ahí la tienen: más europeísta que el mismísimo Alcide de Gasperi, “padre fundador” de la actual UE. Ver para creer. 

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nebrija y autor del libro “Historia de la Italia republicana” (Madrid, Silex Ediciones, 2021).  

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