Opinión

La muerte del jefe del Ejército argelino deja la transición en vilo

photo_camera Ahmed Gaïd Salah, exjefe del Estado Mayor de Argelia fallecido este lunes

El jefe del Estado Mayor (JEM) argelino, el general Ahmed Gaïd Salah, que murió en la madrugada del lunes en el hospital militar de Argel de un paro cardiaco, ha sido indiscutiblemente el artífice de la transición inacabada que está teniendo lugar en Argelia tras el derrocamiento del anterior presidente, Abdelaziz Bouteflika. 

El “plan de transición” que el fallecido JEM ha llevado a cabo se componía esencialmente de dos capítulos: 1) elegir en las urnas un nuevo presidente del país, cosa que ha conseguido con el nombramiento de Abdelmadjid Tebboune a la Jefatura del Estado, y 2) terminar la purga en curso y reconstituir el aparato de mando de las Fuerzas Armadas

Alcanzado el primer objetivo, la hoja de ruta que la Jefatura de las Fuerzas Armadas había impuesto al nuevo presidente incluía una profunda remodelación de la administración del Estado, un nuevo gobierno y la puesta en marcha de un plan económico y social más acorde con las demandas de la población, que lleva movilizada pacíficamente desde hace más de ocho meses exigiendo cambios drásticos y una revolución democrática en el país. 

De lejos, el segundo objetivo, la remodelación de las Fuerzas Armadas, era el más importante y trascendental, así como el más complicado de llevar a cabo. El JEM Gaïd Salah no ha podido terminarlo y la transición ha quedado inacabada, dejando en suspenso la posibilidad de estallidos y graves tensiones en el estamento militar. 

El general Gaïd Salah, en contra de la opinión pública popular movilizada en un ambiguo movimiento de masas sin dirección ni programa y en contra, también, de los partidos de la oposición, impuso las elecciones presidenciales de diciembre, apostando por un candidato de continuidad como sistema, pero de ruptura como práctica política. Tras descabezar el aparato del Estado y meter en prisión a importantes personalidades públicas y jefes de empresa acusados de prácticas mafiosas, Gaïd Salah ha dejado el camino más fácil a Abdelmadjid Tebboune para continuar la transición en el campo económico, cívico y político.

No ha ocurrido lo mismo en el área castrense. Gaïd Salah tomó, en estos 10 últimos meses, medidas con mucho riesgo. Detuvo e incriminó al general Mohamed Medien, alias ‘Tufik’, el personaje más poderoso de Argelia durante un cuarto de siglo; destituyó a la mayoría de jefes de las regiones militares y los envió a retiro; acosó e incriminó al que fuera ministro de Defensa Jaled Nezzar, a quien sometió a un juicio militar que lo condenó a 20 años de prisión por contumacia; destituyó a todos los jefes de los servicios de espionaje, de seguridad y antiterrorismo de la era Buteflika, algunos jubilados y otros juzgados y encarcelados; y, como última operación de alto riesgo, destituyó al jefe del Servicio de Seguridad Interior de los Ejércitos y al coordinador de los servicios secretos, ambos nombrados por él mismo en sus puestos, por haber apoyado al candidato a las presidenciales Azzedine Mihoubi en contra del candidato designado por Gaïd Salah, el actual jefe de Estado Abdelmadjid Tebboune. 

Todas estas medidas y purgas en el estamento militar suponían un riesgo muy elevado. Con toda seguridad, Gaïd Salah, a pesar de saberse de salud frágil, estaba convencido de que iba a poder llevarlas hasta el final. Puso un empeño sobrehumano, haciendo giras personalmente en todas las regiones militares del país, inspeccionando cuarteles y unidades militares, presidiendo maniobras todos estos meses y participando en no menos de medio centenar de reuniones con la alta oficialidad castrense. Pero, quizás, no midió sus propias fuerzas. 

Siguiendo la tradición militar argelina, le ha sustituido provisionalmente en el puesto de jefe de Estado Mayor el general Said Chengriha, jefe de las Fuerzas Terrestres; un protegido de Gaïd Salah que pasó por la jefatura de la Región Militar de Béchar, que controla los más de mil kilómetros de frontera entre Argelia y Marruecos. La trayectoria castrense del general Chengriha hace de él el candidato idóneo para dirigir el Ejército. Sin embargo, su nombramiento, hecho simbólicamente por el presidente Tebboune, es provisional, en espera de que la cúpula militar dé su aprobación. 

Y es precisamente en este punto donde reside la dificultad y la inquietud, ya que la mayoría, si no todos los generales purgados, destituidos, enviados a jubilación o encarcelados siguen teniendo complicidades y amistades en el seno del estamento militar

Al no haber podido acabar la reorganización de las Fuerzas Armadas, Gaïd Salah deja un vacío en el estamento militar que puede provocar crisis de imprevisibles consecuencias. En los próximos días, podremos saber si el nuevo JEM Said Ghengriha tiene todas las palancas en sus manos y el nuevo escenario continúa el anterior. De lo contrario, los ajustes de cuentas internos podrían dislocar el Ejército y abrir una brecha en las instituciones.