Opinión

La guerra de Ucrania divide fuertemente a la clase política italiana

photo_camera Mario Draghi

La invasión de Ucrania por el Ejército ruso, iniciada el pasado 24 de febrero, está generando una fuerte polarización en la clase política italiana, que muestra el mayor grado de división desde que a mediados de febrero del año pasado naciera el Gobierno Draghi. Y es que lo que hay en juego no es sólo el tema energético, sino, más aún, la posible pérdida de un mercado privilegiado para la economía transalpina, de fuerte tradición exportadora y que ha tenido, desde hace décadas, en el mundo ruso un comprador de primer orden. Lo que supone que las dos regiones que observan con más preocupación lo que está sucediendo en Ucrania son precisamente las dos más ricas del país: por un lado, Lombardía, donde se concentran las principales empresas; por otra, el Véneto, lleno de pequeños y medianos empresarios que producen todo tipo de artículos con destino precisamente la Federación Rusa.

Lo más preocupante es que la principal división es entre el presidente del Consejo de Ministros (Mario Draghi), partidario de una política de “mano dura” hacia Rusia, y sus dos principales miembros dentro de la “maggioranza”, que no son otros que la Lega y el Movimiento Cinque Selle. Draghi considera que esta es una ocasión única para fortalecer a la Unión Europea, mientras que los líderes de estos dos partidos mantienen que las represalias de Putin, en caso de ganar la guerra, pueden ser muy dañinas para el país. Frente a ellos está el Partido Democrático (PD) e Italia Viva, que están con Draghi, pero que poseen entre ambos menos de la mitad de los parlamentarios de la actual “maggioranza”. Y, entre medias, los Hermanos de Italia, que cuentan poco porque no están dentro de la “maggioranza”, pero que a fin de cuentas lideran las encuestas de intención de voto, con una Meloni cada vez más apoyada frente a un Salvini en sus horas más bajas (ahora mismo no le votarían ni los que lo hicieron en marzo de 2018, lo que da idea de la debacle que está viviendo el político lombardo). Finalmente, Forza Italia se siente más cercano a Draghi, pero también tiene presente que, mientras controlaron la presidencia del Consejo de Ministros, mantuvieron muy buenas relaciones con la Rusia de Putin, con lo que se inclinan por una posición lo más dialogante posible. Hay que destacar, además, que cuatro de los principales partidos nacionales tienen al frente un antiguo primer ministro, con lo que saben mejor que nadie lo que supone el comercio con la Federación Rusa: hablamos de Forza Italia, Italia Viva, PD y Cinque Stelle.

Cierto es que cada vez suena con más fuerza que el Gobierno Draghi podría acabar cayendo en meses venideros si le abandonan tanto la Lega como Cinque Stelle. Pero, para fortuna del actual “premier”, los partidos que en marzo de 2018 sumaban casi el 50% de los votos, ahora no llegan ni al 30% juntando el apoyo de ambas formaciones. Y, en el caso de Cinque Stelle, en el caso de ir a elecciones anticipadas y teniendo en cuenta que en 2018 logró sumar más de 310 parlamentarios entre ambas Cámaras, fácilmente el 75% de sus actuales miembros se podría ir directamente a la calle y tener que dejar definitivamente la política.

Matteo Renzi

En el caso italiano, el centro del conflicto no está en, a diferencia de otros países (el caso más claro es el alemán, que hizo construir un gasoducto por el mar Báltico, llamado “Nordstream”, para que la Federación Rusa le hiciera llegar toda la energía necesaria para su actividad económica), en los recursos no renovables (tanto petróleo como gas), ya que el Gobierno Draghi tiene muy buenas fuentes tanto en Argelia como en Libia, sin olvidar el mundo árabe. El problema es otro, y es que la ruina a la que está llevando el autócrata (más bien, genocida) Putin a su país puede dejar a los italianos sin un comprador de primer orden (tengamos presente que la Federación Rusa está poblada por más de 146 millones de habitantes).

Y es que hay que recordar que la actual legislatura, iniciada en marzo de 2018, comenzó con el llamado “Gobierno del cambio” (nacido del pacto entre Cinque Stelle y Lega) y que Salvini fue en persona a Moscú a mostrar sus “respetos” a Vladimir Putin. Según alguna investigación periodística, hizo más que eso: en lo que se conoce como “Moscopoli”, ofreció a una empresa pública italiana para, a través de la compra de energía, llevarse una “tangente” de unos 50 millones de euros con la que financiar las maltrechas cuentas de su partido tras la desastrosa gestión tanto de Bossi como de Maroni, anteriores líderes de la Lega.

Este tema fue destapado en febrero de 2019 por periodistas del semanal de La Repubblica, pero cierto es que desde entonces nada se ha sabido de este tema: hoy en día, Salvini no ha recibido ni un solo “avviso di garanzia” (imputación) por parte de la Justicia de su país, y desde que cayera el “Gobierno del cambio” (agosto de 2019), nada ha vuelto a hablarse del tema. Es de suponer que, cuando se acerquen las siguientes elecciones el tema vuelva a salir a la luz, pero de momento la realidad es que parece, como le ha sucedido también a Renzi con la “Fundación Open” (aunque en su caso sí va a haber juicio, con fecha de inicio este 4 de abril), que se trata de la enésima ocasión en que la izquierda utiliza la acción de la Justicia para intentar derrotar al centroderecha ante la realidad de que su particular “deporte” (a excepción de 1996, 2006 y 2013) es perder sistemáticamente las convocatorias electorales de ámbito nacional cuando sus rivales son precisamente los de la otra parte del arco parlamentario.

Matteo Salvini

La realidad es que en este momento quien manda en el Ejecutivo es Draghi, quien ha querido liderar, dentro de la Unión Europea, la posición de completo apoyo al Gobierno ucraniano, materializado en el envío de armamento. Esto está dificultando la actividad del Ejército ruso, que en poco más de un mes de guerra ni siquiera ha hecho caer aún la martirizada ciudad de Mariúpol. Además, se ve cada vez más organizados a los ucranianos, que al principio no tenían con qué defenderse, al tiempo que los centros de alimentación rusos sufren gravísimos problemas de abastecimiento.

Veremos qué acaba sucediendo con todo esto, pero, igual que la Federación Rusa está entrando en una durísima recesión, parece difícil negar que algunos países europeos (entre ellos España) están sufriendo un incremento del coste de la vida que puede acabar conllevando la caída de algunos de sus gobiernos. Y, una vez más, Draghi vuelve a imponerse a Salvini, dominador de la política nacional entre septiembre de 2018 y febrero de 2021, y a quien el actual Ejecutivo le está poniendo al descubierto las carencias de un político con un nivel de formación sencillamente infame para un país del elevadísimo nivel cultural que es Italia. Claro que, si Italia entra en recesión o su crecimiento se paraliza sustancialmente como consecuencia de esta guerra, entonces Salvini podrá “resurgir de sus cenizas” enarbolando lo que tanto le gusta: la demagogia, el antieuropeísmo y el ultranacionalismo. Pero lo cierto es que, al menos de momento, la partida la va ganando Draghi. Y Cinque Stelle, a su vez, cada día más cercano a firmar su certificado de defunción tras constituir el auténtico fiasco de la presente legislatura.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana (1946-2021)’ (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).