Opinión

Italia vuelve a ser el centro del coronavirus en Europa

photo_camera Combinaison d'images d'archives du président turc Recep Tayyip Erdogan et du président français Emmanuel Macron

El mes de octubre que acaba de concluir ha traído una muy mala noticia a la tercera economía de la Unión Europea: el coronavirus vuelve a avanzar implacablemente como ya lo hizo en la segunda quincena de febrero de este mismo año. Con el añadido de que ahora se juntan la llamada “emergencia sanitaria” (bien solventada por el Gobierno actual cuando se trató de la primera “ola”) con la “emergencia económica”, lo que hace mucho más complicada la toma de decisiones e igualmente la asunción de las mismas por parte de los dirigentes, sea cual sea el nivel. Y es que el país sigue con la permanente anomalía en la que vive desde las elecciones generales de marzo de 2018: por un lado, una coalición de Gobierno bastante heterogénea que va desde la más pura izquierda que representa LeU al centro que defiende la Italia Viva de Matteo Renzi, pasando por un PD que intenta actuar de nexo de unión ante el hecho de que el partido más relevante de esa coalición (Cinco Estrellas) es una formación en avanzado estado de descomposición (ya son cincuenta los parlamentarios entre ambas cámaras que se han marchado a otros grupos). Por otro lado, un país donde quince de las veinte regiones que lo integran (entre ellas las dos más relevantes, Lombardía y Veneto) son actualmente gobernadas por el centroderecha.

Esta doble realidad se pone particularmente de relieve cuando el Gobierno central tiene que adoptar medidas drásticas para atajar el avance de la epidemia. Debe recordarse que el actual Primer Ministro (Conte) llegó a la presidencia del Consejo de Ministros con el apoyo de un partido (el Movimiento Cinco Estrellas) que no gobierna ni una sola región, ya que las cinco que no controla el centroderecha es porque al frente de las mismas está el centroizquierda (con una clara mayoría del Partido Democrático). De tal manera que es Nicola Zingaretti, líder del PD, y no Conte, quien tiene la capacidad de imponerse, si es necesario, sobre los gobernadores de Emilia-Romagna, Toscana o Puglia, porque todos ellos pertenecen al partido que él encabeza desde marzo de 2019. Pero Zingaretti ni siquiera es miembro del Gobierno, a pesar de que son numerosas las voces dentro de su formación que piden al presidente Mattarella un cambio de Gobierno (lo que se conoce popularmente como “rimpasto”) en el que por lo menos un representante del PD sea viceprimer ministro, lo que no sucede ahora. Pero se han encontrado con la cerrada oposición del Presidente de la República, Sergio Mattarella. quien curiosamente procede precisamente del PD pero que mantiene contra viento y marea a Conte, cuyo segundo gobierno consecutivo se acerca ya a los 500 días de vida.

El problema que tienen los que cuestionan a Conte como Primer Ministro es que tienen muy claro que no hay alternativa al mismo, al menos dentro de la coalición. El único dentro de la misma que sabe lo que es presidir un Consejo de Ministros (Matteo Renzi, “premier” entre 2014 y 2016), nunca tendría el apoyo de sus compañeros de coalición y además se encuentra en cotas muy bajas de popularidad: su partido es decisivo para sostener la coalición de Gobierno, pero no para imponer a Renzi como jefe de Gobierno. Zingaretti, a su vez, es tan gris como débil su partido en el conjunto de la coalición: recordemos, en ese sentido, que el PD, a pesar de salvar la cara en las pasadas elecciones de septiembre pasado, se encuentra desangrado por las escisiones a derecha e izquierda (la primera a cargo de LeU y la segunda llevada a cabo por Renzi hace poco más de un año). Y la formación más fuerte de la coalición (Cinco Estrellas, a pesar de la ya citada pérdida constante de parlamentarios), una vez amortizado su líder desde marzo de 2018 hasta finales de enero de 2020 (Di Maio), aunque ahora elegirá un nuevo “cabeza de cartel” en poco más de una semana (seguramente saldrá de los ministros que están en el actual Ejecutivo, a pesar de que siempre puede saltar la sorpresa), no tiene a nadie de entidad para relevar a Conte, por mucho que este lleve tiempo desmarcado de esta peculiar formación política.

La pregunta es cuánto tiempo más podrá sostener Mattarella a Conte. Las previsiones económicas de momento son mejores de lo inicialmente esperado, ya que las autoridades comunitarias creen que el PIB del país se contraerá un 9.9%, frente al 12.4% de la vecina España. Pero las cifras de crecimiento de positivos del coronavirus resultan sencillamente estremecedoras. En efecto, el 1 de octubre se notificaron 2.548 positivos; solo una semana después (7 de octubre), la cifra había ascendido a los 3.678; el 11 ya se superaban los 5.000 (5.456 para ser concretos); y el 18 de octubre, finalmente, se alcanzaban los cinco dígitos, al notificarse 11.705 nuevos casos de coronavirus. Al llegarse a la cifra de 414.241 positivos desde que comenzara la epidemia, el gobierno comenzó a tener que tomar medidas contundentes, ya que se habían sumado más de 100.000 casos en menos de tres semanas. Ello supuso un nuevo “lockdown”, no tan duro como el de febrero-mayo de ese año, pero sí lo suficientemente contundente como para que la actividad productiva se resintiera de ello. 

Además, esa realidad agudizó las diferencias dentro de la coalición: PD, LeU e Italia Viva, con Matteo Renzi encabezando la demanda, exigían ya el “sí” al MES (por otra parte apoyado por unos cuantos gobernadores del centroderecha frente a la visión contraria de su líder, Matteo Salvini), ya que el conocido como “mecanismo salva-Estados” supondría una inyección automática de más de 35.000 millones a cambio de que las finanzas públicas se sometieran a un mayor control de los prestamistas (principalmente bancos alemanes y franceses). Pero Conte, asumiendo la posición del partido que le hizo primer ministro (Cinco Estrellas), cortó rápidamente el debate, afirmando que no se trataba de la “panacea” que pudiera curar los males del país. No obstante, la respuesta tanto de Renzi como de Zingaretti (a pesar de las diferencias entre estos dos) es que este fondo supondría disponer de muchos más recursos para combatir las consecuencias del coronavirus, comenzando por mayores medios para el mundo sanitario.

Seguramente Conte no tendrá más remedio que dar su brazo a torcer, porque los datos solo han ido a peor. El 27 de octubre eran ya 21.994 los positivos registrados; el 1 de noviembre ya se frisaban los 30.000 (29.907 en concreto); y, finalmente, a lo largo de toda la primera semana de noviembre se han sobrepasado ampliamente los 35.000, llegando a detectarse, en un solo día, más de 39.000 nuevos positivos. Por regiones, Lombardía vuelve a ser la más sacudida, con cerca de 8.000 casos; pero ahora no es ni Véneto ni Emilia-Romagna los que le siguen, sino Piamonte y Campania. Particularmente grave resulta la realidad de esta última: no solo por ser la más relevante con diferencia de toda la Italia meridional, sino porque, como todas las regiones de su entorno (Basilicata, Calabria, Puglia, Cerdeña o Sicilia), existe una importantísima economía sumergida que no puede llevarse a cabo con las reducciones de los horarios ni con el freno a la libertad de circulación de las personas. De ahí que en Nápoles, capital de Campania, se hayan registrado muy importantes altercados callejeros.

Así, el país ha sido dividido en tres tipos de regiones: las “rojas”, que son las que se consideran que están en un “escenario tipo 4” que les lleva a bordear el cierre completo; las naranjas, que se corresponden con las de “escenario tipo 3”; y las “verdes”, en las que se adoptan las mismas medidas que en el conjunto del país. Se tienen en cuenta, en ese sentido, dos parámetros fundamentales: el alto número de contagios (caso de Lombardía, lo que ha llevado a que su gobernador, Attilio Fontana, así como al líder de la Lega, Matteo Salvini, pongan el grito en el cielo), o la baja dotación sanitaria con la que poder atender casos de contagios (lo que sucede en Calabria, gobernada por el centroderecha, o en Puglia, en manos del centroizquierda). Pero la realidad es tozuda: el país ha sumado en menos de seis semanas más de 600.000 nuevos positivos, con lo que de momento el Ejecutivo no podrá abrir la mano ante la gravedad de la situación. Y es que, tras un verano más que plácido, la nación ha vuelto a situarse en el ojo del huracán.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Investigador de la Fundación “Civismo” y autor del libro Italia, 2013-2018. Del caos a la esperanza (Madrid, Liber Factory, 2018)