La campaña electoral de los elefantes rosas

Atalayar_campaña electoral Madrid

Un grupo musical de los ochenta puso letra a lo que está ocurriendo cuarenta años después en la política española, desquiciada por la división en bloques tras la aparición de partidos que representaban a los extremos: los que están muy a la izquierda, los que están muy a la derecha y los que están (o estaban) muy al centro. “Hay algo en mi copa y no sé qué es”... cantaba aquél grupo gallego, y la tonada podría servirnos para lamentar la situación polarizada que padecemos y preguntarnos qué demonios nos han puesto en la copa de la vida pública española, para que sin merecerlo tengamos que estar soportando la peor campaña electoral de la historia democrática de España. Coincidencias o no, la victoria está más que asegurada para la derecha, con la duda de si esa victoria será suficiente para gobernar. Es entonces cuando se han desatado todas las tormentas del universo, que convierten a Madrid en la región, o incluso país, con las posiciones políticas más radicalizadas de Europa y de buena parte del mundo (no incluyo Latinoamérica porque creo que en bastantes países del continente, las cosas están mucho peor que aquí en cuestiones electorales y de enfrentamiento social y hasta civil).

Si tuviéramos que hacer una crónica de situación para los lectores europeos o americanos sobre la marcha de la campaña electoral de la Comunidad de Madrid, cualquier cronista se las vería para que los lectores pudieran entenderle. A usted, lector de Atalayar en Francia, Reino Unido y hasta de Italia, le tendríamos que explicar con el mejor de nuestros análisis que las elecciones ahora no tocaban, pero han sido adelantadas porque en otro territorio se forzó una moción de censura contra el gobierno regional, que al final para más sorna acabó fracasando. A usted deberíamos convencerle de que es real el hecho de que un candidato sea manejado por la presidencia del gobierno a su antojo, imponiéndole sus políticas posteriores en materia fiscal e imponiéndole hasta la vicepresidenta económica que tendrá que nombrar a través de un decreto. A usted le trataríamos de convencer de que ese candidato ha inventado algo nuevo: la rectificación de las promesas electorales no después de las elecciones, sino durante el transcurso de la misma campaña, al prometer que no pactaría con otro candidato y decir lo contrario días después.

Siguiendo adelante en nuestra crónica, le tendríamos que explicar cómo otro de los candidatos, que dimitió como vicepresidente del gobierno para ser cabeza de lista regional, ha acudido a un debate electoral en su cochazo oficial, en el que lleva años subido pese a predicar contra la casta pública cargada de privilegios, pero sin que nadie le viera se cambió de coche para aparentar que utiliza el taxi como medio de transporte. Puede adivinarse por quién no votarán los veinte mil taxistas de su ciudad a los que usa de anzuelo empleando falsedades. A usted habría que explicarle que uno de los partidos en liza es apedreado por pedir el voto en un determinado barrio de la ciudad, ante la instigación contra él por parte de sus extremos opuestos. Y seguramente usted no comprendería que a uno de los candidatos de ese extremismo dominante le lleguen por correo repudiables amenazas de muerte acompañadas de la munición que empleábamos en el Ramix-30 de Ceuta los que hicimos el servicio militar en la ciudad española situada en el norte de África, amenazas que ha aprovechado para exigir al antagonista ideológico la misma condena que él mismo le niega por las pedradas de Vallecas. Y entonces, el amenazado abandona un plató tratando de conseguir con golpes de efecto lo que no está consiguiendo con propuestas.

Al lector europeo convendría explicarle que hubo un tiempo en que sólo dos partidos dominaban el arco parlamentario en las regiones de este país, como mucho había una tercera atomizada que daba apoyo a una de las dos opciones mayoritarias para lograr una mayoría estable. Y todos vivíamos más felices sin asistir a estos espectáculos en pos del voto desinformado.

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