Opinión

La cumbre con Marruecos ahonda la fractura en el Gobierno español

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El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, era consciente de que la Cumbre, ya celebrada, con Marruecos (12ª Reunión de Alto Nivel) podía aumentar las divergencias dentro del Gobierno de coalición. De su éxito o fracaso dependía el hecho de que el jefe del Ejecutivo saliese airoso y enarbolase por mérito propio la nueva etapa de relaciones bilaterales hispano-marroquíes, o de lo contrario, tocado. La cumbre se ha quedado a mitad de camino, entre otros factores por la propia crisis interna en el Gobierno que no ha ofrecido confianza ni garantías a los interlocutores marroquíes. 

A la ya conocida postura antimarroquí del socio populista del PSOE en el Ejecutivo, Podemos-Izquierda Unida, que ha adoptado como posición de principio el rechazo a la monarquía alauí y personalmente al rey Mohamed VI a quien se le atribuyen todos los males habidos y por haber, hay que añadir el boicot desde dentro mismo de la Administración del Estado y del propio Ejecutivo del proyecto histórico del Túnel del Estrecho.  

El sector populista de la coalición gubernamental ya tenía adoptada su posición antes mismo de que se celebrase la RAN el 1 y 2 de febrero en Rabat. Había que criticarla. El nivel de la condena dependería de si Sánchez y su equipo ministerial volvían a Madrid con resultados tangibles, contratos, acuerdos firmados, declaraciones claras y compromisos. Si no era el caso, las redes subterráneas del ala populista soliviantarían a sus seguidores, condenarían - de nuevo – al Gobierno por vender el Sáhara a precio de saldo, y zarandearían al presidente a quien acusan de solo pensar en las futuras elecciones. Lo cual no impide que este mismo sector populista saque el máximo provecho de sus puestos, que chupe de la rueda estatal y abandone a propios y extraños persistiendo en quedarse en el Ejecutivo a pesar de estar en desacuerdo con los principales temas de la política española, la Constitución, la guerra a los empresarios, el papel de la banca, la cuestión del Sáhara, la guerra de Ucrania o la OTAN. 

Sin embargo, lo más grave ha ocurrido dentro mismo del sector socialista del Gobierno y de la Administración. No cabe duda, y así lo atestiguan los principales medios de comunicación nacionales y extranjeros, incluidos por supuesto los marroquíes, que le reactivación del proyecto de Túnel bajo el Estrecho ha sido el éxito más importante de la cumbre. Y eso porque el proyecto ya está en marcha. Antes de la RAN, se celebraron varias reuniones bilaterales durante el mes de enero. El presidente del organismo español que se ocupa del mismo, SECEGSA, José Luis Goberna Caride, el joven general de división con amplia experiencia de Estado Mayor y relaciones con la OTAN que concibió la Unidad Militar de Emergencia, mantuvo en Rabat varios encuentros con su homólogo marroquí Abdelkabir Zahoud y con el ministro de tutela Nizar Baraka, de los que salió la decisión de reunir antes mismo de la celebración de la RAN, la Comisión Mixta intergubernamental que no lo hacía desde hacía 14 años. La ministra española de Transportes Raquel Sánchez y el ministro de Equipamiento y Recursos Hídricos marroquí Nizar Baraka, protagonizaron la Comisión Mixta por videoconferencia, con un acercamiento de puntos de vista y planes concretos como nunca se había conseguido.  

A raíz del éxito de la Comisión Mixta y en previsión de las reuniones que se iban a celebrar en Rabat con motivo de la RAN, se redactó un párrafo de cinco líneas resaltando el éxito alcanzado entre las dos partes en el proyecto histórico de Túnel del Estrecho, destinado a incluirse en la Declaración final de la RAN. El proyecto de alcance estratégico, que goza del apoyo personal del rey de Marruecos Mohamed VI y del presidente español Pedro Sánchez, tenía que ser apreciado como uno de los logros históricos más importantes de la nueva etapa de las relaciones.  

Sin embargo, en la Declaración final de la RAN, no se hace ninguna mención al mismo. El Ministerio de Asuntos Exteriores es el encargado, por parte española, de redactar el texto de la Declaración que se somete a la parte marroquí. Y en la Declaración, para gran sorpresa de la parte marroquí, no había ninguna mención al Túnel, a pesar de que los responsables de la redacción final tenían en su posesión el párrafo de cinco líneas hecho tras el éxito de la Comisión Mixta. Algo que en algunos medios especializados se ha visto como un boicot, una obstrucción interesada a un proyecto destinado a generar miles de puestos de trabajo, movilizar empresas y capitales europeos e internacionales, y realzar las relaciones hispano-marroquíes a un nivel de asociación estratégica ejemplar.  

El boicot ha sido tan burdo que la ministra española Raquel Sánchez, por iniciativa propia o por sugerencia desde La Moncloa, ha salido en diversas declaraciones de prensa a poner de relieve los logros conseguidos por ambos gobiernos en este proyecto. Si la ministra no hubiese hecho estas declaraciones, la cuestión hubiera quedado en un cajón, en compás de espera.  

Esta imagen de la fractura gubernamental es quizás más seria que la de la propia coalición heteróclita, porque si en esta última se reflejan las querellas intestinas hispano-españolas, en la primera se vislumbran intereses de países terceros, que no quieren que España lidere la relación euroafricana a través del enlace estratégico entre Madrid y Rabat.