Líbano, año cero

Lebanon, year zero
Líbano: ese pequeño, intrincado y apasionante país

Cuando viajé a El Líbano en 2006 -tras la Guerra entre Hizbulá e Israel, para llevar a cabo una misión en terreno de varios proyectos de reconstrucción postconflicto- pude comprender la complejidad del tablero de Oriente Medio expresada en este pequeño, intrincado y apasionante país. En Líbano conviven diversas identidades socio-étnico-religiosas que siguen ubicándose en su espacio propio, sin alcanzar una plena integración común; lo que complica enormemente el progreso del país desde todo punto de vista: social, económico, político e internacional.

Cruce de caminos

Tras haber sido tierra de paso, cruce caminos y presencia de los principales pueblos e imperios de la Antigüedad, la Edad Moderna y Contemporánea -lo que incluye su pertenencia al Imperio Otomano-, la Descolonización de Francia desemboca en la creación de un Estado independiente en 1943. El conflicto árabe-israelí y la propia complejidad interna del país, hace que se desencadene un clima bélico ininterrumpido desde prácticamente el inicio de los años 50, hasta la Guerra Civil Libanesa (1975-2000). Con el final de la Guerra Civil, en el año 2000 finaliza la presencia israelí en el país y años más tarde en 2005, tras el asesinato de Rafiq Hariri finaliza la presencia siria, tras un profundo movimiento de protesta social debido al magnicidio. En el año 2006, tras una serie de ataques cruzados, se desencadena una nueva Guerra Hezbollah-Israel en el Sur del Líbano. Líbano cuenta con frontera al Mediterráneo (al Oeste), frontera con Israel (al Sur) y frontera con Siria (Este y Norte). Como puede observarse, ha estado en guerra con todos los Estados vecinos, participando además directa o indirectamente en todos los conflictos generalizados en Oriente Medio.

La sociedad múltiple

¿Cómo se explica esta concatenación de conflictividad en el país? Tal y como hemos señalado anteriormente, el sistema clánico de El Líbano tiene unas profundas raíces históricas. En tiempos más recientes, dicho sistema se consolida a través de los Acuerdos de Taïf de 1989, en los que, bajo la mediación saudí, se prepara el marco para la paz tras la Guerra Civil libanesa (1975-2000). Estos acuerdos establecían el objetivo -en el largo plazo- de la eliminación de este sistema clánico, pero a la vez, realizaban una distribución del poder pragmática -en el corto plazo- en ámbitos específicos para cada una de las principales comunidades socio-étnico-religiosas: musulmana sunnita, musulmana chiita y cristiana maronita. De este modo, según la Constitución libanesa, la Presidencia del Estado se reserva a los cristianos maronitas; la Presidencia del Gobierno a los musulmanes sunnitas y la Presidencia de la Cámara de Representantes a los musulmanes chiitas. Cada uno de los grupos socio-étnicos ha luchado por mantener su esfera de poder e influir -en la medida de lo posible- en las demás. Los cambios sociales de los últimos años han conducido a importantes movimientos socio-políticos para mantener estas cuotas de poder y en la medida de lo posible aumentarlas -principalmente por los grupos socio-religiosos con más potencial demográfico-.

La población libanesa actual se sitúa en 5,5 millones de habitantes (estimaciones CIA World Factbook, 2020). De ellos, son musulmanes un 61,1% (30,6% sunnitas y 30,5% chiitas; existe también una pequeña proporción de alawitas e ismaelitas). Son cristianos el 33,7%, maronitas en su gran mayoría. Los drusos implican el 5,2% de la población, junto con pequeñas comunidades de judíos, bahaíes, budistas e hindúes (CIA World Factbook, 2020). Conviene añadir que dentro del país existe una importante comunidad de refugiados que según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR o UNHCR por sus siglas en inglés) alcanza casi un millón de personas -procedentes en su mayoría de Siria, con grupos minoritarios de Iraq, Sudán y otros países- (UNHCR, 2020). A ello hay que añadir medio millón de palestinos que viven en El Líbano como refugiados, conforme a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, 2020). Para mayor complejidad, existe un importante número de libaneses que viven fuera del país -lo que se conoce como la “diáspora libanesa”- y que, si bien no existen cifras exactas, según la página “Diaspora.org”, podría ascender a unos 12,5 millones de personas. Según estas estimaciones, 2/3 de los libaneses estarían viviendo en la diáspora.

Cada uno de los grupos socio-religiosos está apoyado por una o varias potencias internacionales. Los sunnitas, por la mayoría de los países del Golfo encabezados por Arabia Saudí, los chiitas por Irán y Siria -e indirectamente por Rusia-, los cristianos por Francia y Estados Unidos principalmente, así como en general por los Estados de la Unión Europea. A ello hay que añadir la presencia de numerosos grupos yihadistas. Israel mantiene relaciones con los grupos sunnitas y cristianos, siendo su gran enemigo Irán y, por tanto, la facción chiita. Conforme a este panorama, Líbano puede ser considerado el territorio de Oriente Medio donde se dirimen las disputas propias y ajenas, lo que explica su inestabilidad y conflictividad cíclica.

Explosión 2020 

A todos los factores antes señalados, hay que añadir los factores críticos propios del año 2020; principalmente la situación económica y la crisis sanitaria. Según el Banco Mundial, el colapso económico se ha debido en los últimos años -en gran medida- al conflicto de la vecina Siria y la presencia en el “País del Cedro” de 1,5 millones de refugiados, de los cuales como ya hemos señalado, aproximadamente 1 millón proceden de Siria (UNHCR, 2020), (UNRWA, 2020). Este hecho ha puesto al límite el sistema económico libanés en 2019. Según el Banco Mundial en 2019 -con datos de 2018-, ha aumentado el desempleo en unas 300.000 personas y la pobreza en unas 200.000. La economía libanesa creció en 2018 tan sólo un 0,2%, habiendo aumentado la inflación considerablemente hasta el 6,1% y el déficit fiscal hasta un 11,5% del PIB. El ratio de deuda por PIB asciende a un insostenible 151% (Banco Mundial, 2019). Por su parte, la crisis sanitaria por la pandemia covid-19 ha causado en el Líbano casi 80 muertes y 6.500 contagios (Ministerio de Salud del Líbano, 2020). 

Estos datos contrastan con el elevado nivel en Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Líbano.  Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el IDH del país en 2019 era uno de los más elevados de la región, con 0,730 puntos y una posición 93ª, siendo considerado como un país de desarrollo humano alto. El indicador IDH mide un conjunto de factores como la renta per cápita, el acceso a la salud, a la educación, la igualdad de género o la pobreza multidimensional (PNUD, 2019). Conforme a estos parámetros, podemos decir que, si bien Líbano es un país de desarrollo alto, su complejidad política y su conflictividad le restan potencial, de modo que. si se resolvieran éstos, Líbano podría ser una de las grandes potencias de Oriente Medio. 

Líbano, año cero

La explosión de casi 3.000 kilos de nitrato de amonio en el puerto de Beirut en agosto de este año ha sido el detonante de una situación insostenible desde el punto de vista social, político, económico e internacional. Esta explosión ha causado unos 5.000 heridos y 154 muertes hasta la fecha, así como una extensa destrucción de Beirut. La explosión ha desencadenado una crisis humanitaria que requerirá un intenso plan de reconstrucción. Conforme la Conferencia de Donantes -celebrada el pasado 9 de agosto bajo los auspicios de París- se podría recaudar un total de 250 millones USD destinados a las necesidades más básicas: educación, salud, alimentos, refugio y medicamentos. La reconstrucción física del país será tan sólo una pequeña parte: la más compleja y duradera se refiere a la lucha contra la corrupción, la revisión del sistema de poderes y, sobre todo, la reconciliación nacional que sigue pendiente desde la finalización de la guerra civil libanesa. Numerosos representantes de Estados, organizaciones internacionales y representantes de la sociedad libanesa han solicitado una investigación internacional independiente para esclarecer lo sucedido. 

La intensidad de la explosión y el daño causado, parecen requerir de una reconstrucción total de Líbano, como si estuviera en el “año cero” de su existencia. En las próximas fechas -el 18 de agosto 2020-, se publicará la decisión del Tribunal Penal Especial para el Líbano que ha investigado judicialmente el asesinato de Rafiq Hariri en 2005 (Tribunal Especial para el Líbano, 2020). Debemos estar atentos a este momento que marcará la posibilidad de reconciliación en Líbano y en especial, la respuesta de la sociedad libanesa que se muestra ya al límite por la falta de avance del país.
 

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