Opinión

La decadencia

photo_camera Pedro Sánchez

Palabra que se define como la pérdida progresiva de la fuerza, intensidad, importancia o perfección de una cosa o una persona y también como el período histórico o de tiempo en el que un movimiento artístico o cultural, un estado, un estadista, una sociedad, etc., va perdiendo la fuerza o los valores que lo constituyeron y lanzaron como tal y durante el cual, paulatinamente, se debilita hasta desintegrarse.

Sabemos que, desde siempre, todo en esta vida nace, crece, se desarrolla, implanta y expande y tras un periodo más o menos prolongado de esplendor, entra en el llamado y definido periodo de decadencia que le lleva a su descomposición, degradación, hastío y desaparición de la vida pública y el pensamiento de las personas, la política y los usos y costumbres de la sociedad donde se desarrolló.

Lo que nos lleva a pensar que, en esta en esta vida y en nuestro pensamiento nada ni nadie, salvo Dios, son y permanecen en pie hasta la perpetuidad. En el plano político y el de la gobernanza de los pueblos; muchos de sus actores han caído frecuentemente en la tentación y la vanagloria de pretender ser queridos y venerados eternamente; que su mundo y el de su entorno no cambiara nunca y que, aunque hicieran lo que hicieran, nadie osara a desbancarlos de su pedestal, sillón o trono; porque su poder y capacidad de gobernar a sus congéneres eran tales, que nadie les pondría en cuestión o dudaría de su capacidad.

Situación, que para poder darse, debe cumplir con uno o varios de los siguientes requisitos: ha ocurrido en lugares o países en los que el atraso social y cultural es o ha sido total o excesivo comparado con su entorno; los ínclitos eran unos vulgares dictadores; han mantenido su poder y popularidad a base de dádivas o mamandurrias a los que le rendían obsesa pleitesía, mientras ejercían la persecución directa o indirecta contra todo aquel o aquello que se oponía a su idea, mandato o forma de gobernar o, simplemente, son personas, que por el abuso de poder que viene ejerciendo, se creen por encima del bien y el mal, de la ley y hasta son capaces de irla cambiando y adaptando a sus necesidades y exigencias. 

Ejemplos hay muchos y enumerarlos llenaríamos muchas páginas, cosa que no pretendo con este breve relato de reflexión, con el que tan solo quisiera desenmascarar a una persona y a sus conmilitones que, desde sus primeros pasos -por cierto, y significativamente, muy chulescos y desenfadados- en la vida social y política ha venido dando señales de que era un claro aspirante a ser uno de los más grandes vendedores de humo de la historia reciente, pretérita y posiblemente hasta de la futura.

Me refiero claro está, a Pedro Sánchez Castejón, la persona que inmerecidamente y aupada por una frase - incrustada sin motivo ni razón en una sentencia que no venía al caso- de un juez más que polémico y muy de su cuerda, supo llevar a la práctica una moción de censura basada en la mentira y el engaño y se aupó a la Presidencia del Gobierno de España con añagazas, palabrerías y todo tipo de promesas incumplidas en base a alianzas perversas, podridas y muy dañinas para el bien y nombre de España, los españoles y su propia dignidad; cosas todas ellas, que le importan un rábano, porque su sed de poder se apoya principalmente en la falta de principios sanos y  la amoralidad.

Un presidente que se maneja a golpe de decretazos, de muy dudosa o hasta probada ilegalidad, sin que le afecte lo más mínimo; que no duda en el apagón informático, político y social, en aliarse con tiros y troyanos al mismo tiempo con tal de mantener su poltrona, su falso prestigio y poder pavonearse por diferentes foros como si fuera uno de los hombres más importantes y decisivos del mundo; cuando en realidad, si algo le caracteriza, es su poca vergüenza a la hora de pedir ayuda económica, política y hasta moral cuando él realmente carece de la más mínima credibilidad.

Jamás se siente culpable de nada, ante el menor problema siempre mira a su alrededor para sacrificar cualquier ficha que sea necesaria o no, para salvaguardar su trasero y resistir en el asidero del poder cuando el agua le llega al cuello y ya no es una vez no dos que lo hace, sino muchas más por lo que hasta los más cafeteros a su vera empiezan a dudar y piensan, a la vista de lo visto y de la larga lista de cadáveres políticos a sus espaldas, que el próximo en descabezar por el déspota, hasta puedo ser yo. 

No le importa en meterse en todos los charcos habidos, previstos o no. De forma irresponsable e irreflexiva crea sus propias situaciones de tensión dentro y fuera de casa y, como todos los de su especie, posiblemente dominados por el diablo, los remordimientos y la mala fe interna, empieza a ver fantasmas y contubernios cercanos a él para hacerle caer; mientras cada vez más, se refugia en su única y absoluta verdad; en que todos deben estar a su disposición, que la propia oposición solo está en la política  para seguirle a pies juntillas, aprobarle con su votos cualquier iniciativa aunque sea descabellada o no y que aquel que se resista a hacerlo, es un enemigo de la patria, cuando en realidad tal y como parece, es él, el mayor felón.  

Como buen o cuasi persona falsa y perfecto narcisista, es un gran amante de sí mismo, de su imagen, figura y pensamiento; tanto, que no duda en hacer que le escriban un libro que refleje ‘su forma’ de pensar al que pomposamente tituló ‘Manual de Resistencia’, que le hagan uno varios ‘books’ (álbum de fotografías que reflejan la trayectoria profesional de un artista, modelo, etc.) y hasta una serie de películas que resalte su ‘mucha e importante’ actividad.  

No pierde ocasión alguna para aparecer en cualquier foro, foto o para auto darse una gran importancia, aunque no la merezca. Sin embargo, a la hora de convertirse en pedigüeño o para dar explicaciones, pocas porque no suele darlas, manda a sus acólitos para que sean ellos los que se abrasen ante los demás.

Como es lógico y normal y haciendo caso al rico refranero, no se pude engañar a todos durante todo o mucho tiempo, por lo que su figura, pensamiento e ideología han entrado en declive; afuera le evitan o le ponen en el córner de la foto, en España ya no puede aparecer en ningún foro callejero sin ser abucheado por la población; sus socios de coalición o los partidos que soportan su gobierno, a pesar de estar ahítos de tanto sacarle prebendas y concesiones, ya declinan apoyar sus iniciativas y el año y medio que falta para las nuevas elecciones, se va a hacer muy largo tanto a él, como más de la mitad de los sufridos y no comprados o engañados españoles que le tenemos que soportar.

Siguiendo el manual y la definición de decadencia, Sánchez empieza a ser un lastre en cualquier foro; su presencia en actos electorales ya es valorada con mucha precaución hasta por aquellos que han sido elegidos por su dedo divino. Externamente, en la OTAN nadie le tiene en cuenta salvo en la próxima Cumbre de la Alianza porque será patrocinada y pagada por España y los españoles y en la UE se ha convertido en una de las mayores moscas borriqueras, dado que en dicho foro, hace tiempo que no aparece presentando soluciones a problemas que nos competen; sino pidiendo que hay de lo mío y exigiendo que sean ellos, los que ‘urgentemente’ arreglen los creados por él; de forma personal, siguiendo una cabezonería, su obstinado y poco fundamentado instinto o sus más que probables espurias y ciertamente ocultas agendas o intereses.