Opinión

La guerra

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Una guerra es una guerra. Muerte, hambre, dolor, pérdida. Algo incomprensible se mire por donde se mire. Pero no aprendemos. La historia se repite. Sabemos lo que no debemos hacer, pero lo hacemos. Sabemos también las consecuencias que trae y que traerán, pero se ignoran. Los intereses, el poder, la gloria, la locura, quién sabe qué, dominan otros valores como la concordia, la paz, el amor, el respeto. Nadie gana en los conflictos bélicos. Nadie, por mucho que al final haya vencidos y vencedores. Nadie puede sentirse satisfecho de un resultado conseguido con ríos de sangre. Y, sin embargo, esta afirmación es equívoca, porque sí hay quien se crece ante la crueldad, quien la ejerce y potencia.

La guerra que Rusia ha provocado al invadir Ucrania se vive día a día como si fuera una serie más. Capítulo a capítulo desde hace ya muchos meses, demasiados. Una guerra en directo, retransmitida al mundo entero por todos los canales, oficiales y no oficiales, institucionales y personales. Un día celebramos la salida del Ejército ruso y la recuperación de Jersón por parte de los ucranianos y otro nos lamentamos ante los nuevos bombardeos con misiles de crucero en Kiev. Un tema más entre otros tantos.

Es horroroso contemplar cómo la guerra se ha asentado ya en nuestras casas como algo cotidiano. La tensión no se siente como se sentía aquellas primeras semanas del mes de febrero o marzo, con aquella sensibilidad a flor de piel al observar y ver lo que estábamos viendo.  Pasamos de hablar de pérdidas, de muertes inocentes, de destrucción en edificios civiles, de bajas entre los más jóvenes, de despedidas y exilios obligados y desgarradores a centrarnos en la también terrible crisis económica consecuencia del conflicto, en los problemas en la cadena alimentaria, en la subida de los precios de la electricidad y la gasolinera. Entonces la invasión de Rusia a Ucrania pasó a tener otra imagen. Nos afectó más directamente. Tocó nuestros bolsillos. Para los europeos, esta guerra nos ha subido los precios; para otros países, lo que lo que significa es más hambruna. 

Ahora la tensión se vuelve a palpar con más intensidad. La caída de dos misiles, al parecer de fabricación rusa, en territorio polaco, con dos muertos, hace sonar todas las alarmas. Polonia es territorio OTAN, y ahí el escenario cambia totalmente. Los dardos y las acusaciones van en todas direcciones. Nada es cierto, nada se descarta, todos saben que Putin es capaz de cualquier cosa, hasta de cumplir sus amenazas nucleares. Tras la tempestad llega la calma, y esto, precisamente, calma, es lo que pide ahora el G20.

Día a día seguiremos informándonos de lo que pasa en Ucrania mientras las guerras existentes en otros países quedan en el olvido. No nos interesa mirar hacia otros continentes.

Todo ha cambiado y nosotros también. Se supone que somos una sociedad más comprometida y solidaria, que luchamos contra el cambio climático, que queremos un mundo más sano, un futuro mejor y, sin embargo, es inevitable sentir que nuestros corazones cada vez van estando más fríos.