Italia, a un año de las elecciones generales y sin ninguna coalición segura

Matteo Salvini

El 4 de marzo de 2018 se celebraron las últimas elecciones generales en la vecina Italia y, a pesar de quedar ya menos de un año para las siguientes (todo ello sobre la base de que se agote la actual legislatura), aún no se sabe prácticamente nada sobre cómo se van a presentar los partidos. Y es que el tema no resulta nada fácil: prácticamente la mitad de los actuales parlamentarios no podrán revalidar escaños, ya que, tras el “referéndum” de septiembre de 2020, habrá tan sólo 400 representantes en la Cámara Baja donde antes había 630, e igualmente 200 en la Alta donde históricamente ha habido 315.

Lo único que parece claro es que el centroderecha va a ganar al centroizquierda, ya que, desde septiembre de 2018, les aventaja, encuesta tras encuesta, en más de diez puntos, y la tendencia no cambia. Eso sí, la pugna entre Salvini y Meloni está más abierta que nunca: ¿cuál de los dos será el más votado? A día de hoy, y encuestas en mano, sería Meloni, pero queda un año en el que pueden suceder muchas cosas. Baste, por ejemplo, con que la guerra de Ucrania empeore sustancialmente el cuadro macroeconómico transalpino para que Salvini comience a recuperar el terreno perdido, azuzando su característico populismo, demagogia y ultranacionalismo.

Por el centroizquierda las cosas están aún peor. Cierto es que el Partido Democrático (PD) está mejor que nunca en intención de voto respecto a hace cinco años, pero sigue sin líder (su actual secretario general es interino, y un “regente”, como allí le conocen, no suele ser cabeza de cartel), no celebra primarias y hay muchos frentes abiertos. Uno de ellos es si hacer candidatura conjunta o no con el descangallado Movimiento Cinco Estrellas, que no hace más que bajar en las encuestas: hasta su flamente nuevo líder, el ex primer ministro pugliese o “avvocato del poppolo”, no hace más que desinflarse, porque apenas aparece en los medios de comunicación; haber tenido que abandonar la Presidencia del Consejo de Ministros le ha hecho perder mucha visibilidad; y un profesor universitario (que es lo que es, a fin de cuentas), no suele tener mucho tirón electoral (que se lo digan a Mario Monti en las elecciones de 2013).

A todas estas, el PD tiene un importantísimo problema con el sector femenino de su partido, muy enfadado con la dirección del partido por haber decidido que los tres ministros que entraran en su momento en el Gobierno Draghi fueran los tres hombres, dejando para las parlamentarias los viceministerios y las subsecretarías. Solo les faltaría a muchas de ellas quedarse fuera de los primeros puestos en las listas electorales para que el naturalmente inestable PD (siete secretarios generales entre interinos y ganadores de primarias en menos de quince años de vida que tiene el partido, y eso que uno de ellos, Matteo Renzi, lo fue en dos mandatos distintos) para que se produjera una rebelión en toda regla. Y menos aún para dejar su puesto a personas del Movimiento Cinco Estrellas que durante la legislatura 2013-18 les atacó sin piedad, algo que no pocos tienen aún presente.

Finalmente, hay que hablar de la coalición llamada en este momento “de centro, europeísta y reformista”. La amalgama de posibles partidos es sencillamente descomunal: Italia Viva, Cambiamento, Azione, Piu Europa, etc. A día de hoy, da la impresión de que no debería haber más que una coalición (recordemos que para entrar en el Parlamento necesitan un mínimo del 10% de los votos) habida cuenta que la inmensa mayoría de los apoyos se repartirán entre centroizquierda y centroderecha, y que hay que contar también con el 4-5% que suele cosechar el Partido Popular de Tirol del Sur, también conocido como “Grupo por la Autonomía”. Todo ello sin olvidar que un expulsado de Cinco Estrellas, Paragone, ya ha puesto en marcha su partido; que espera contar con el apoyo de su íntimo amigo y exportavoz parlamentario Alessandro di Battista; y que muchos de los actuales integrantes del Grupo Mixto en ambas Cámaras tratarán de entrar en las listas de algo que vendría a ser como “Nuevo Cinco Estrellas” o algo parecido.

Para saber todo esto habrá un momento clave: las elecciones que han de tener lugar en la región de Sicilia en octubre de este año. Tradicionalmente se ha considerado a esta isla como un auténtico “laboratorio de pruebas” para saber qué va a suceder a nivel nacional, y ciertamente fue así en 2017-18: ganó el centroderecha, el Movimiento Cinco Estrellas logró un nivel muy importante de apoyo y el Partido Democrático, en cambio, perdió el gobierno de la isla. Justo lo que sucedió cinco meses después a nivel nacional: el centroderecha fue el más votado aunque a nivel individual la formación con mayor número de votos fue el Movimiento Cinco Estrellas, y el PD de Matteo Renzi se hundió hasta límites insospechados, logrando un nivel de apoyo muy por debajo de lo obtenido por Pierluigi Bersani en los comicios de 2013.

Y es precisamente a este tema, el de forjar coaliciones de cara a las elecciones de 2023, a lo que tienen que dedicarse todos los partidos, ya que el Gobierno lo está dirigiendo como “mano férrea” Mario Draghi (el resto de los ministros apenas comparece salvo para asunto muy pero que muy puntuales) y por ello la única manera de hacer política en este momento es elaborando un programa político que resulte atractivo y sabiendo escoger a los cabezas de lista en todas las circunscripciones. Todo ello sin descartar que pueda haber un adelanto electoral: los partidos se encuentran cada vez más divididos en torno a la guerra de Ucrania y a la posición de dureza que encabeza Draghi como manera de debilitar (incluso derribar) cuanto antes al presidente ruso (Vladimir Putin), y precisamente por esta razón esa “maggioranza” (con la excepción ya señalada del partido de Meloni) puede romperse en cualquier momento, aunque seguramente Mattarella, jefe del Estado, les apremie a, antes de firmar la convocatoria de elecciones, aprobar la Ley de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el año 2023, lo que daría algunos meses más de vida al actual Ejecutivo. 

Lo único claro, salvo monumental sorpresa, es que no habrá nueva ley electoral, entre otras cosas porque la actual (conocida como “Rosattellum bis”) es plenamente constitucional y porque un gobierno de gestión como el actual lo último de lo que se preocupa es de hacer una nueva ley electoral. A partir de ahí, ya sabe la norma o “sbarramento” (umbral para tener representación parlamentaria) que ésta estableció cuando fue aprobada (octubre de 2017): 3% para partidos individuales y 10% para aquellos que se presentan en coalición. Unas coaliciones que de momento nadie ve pero que quedó claro cuando se solicitó a Mattarella que se presentara a un segundo mandato presidencial que requerirían de mucho tiempo, y en ello están. 

A partir de ahí, toca esperar, aunque no se esperan particulares sorpresas. Y, seguramente, como ha sucedido en los últimos años (con la excepción de la de 2006-08), a pesar de tantos cambios de gobierno, el presidente de la República logrará lo que es un mandato no escrito pero real en su función de primera autoridad del Estado: que no se vaya a elecciones antes de finalizar los cinco años que establece la actual Constitución. Veremos si en el caso de la actual vuelve a ser así.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Relaciones Internacionales en el Centro Universitario ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana (1946-2021)’ (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).

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