Opinión

Italia, la complicada sucesión del presidente Mattarella

photo_camera Sergio Mattarella

Estamos a ya solo siete meses del final del mandato presidencial de Sergio Mattarella, inquilino del Palacio del Quirinal (sede de la Jefatura del Estado italiana) desde finales de enero de 2015. Y, lógicamente, hay que buscarle un sucesor, dado que, aunque la Constitución de 1948 no prevé ningún límite de mandatos (como tampoco lo hace con el presidente del Consejo de Ministros), es tradición que al presidente saliente le sustituya otra persona y no se de la reelección. Recordemos que solo ha habido un presidente de la República (Napolitano) que ha repetido mandato: fue en la primavera de 2013, y se debió a la incapacidad tanto de la izquierda como de la derecha de alcanzar un candidato de consenso. Pero se trató solo de una elección temporal para salir del trance, entre otras cosas porque Napolitano estaba a punto de cumplir 88 años. De ahí que, en cuanto le fue posible, el muy veterano político anunciara su renuncia a finales del año siguiente y que un mes después el Colegio Electoral (compuesto por poco más de un millar de personas) decidiera elegir nuevo presidente de la República al ex viceprimer ministro y siciliano Sergio Mattarella.

Ciertamente, si ha habido algo particularmente complejo en la política italiana eso ha sido la elección del jefe del Estado. Porque para que cualquier candidatura salga adelante se necesita el voto favorable de dos tercios del cuerpo electoral, si lo que si pretende es que salga en primera, segunda o tercera votación; y de la mitad más uno de los votos a partir del cuarto escrutinio.

Cierto es que hay una serie de normas no escritas por las que se guía la elección. La primera de ella es que los posibles candidatos han de tener una intachable trayectoria, ya que el presidente de la República tradicionalmente ha sido una figura de enorme prestigio y consideración social. Además, ha de tener un conocimiento importante de la clase política del momento, ya que, en caso de conflictos entre partidos (algo muy habitual cuando se trata del Parlamento italiano), el presidente de la República ha de actuar como árbitro y resolver el problema de ingobernabilidad que acaba de generarse, pudiendo recurrir a un Gobierno no político (como ha hecho Mattarella recientemente al encargar formar Gobierno a Mario Draghi) o disolver el Parlamento y convocar anticipadamente elecciones si constata que no existe una auténtica “maggioranza” que pueda gobernar el país. Finalmente, suele buscarse el pacto entre izquierda y derecha, aunque no siempre es posible: en la elección de Napolitano en 2006, este salió por la mínima y porque ni izquierda ni derecha lograban imponer en sus candidatos; en la de 2013, ni siquiera hubo un acuerdo de última hora entre las fuerzas políticas, lo que obligó al citado Napolitano a revalidar mandato (muy a su pesar); y, en 2015, Mattarella salió con los votos básicamente del centroizquierda más un buen puñado de “francotiradores” del centroderecha cuyo nombre nunca se supo porque el voto, en este caso, es secreto.

Hasta comienzos de febrero de este año, el asunto parecía muy claro de cara a la elección presidencial: el candidato era único, y se llamaba Mario Draghi. Banquero y economista de profesión, con una amplia trayectoria en las instituciones italianas (ya en 1990 trabajaba para el Ministerio del Tesoro y luego fue gobernador del Banco de Italia), y con una destacadísima actuación al frente del Banco Central Europeo (hasta los alemanes se rindieron al rigor y eficacia de Draghi, hombre clave en la salvación de la moneda única entre 2011 y 2019), amén de un perfil de hombre independiente (nunca ha militado en ningún partido político), la única incógnita es quién pondría antes su nombre encima de la mesa. Le hubieran votado todas las fuerzas políticas salvo seguramente el Movimiento Cinco Estrellas, habituado a dar la “nota” aun cuando el candidato propuesto por la mayoría reúna todas las virtudes para ser votado.

Pero, como es sabido, Draghi, tras caer la coalición de centroizquierda que gobernaba el país desde septiembre de 2019, fue llamado por Mattarella para hacerse cargo del Gobierno, y la cuestión es qué va a suceder ahora. Draghi sigue conservando intactas sus posibilidades de ser el nuevo presidente de la República, pero la cuestión es si el banquero romano va a querer dejar el Gobierno cuando está recién iniciada la tarea que le fue encomendada. Recordemos que el fin fundamental de su nombramiento como “premier” era poner en marcha los fondos del llamado “Recovery Plan” (209.000 millones en el caso italiano), pero, para cuando llegue la elección presidencial (finales de enero de 2022), Draghi apenas habrá iniciado su labor. Seguramente para ese momento habrá logrado vacunar al conjunto de la población y con ello se asegurará parar el avance del coronavirus, que ha dejado alrededor de 100.000 víctimas ya en la nación transalpina, pero los fondos europeos apenas habrán comenzado a dejar sentirse. Y Draghi no es persona de dejar las cosas a medias, de ahí que seguramente pida a las diferentes fuerzas parlamentarias que no le designen nuevo presidente de la República. 

Si esto sucediera finalmente así, existen varias alternativas. La primera es que Mattarella sea, como Napolitano, reelegido para un segundo mandato. Aunque este año cumplirá ya los ochenta años, ha demostrado, con la última crisis de gobierno, encontrarse en plenitud de facultades tanto físicas como mentales (además de que, en conjunto, ha tenido un mandato presidencial cómodo, con las únicas excepciones de las complejas negociaciones para el llamado “Gobierno del cambio” (marzo-mayo de 2018) y del nombramiento de un nuevo Ejecutivo en septiembre de 2019 tras hacer caer Matteo Salvini el anterior). Mattarella, además, es viudo, con lo que no tiene mayor premura por regresar a su Sicilia natal. Cuenta igualmente con la mejor valoración posible por parte de la población italiana, y además sabe que su segundo mandato, como sucedió con Napolitano, sería una solución transitoria a la espera de una nueva elección que seguramente tendría lugar justo un año después. Y ahí sí que Draghi podría aceptar convertirse en presidente de la República, ya que, con dos años al frente de la Presidencia del Consejo de Ministros, su labor tendría evidentes efectos sobre la marcha del país y además cuenta con un sucesor de la máxima confianza: Daniele Franco, exdirector general de la Banca de Italia y ahora ministro de Economía y Finanzas.

Claro que hay que contar con que Draghi mantenga su “no” e igualmente Mattarella se niegue a aceptar una reelección (en cuanto puede, lanza mensajes en este sentido, la semana pasada mismo dijo en un acto público con jóvenes que él ya era “viejo” y que tenía muchas ganas de volver a su Sicilia natal). De ser así, entonces sí que habría un auténtico problema, entre otras cuestiones porque sería la primera ocasión en que, siendo primer ministro un independiente, haya que elegir jefe del Estado. Recordemos que, en el caso de Napolitano en 2006, el primer ministro era Romano Prodi; que, en 2013, Mario Monti, aunque independiente como Draghi, se encontraba en funciones y que quien debía promover un candidato era Pierluigi Bersani, vencedor en las elecciones generales de febrero de ese año; y que en 2015 el primer ministro era Matteo Renzi, perteneciente en ese momento al Partido Democrático (PD).

Mario Draghi

¿Quiénes pueden ser los candidatos alternativos? Esa sí que es una cuestión difícil de resolver. La candidatura de Romano Prodi, que no pudo salir adelante en 2013 por culpa de 104 “francotiradores” del PD, puede volver a ponerse encima de la mesa. El economista y dos veces “premier” (1996-98 y 2006-08) tendrá para ese momento 82 años, pero eso no es obstáculo: Sandro Pertini, socialista y presidente más votado en la historia de las elecciones presidenciales, se convirtió en el nuevo presidente de la República con 82 años, que era la edad con la que contaba en 1978, momento de la elección de una nueva Jefatura del Estado tras la dimisión del presidente anterior (el democratacristiano Giovanni Leone).

Sigue teniendo igualmente posibilidades el ex primer ministro Mario Monti: tendrá 78 años en el momento de la elección, es senador vitalicio y sigue siendo una figura respetada, aunque no se guarde buen recuerdo de su Gobierno por la drástica reducción del gasto público que hubo de hacer. Pero es igualmente cierto que conoce bien la política italiana; que su trayectoria es de una honestidad acreditada; y que mantiene intacto su prestigio personal e intelectual.

También puede ser elegido presidente Silvio Berlusconi, cuatro veces “premier” (es la persona que más tiempo ha estado al frente del Consejo de Ministros, unos 3.500 días repartidos en tres legislaturas diferentes), y él mismo ha ofrecido su candidatura. Pero el político y empresario lombardo comienza a tener una salud cada vez más precaria: en septiembre cumplirá 85 años, ha tenido ya dos operaciones a corazón abierto (2006 y 2016) y ahora está sufriendo constantes ingresos hospitalarios.

En realidad, los inquilinos del Palacio del Quirinal no se han distinguido por haber sido, al mismo tiempo, numerosas veces primer ministro. Alcide de Gasperi, ocho veces consecutivas “premier” entre 1945 y 1953, recibió el ofrecimiento de ser el primer presidente de la República en 1946, pero lo declinó porque estaba metido de lleno en la construcción del nuevo orden político, económico y social que culminaría con la Constitución de 1948 y la celebración de las primeras elecciones de la historia de la República italiana (junio de 1953). El romano Andreotti nunca tuvo posibilidades reales de ser presidente de la República, porque la corriente de izquierdas de la DC y el PCI nunca le hubieran dado esa posibilidad. Amintore Fanfani, seis veces primer ministro, lo intentó en 1971, pero los “francotiradores” lo impidieron y el elegido fue el campanio Leone. Y tanto Aldo Moro como Mariano Rumor, ambos cinco veces presidentes del Consejo de Ministros, nunca llegaron a ser candidatos oficiales a la Presidencia de la República: Moro logró que su hombre (el socialdemócrata Giuseppe Saragat) sí saliera elegido en 1964, pero nada más.

En relación con ello, no se atisba de momento quién puede ser esa figura de prestigio que pueda ser elegido presidente de la República. Expresidentes del Consejo de Ministros nunca ha habido tantos vivos en la elección presidencial: De Mita, Berlusconi, Prodi, Monti, Renzi, Gentiloni, Conte... Pero, entre los que cuentan con muchos años (De Mita, Berlusconi o Prodi), más los que apenas tienen peso político, o los que su popularidad se encuentra muy a la baja (el caso más claro es Matteo Renzi), e igualmente los que apenas tienen relevancia entre la clase política (Conte), más, finalmente, los que se encuentran ocupados en este momento (Gentiloni es comisario de Asuntos Económicos), realmente no hay ninguno al que se le pueda colgar el cartel de “presidenciable”.

Fuera de ellos, no se encuentran nombres de prestigio en la clase política, sobre todo entre los que han sido destacados en los últimos tiempos. Bonino y Bossi están ambos enfermos (además de que Bossi fue condenado a dos años de prisión), Fini está retirado y Maroni tres cuartos de lo mismo, y no se encuentran diputados de larga trayectoria (como lo fueron en su momento Pertini o Napolitano) que merezcan el honor de convertirse en la primera institución del Estado.

Así que todo queda muy abierto. No sería de extrañar que el finalmente elegido saliera de una alianza entre el centroderecha y la Italia Viva de Renzi: entre ellos suman los votos necesarios para sacar un candidato a partir de la cuarta votación. Y el nivel de enfrentamiento entre Renzi, por un lado, y PD y Cinque Stelle, por otro, es tan elevado, que difícilmente el nuevo presidente de la República puede proceder de las filas de izquierda como sucedió en el caso de Napolitano o incluso Mattarella. Dejemos que los políticos italianos nos sorprendan una vez más, pero el “tottonomi” ya ha comenzado, y así seguirá hasta finales de enero de 2022.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Historia de la Integración Europea en el Centro ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana’ (1946-2021) (Sílex Ediciones, 2021).