La derecha saborea la derrota en Latinoamérica

La derecha saborea la derrota en Latinoamérica

La inestabilidad crece en los países de América del Sur al ritmo con que los nuevos gobiernos tratan de revertir las dificultades financieras que han provocado años de políticas de gasto y subvención. Estas semanas de otoño han coincidido varias situaciones en las que se confirma lo difícil que es en el cono sur gobernar de espaldas a la tendencia de izquierdas y libertadora, que han roto en Argentina Mauricio Macri y en Brasil Jair Bolsonaro al precio que ya conocen bien estos dos mandatarios latinoamericanos. Desprestigio a nivel mundial y cuestionamiento de sus políticas desde la misma fundación de sus ejecutivos. Con todo, lo peor en etas últimas fechas ha sido la situación en Chile, Ecuador y Bolivia, donde los gobiernos conservadores o los aspirantes a gobernar de esa tendencia están mordiendo el polvo de los hechos y topándose con una realidad que nunca sus antecesores dejaron traslucir. 

Chile: Piñera pide perdón 
El plan inicial del presidente del país de aplicar una subida del billete de metro ha terminado en una agenda social que suscribiría cualquier dirigente bolivariano, a este o aquel lado del Atlántico. El espejismo en la crisis chilena fue la declaración del estado de emergencia a la quinta noche de protestas callejeras envueltas en fuego y violencia. Las provincias de Santiago y Chacabuco quedaban sometidas a un control estricto del orden público y la seguridad para evitar que los altercados siguieran produciéndose, cosa que ha ocurrido de forma mucho más intensa que en Cataluña, donde a la voz de mando de los líderes independentistas los radicales han suspendido sus algaradas, barricadas y pedradas contra la policía. Sebastián Piñera demostró autoridad en esa primera fase de la crisis, designó a un militar de alta graduación, el general de división Javier Iturriaga del Campo, como jefe de la defensa nacional durante el estado de emergencia. ¿Qué ha hecho el presidente una semana después? Activar la máquina del gasto público para contentar a los violentos que han tomado las calles, y prometerles 1.200 millones de dólares en mejoras sociales que permitirán su tranquilidad subvencionada, incluido un ingreso mínimo para todos de casi 500 dólares por cabeza. Y por supuesto la consabida subida de impuestos “a los ricos”, esa joya de la corona de los gobiernos y partidos de la izquierda de todo el planeta, que supondrá un 40 por ciento más de fiscalización para las rentas altas del país. Reducción del precio de los medicamentos y contención de las tarifas eléctricas terminan de trufar el plan del gobierno, que podría ser suscrito por la expresidenta Bachelet o incluso por el respetadísimo Pepe Múgica en Uruguay. La desigualdad y el modelo socioeconómico no han sido problemas graves mientras ha durado el mandato de la anterior ocupante de La Moneda. 

Ecuador: la paz de Lenín
El país ya está pacificado tras varias semanas de violencia, sangre y fuego. El presidente Lenín Moreno no ha aguantado la presión de la calle, el mismo caso que Piñera, y ha retirado su plan de reformas que contemplaba recortes económicos importantes que fueron considerados como una afrenta por una parte de la población, más acostumbrada a las políticas de Rafael Correa. El decreto 883 ha durado lo mismo que la firmeza del presidente, que ahora adolecerá de cualquier credibilidad cuando proponga nuevas medidas en la dirección que sea. Gobierna la violencia social, que ha ganado la batalla y es capaz de decidir qué decisiones entran en vigor y cuales no son aceptables. Ahora el gobierno y los representantes indígenas negociarán el nuevo decreto, que por supuesto no contemplará la retirada de los subsidios para los combustibles, que fue exigida por el Fondo Monetario Internacional para cuadrar las cuentas del país. La oleada crítica puso la eterna etiqueta a las medidas que pretendía el presidente: el “paquetazo”. Sin una buena etiqueta que descalifique al adversario no hay revolución que se precie. Moreno llegó a trasladar la sede del gobierno a Guayaquil ante la gravedad de los destrozos y las muertes en Quito, pero sólo fue un espejismo de su firmeza ante la violencia y el caos en las calles. 

Bolivia: Evo recuenta a su manera
La oposición a Evo Morales denuncia un fraude escandaloso en el recuento de votos, cuya presentación de resultados se ha modulado al antojo de quien ocupa el poder. Allí hay protestas articuladas en torno al candidato contrario a la izquierda bolivariana, pero éstas son vistas con enorme distancia desde fuera del país y permiten a Carlos Mesa, el candidato opositor, saborear el agridulce caramelo del doble rasero para valorar su ascenso meteórico. El recuento se apagó cuando empezó a ser negativo para los intereses del oficialismo, convertido en mano de hierro bolivariana, cuando el empate se vislumbraba. La Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) fue parada súbitamente, al llegar al 83% del recuento y los datos auguraban la celebración de una segunda vuelta. Tras el apagón volvió la luz, y por entonces con el 95% de los votos escrutados, Morales lograba de forma mágica una victoria suficiente en primera vuelta. La maniobra ha sido cuestionada incluso por la OEA, que auditará unos resultados que varios días después de la fecha electoral aún no están nada claros. Mandatarios como Morales que imponen reformas a su medida como la ampliación de mandatos, ya que él lleva cuatro elecciones ya a sus espaldas cuando la Constitución limitaba a dos las posibles reelecciones de un mismo candidato, parecen tener vía libre a sus reformas. Las protestas que han recorrido el país contra los abusos del poder han tenido un eco mediático muy limitado, y en España por ejemplo se han escuchado como cantos lejanos y casi inaudibles procedentes de un país en el que gobierna quien tiene que gobernar. 

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