Opinión

La guerra de Ucrania me cogió dormido

El 24 de febrero se cumplió un año desde el inicio de la guerra de Ucrania. Este conflicto ha sido descrito como el primero que ocurre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, olvidándonos que hace 22 años finalizaron las guerras que desmembraron la antigua Yugoslavia, conflicto que como el de Ucrania, tuvo una amplia cobertura mediática. 

Con la antigua Yugoslavia nos pasó lo mismo que ocurre hoy con Ucrania: nombres de pueblos y ciudades complejos como Srebrenica, Medgugorje se hicieron tan conocidos como lo son hoy Bucha y Severodonetsk. Intentamos comprender (y muchas veces simplificamos) por qué había estallado una guerra en Europa –ya que para muchos es impensable que en Europa ocurra una guerra- y también usamos la palabra carnicero para apodar a políticos y militares atroces como Ratko Mladic “el carnicero de Bosnia” y hoy los generales rusos Alexander Dvornik y Serguei Surovikin en Ucrania. Finalmente, vimos con horror cómo el conflicto no se acababa de inmediato -alargándose casi una década en el caso yugoslavo- y con total seguridad, la guerra de Ucrania no acabará este año.

La guerra cogió a Occidente por sorpresa. En este campo me refiero a todos los analistas de inteligencia, expertos en Rusia y altos mandos militares tanto en las Fuerzas Armadas Nacionales como en las de la OTAN y la UE como también a aquellos del sector privado, consultorías y freelance. Sírvase como ejemplo el enunciado de este artículo. No fue escrito como una broma de mal gusto: fue la forma en la que el autor se enteró del inicio de la guerra, la cual comenzó la madrugada del 24 de febrero. Reconozco que me sorprendió, pues el día anterior había visto el discurso de Putin y comentado con una compañera de trabajo que Putin podría estar loco, pero que no invadiría Ucrania. 

En lo que vamos de conflicto, la sociedad española ha intentado entender el porqué de la guerra, conocer a ambas partes y entender a qué nos referimos cuando hablamos de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas. Se ha usado el recurso de los buenos y malos (Ucrania siendo los buenos y Rusia los malos), olvidándonos que ni Rusia ni Ucrania son trigo limpio, hemos descubierto que, en España, -hasta hace bien poco irrelevante en la presencia de analista de Relaciones Internacionales- hay buenos expertos en la materia, clarificándonos por qué estalló la guerra, su posible evolución y qué podía pasar en Ucrania. También hemos visto cómo de la noche a la mañana, todo el mundo es experto en asuntos eslavos, en Ucrania, en Rusia y en Relaciones Internacionales sin haber cursado la carrera de Relaciones Internacionales o Ciencias Políticas. La gente también ha descubierto que las Relaciones Internacionales es una disciplina compleja y multiforme, donde no todos son expertos en la guerra de Ucrania. 

Más allá de la comparación con el conflicto yugoslavo de los 90, la sorpresa que supuso la guerra para todos y el descubrimiento en España de la geopolítica es conveniente entender la narrativa de Putin para justificar la guerra y el papel de la UE y España en el envío de armas a Ucrania.

La narrativa rusa para justificar la guerra no es producto de la locura de Putin

Desde el inicio de la contienda, Rusia ha sido identificada como el malo de la contienda, con el argumento de que la guerra se debe a la locura senil de Putin. Mientras tanto, Ucrania es el bueno, con Zelenski, con su juventud, liderazgo y heroísmo como un joven, guapo y valiente David, frente al viejo, feo y tiránico Goliat que es Putin. Si bien esta dualidad nos ayuda a separar ambas partes en el conflicto -en toda guerra hay un agresor y un oprimido- también dificultan un estudio de la narrativa empleada por Rusia para justificar la guerra. 

Putin, en sus intervenciones ha acusado al Gobierno de Ucrania de estar formado por nazis, ha apelado a la noción del pueblo ruso (Russky mir) y apelado al derecho ruso a volver a ser una gran potencia mundial. Putin no apela a estos hechos porque tenga un principio de demencia, sino por que están anclados en la psique rusa como eventos claves en la construcción de su identidad. En el caso del nazismo, Rusia hereda el resquemor de la URSS de que los 20 millones de muertos y la “liberación” de Europa Central y del Este del nazismo, haya sido eclipsada por el Desembarco de Normandía. Ya en los años 70 -antes de que existieran Sputnik y Russia Today como emisores de las ideas rusas- la Unión Soviética intentó corregir esta “injusticia” a través de la serie documental “La Guerra Desconocida” (The Unknown War) donde el actor Burt Lancaster explicaba el rol de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial1.  Hoy en día, el trauma de la Segunda Guerra Mundial sigue muy presente en Rusia, donde impera una narrativa triunfalista de lucha contra el fascismo, sin ninguna autocrítica por la violencia sexual y el pillaje de las tropas soviéticas en Europa Central y Occidental. Por ello, es certero Putin use esta guerra para justificar la ucraniana, ya que es un valor seguro a la hora de convencer a los rusos de la necesidad del conflicto.

Putin apela en sus discursos a la noción del pueblo ruso como una identidad colectiva dentro de lo que se llama Russky Mir. Según la página web de la Fundación Russky Mir, la identidad rusa es lingüística más que étnica, es decir son rusos aquellos que hablan ruso, independientemente de si nacieron en Rusia o no, además de aquellos que estudian el idioma y la cultura rusa y se preocupan por el bienestar de Rusia2.  Esta noción resulta bastante atractiva no sólo a la hora de crear en los rusos -muchos de los cuales aún no se han recuperado de la pérdida de identidad que supuso el colapso de la Unión Soviética- un sentimiento de hermandad-, sino que también sirve para entender por qué Putin anexionó Jerson, Zaporizhzhya, Donetsk y Lugansk en septiembre del 2022. Putin usará la noción de Russky Mir para justificar una extensión del conflicto hacia los países bálticos si así quisiera, ya que, a ojos de Moscú, los tres países discriminan a las minorías rusas. Como en el caso del nazismo, el concepto de Russky Mir tiene una base social e histórica. En “El Imperio”, -crónica de sus viajes por la URSS entre 1989 y 1991- Ryszard Kapuscinski describe una ceremonia en Ufá, cerca de los Urales, donde un grupo nacionalista ruso invoca la grandeza pasada de Rusia, acusando a los judíos y bolcheviques de ser los causantes del declive ruso y abogando por el retorno de Rusia como una superpotencia mundial3.  Más recientemente, la novela gráfica “Zar Accidental: Vida y Mentiras de Vladimir Putin”, también da una explicación histórica al sentimiento identitario ruso alrededor de la noción de que Rusia tiene un rol especial en el mundo, con la expansión territorial e idioma y cultura única como ejes de la identidad rusa4

Finalmente, en su idea de la grandeza de Rusia, Putin apela al que quizás es la década más funesta para los ciudadanos rusos: los años 90. Si Boris Yeltsin es visto en Occidente como el hombre que abrió Rusia a Occidente, para los rusos, los años 90 es una década nefasta. Los años 90 fueron la década de la pobreza, inseguridad, pérdida de dignidad e identidad y del inicio de la Guerra de Chechenia, la cual Rusia perdió en un principio. En sus primeros años en el poder (a principios de los 2000), Putin purgó a los oligarcas que se hicieron ricos en los 90, como Mikhail Khodorkovsky, al cual arrestó en su avión privado y encarceló. Aquello fue bien visto por los ciudadanos rusos, que también apreciaron su mano dura contra los separatistas chechenos y que mejorara el nivel de vida de los rusos, reestableciendo su dignidad y orgullo. Aún hoy el trauma de los 90 y los buenos viejos tiempos de los 2000 de la mano de Putin siguen siendo valores seguros para el Kremlin para justificar la guerra de Ucrania.

Un momento clave para la proyección internacional de la UE

En esta guerra, en el campo occidental, hay un actor que ha sorprendido por su aparente fuerza y unidad a la hora de apoyar a Ucrania: la Unión Europea. Estamos hablando de un bloque que en lo económico es una potencia mundial, pero -y mas allá de la narrativa desplegada- irrelevante en política exterior y de seguridad y defensa. Ucrania no es la primera vez que la UE se enfrenta al dilema de cómo gestionar un conflicto en Europa. Cuando estalló la guerra de Yugoslavia, Jaques Poos, presidente del Consejo de Ministros de la entonces Comunidad Económica Europea (el Josep Borrell de la época) dijo que la guerra era “la hora de Europa” y que “si hay un problema que pueden resolver los europeos, es el problema yugoslavo. Es un país europeo y no es la labor de los americanos ni de nadie más resolverlo5”.  Como vimos, las palabras de Poos no se cumplieron: la OTAN y los Estados Unidos acabaron interviniendo al constatar la incapacidad europea de parar la guerra. Los acuerdos de Dayton -los cuales acabaron con la guerra de Bosnia- se firmaron en una ciudad estadounidense, no europea, demostrando la irrelevancia de Europa a la hora de resolver y gestionar un conflicto en sus fronteras. 

Treinta años más tarde, Europa parece haber aprendido de Yugoslavia. La UE ha condenado la invasión rusa, sancionando a Rusia y comprometiéndonos a armar a Ucrania, dándole tanto armas defensivas (misiles) como carros de combate (Leopard) siendo Josep Borrell la cara más visible del compromiso europeo con Ucrania por la fuerza de sus discursos en apoyo a Ucrania. Sin embargo, el compromiso de armar a Ucrania está sujeto a la voluntad de la UE y esta puede cambiar dependiendo de la capacidad de la UE de suministrar a Ucrania las armas que necesita y pide.

En este aspecto estamos en desventaja con Rusia. Moscú puede gastar mucha munición y perder muchos tanques sin que eso le suponga un problema para sus cadenas de producción, ya que Rusia dispone no sólo de una potente y gran industria armamentística, sino que prima la cantidad sobre la calidad. Por el contrario, en Europa, los Leopard son carros de combate de calidad, y su pérdida en combate será un golpe para Ucrania. Además, la calidad requiere una formación acorde, así que es poco probable que cambien el curso de la guerra a favor de Ucrania este año. Tampoco podemos considerarnos el bazar armamentístico de Ucrania. Todo lo que le demos a Ucrania viene de los depósitos de armas de los países de la UE. Y aquí España, -país que no cumple con el compromiso de la OTAN de invertir un 2% del su PIB en defensa- no está a la altura6.  También es relevante que, hace un año, se reconoció que nuestros Leopard no estaban en buenas condiciones. El hecho de que ahora mandemos unos carros de combate que hasta hace poco estaban en mal estado, debería hacernos reflexionar sobre la calidad del equipamiento del Ejército de Tierra y del material que enviamos y enviaremos a Ucrania. Si reconocimos que nuestros tanques estaban en mal estado, lo mismo es aplicable a la munición y baterías antimisiles que hemos mandado a Ucrania. Ucrania podría pensar que tenemos unas Fuerzas Armadas con un equipamiento pésimo, dañando con ello la reputación de nuestro Ejército de Tierra. Tampoco olvidemos que el material que enviamos a Ucrania es el mismo que tenemos desplegado en Letonia, en el marco de la Presencia Avanzada Reforzada de la OTAN (eFP por sus siglas inglesas). Ese material será usado contra Rusia, si Putin decide invadir los países bálticos para “recuperarlos” a la Madre Rusia. Si los Leopard que mandamos a Ucrania no están en condiciones, podríamos pensar que los de Letonia tampoco, dando a entender que no seríamos capaces de aguantar un ataque ruso a gran escala en Letonia.

España descubre las Relaciones Internacionales y las Ciencias Políticas

En España, la guerra de Ucrania ha descubierto y puesto en valor las Ciencias Políticas y las Relaciones Internacionales. La televisión ha sido el principal motor de este fenómeno, convirtiendo el programa “Al Rojo Vivo” de la Sexta en una guía para muchos para saber qué era lo que pasaba en Ucrania. Los expertos que aparecen en el programa como Jesús A. Núñez, Yago Rodríguez, Guillermo Pulido y Jesús Manuel Pérez Triana son nombres conocidos, además de profesionales acreditados en su sector. Desafortunadamente, también hemos visto cómo mucha gente se ha creído de la noche a la mañana con la capacidad de sentar cátedra sobre el conflicto, defendiendo con ferocidad a una de las partes, llegando a atacar a expertos que tratan de explicarle a la gente que este conflicto tiene muchos matices grises. Como todas las carreras, estamos ante una ciencia que requiere entre 3 y 5 años de formación (grado y máster) y con muchas especialidades. No todos los titulados en Ciencia Políticas y Relaciones Internacionales son expertos en asuntos rusos como tampoco lo somos del Sahel o conflictos híbridos. Lo que sí podemos hacer es analizar y clarificar lo que está ocurriendo. Sin embargo, nuestro análisis no debe considerarse como el diagnóstico definitivo del curso de la guerra, como también debería respetarse el hecho de que digamos que la guerra puede alargarse en el tiempo o que entendemos la narrativa de Putin para justificar la invasión de Ucrania. Ambos pueden parecer discursos pesimistas y prorrusos, pero nuestra formación nos permite identificar estas tendencias igual que un especialista médico puede diagnosticar una enfermedad con precisión. Si somos capaces de respetar el diagnóstico de un galeno, también seremos capaces de respetar el diagnóstico de un licenciado en Relaciones Internacionales o Ciencias Políticas. 

En conclusión, la guerra de Ucrania, que el 24 de febrero cumplió un año es el primer conflicto que ocurre en Europa desde el colapso de la antigua Yugoslavia en los años 90. La guerra cogió desprevenidos a muchos expertos, pero también sirvió para poner en valor las Ciencias Políticas y las Relaciones Internacionales en España, disciplinas hasta hace poco ignoradas en España. Putin apela al trauma del nazismo, la noción de la identidad basada en una lengua y amor por la cultura rusa -Russky Mir- y al pésimo legado de los noventa en la sociedad rusa para justificar la invasión de Ucrania. Si bien la UE, de la que España forma parte, ha decidido armar a Ucrania, tenemos que entender que llegará un momento en el que no podremos armar a Ucrania con todo lo que pida y necesite. España, que hasta hace poco reconoció que sus Leopard no estaban bien mantenidos, puede dar la impresión de que cuenta con material de baja calidad. Esto no sólo puede dificultar el esfuerzo de guerra ucraniano, sino también complicar nuestra capacidad de hacer frente a un ataque ruso en Letonia, donde España tiene tropas desplegadas en el marco de la Presencia Avanzada Reforzada de la OTAN. 

Es poco probable que la guerra acabe este año. Tenemos que mentalizarnos para una guerra larga y dura. Mientras tanto, espero que el próximo conflicto no me encuentre dormido. 

Referencias:

1 - La serie documental está en Youtube: https://www.youtube.com/playlist?list=PLhs30iGhgICncex8qB-_Fmej-0HSwy4fH

2 - Ideología, Russkiy Mir Foundation, https://www.russkiymir.ru/es/ideologia/

3 - En la edición de El Imperio de la Editorial Anagrama, Colección Compactos, lo mencionado ocurre en el capítulo El Misterio Ruso. 

4 - Zar Accidental: Vida y Mentiras de Vladímir Putin, disponible en Norma Editorial: https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-americano/zar-accidental-vida-y-mentiras-de-vladimir-putin

5 - Yost, S.D. NATO`s Balancing Act, United States Institute for Peace, 2014, página 126. La cita ha sido traducida del inglés. 

6 - A fecha del 20 de junio del 2022 destinábamos un 1.01% de nuestro PIB a defensa. Véase Defense Expenditure of NATO Countries (2014-2022), Comunicado de prensa de la OTAN, 27 de junio del 2022, https://www.nato.int/nato_static_fl2014/assets/pdf/2022/6/pdf/220627-def-exp-2022-en.pdf