La Nueva Ruta de la Seda como representación identitaria de la Gran China

FOTO/ARCHIVO - El presidente de China Xi Jinping

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

China es consciente de que la consecución del «sueño chino» requiere de una intervención protagónica en el escenario internacional. Bajo esa premisa, Pekín ha desarrollado iniciativas emblemáticas con un gran alcance de ámbito global. Un claro referente lo constituye la Nueva Ruta de la Seda, también conocida como la Iniciativa de la Franja y la Ruta o Belt and Road Initiative (BRI), a través de la cual el gigante asiático ha establecido un vínculo entre la apertura económica y la consecución del «sueño chino», cohonestando de esta forma sus necesidades y elementos materiales con los integrantes de la estructura ideacional que caracterizan a su identidad.

En el presente artículo, se analizan los fundamentos de la iniciativa con un enfoque constructivista. Se muestra cómo la política exterior china que se manifiesta en la Nueva Ruta de la Seda, si bien se sustenta en elementos materiales, pretende fundamentalmente infundir en otros Estados elementos ideacionales representativos de su realidad identitaria. La exposición se centra en la imagen identitaria que China proyecta a través de la Iniciativa, sin entrar a realizar un análisis crítico ni mostrar la percepción de otros actores del sistema internacional sobre tal identidad.

Breves pinceladas del enfoque constructivista

Frente al sistema internacional del realismo y el liberalismo, basado en condiciones materiales que se imponían indefectiblemente a los Estados en rígidos términos de causa-efecto, donde el mundo social era concebido como un reflejo del mundo material, en el enfoque constructivista el mundo de lo social juega un rol predominante, de tal forma que las estructuras ideacionales son fundamentales para comprender la forma de actuar de los Estados1. La política exterior se ve influenciada por ideas, valores y creencias compartidas a) que tienen una naturaleza intersubjetiva, b) que han sido creadas socialmente, c) que alcanzan tal grado de interiorización y consenso que se transforman en normas constitutivas o hechos institucionales2 y d) son asumidos por las élites burocráticas, integrados en la política estatal y difundidos mediante técnicas discursivas.

Son precisamente esas ideas, valores y creencias socialmente creadas las que generan la identidad propia de un Estado que asume y proyecta en el escenario internacional y de ella surgen endógenamente sus intereses, sus preferencias y metas3.

AFP/AFP/LAURENCE CHU - Mapa que muestra las rutas viales, ferroviarias y marítimas que forman parte de un plan de China para hacer frente a los desafíos de la globalización reviviendo la antigua Ruta de la Seda
La identidad como elemento constitutivo de los intereses y las acciones

La identidad de un Estado es la propiedad que genera en este las motivaciones, los comportamientos y las subjetividades que influyen en cualquier acción que realice a la hora de entablar relaciones con otros actores. Abarca su propio autoconocimiento — cualidad subjetiva—, pero, asimismo, depende a menudo de la visión que estos tengan sobre él —cualidad intersubjetiva sistémica—4, pudiendo resultar que la representación propia y la percepción ajena no coincidan en todos sus términos5.

Partiendo de esas premisas, el constructivismo defiende, asimismo, el nexo existente entre la identidad de los Estados y la identidad del sistema del que forman parte, resultando que existe una relación dinámica y recíproca entre las estructuras del sistema internacional y las normas e identidades de los actores, en constante proceso de construcción social. Por un lado, la concepción de la identidad que un Estado asuma generará sus propios intereses, guiará sus acciones y definirá su política exterior, influyendo, asimismo —si es capaz de construir una identidad colectiva— en la dinámica del sistema internacional. Por otro lado, este se verá, asimismo, alterado, en la medida en que los Estados construyen y se apropian de normas e identidades del propio sistema6.

El enfoque constructivista no anula los efectos de la estructura material. Si bien admite su influencia, considera que los elementos que la integran deben ser entendidos y contextualizados en función de esas identidades e intereses estatales, hasta el punto de «los recursos materiales solo adquieren significado para la acción humana a través de la estructura de conocimiento compartido en la que están incrustados»7. En consecuencia, los mismos condicionantes materiales pueden generar distintos comportamientos o expectativas basados en interpretaciones diferentes.

La influencia de las normas y las instituciones

Las normas constituyen una forma de manifestación de esa estructura ideacional, entendidas como las expectativas, significados o estándares colectivos compartidos sobre lo que es un comportamiento apropiado, que tras un proceso evolutivo alcanzan tal grado de aceptación por una comunidad que acaban incidiendo en la identidad y los intereses estatales, guiando su política exterior e influyendo en las dinámicas del sistema internacional.

Por otro lado, las instituciones —o hechos institucionales— se crean como consecuencia de la existencia de esas normas previas intersubjetivamente compartidas y solo existen porque les atribuimos determinado significado. Las organizaciones internacionales son un tipo de institución y a menudo ambos términos se utilizan indistintamente. No obstante, en el marco constructivista se consideran instituciones, asimismo, otras entidades o hechos institucionales, tales como la soberanía, la no intervención, la territorialidad, el nacionalismo, la legitimidad, la diplomacia, la anarquía o la autoayuda8.

Xi Jinping y la nueva identidad de China

China ha experimentado una profunda transformación socioeconómica y militar desde la introducción de la política de reforma económica y apertura al exterior orquestada por Deng Xiaoping en 1978. Simultáneamente a este proceso de crecimiento, se ha producido una progresiva metamorfosis en los elementos identitarios e intereses del gigante asiático. El Estado chino ha tratado de elaborar una estrategia orientada a construir y proyectar al exterior la imagen de una Gran China que refleje mejor su nuevo estatus en el sistema internacional9. Bajo el mandato de Xi Jinping, la identidad del gigante asiático ha entrado en una nueva dimensión al presentarse como una gran potencia de primer nivel, adoptando una mentalidad mucho más activa en su política exterior.

Esta nueva identidad se ve reflejada en la promoción del «sueño chino» como marco ideológico y económico orientado a garantizar la estabilidad interna, el crecimiento socioeconómico y la legitimidad del partido10. Aludiendo a «las dificultades y los sacrificios inusuales» experimentados por el pueblo chino durante el siglo de la humillación, Xi llama a superar los lastres del pasado y materializar la «gran revitalización de la nación china» para transformarla «en un país socialista moderno, próspero, poderoso, democrático, civilizado y armonioso»11.

Lejos de ser un discurso meramente propagandístico, el «sueño chino» se ha convertido en la principal hoja de ruta en la formulación y articulación de las políticas, tanto internas como externas, del gigante asiático. Las ideas que subyacen en el concepto se pueden vincular con las siguientes dimensiones, que forman parte integrante de su nueva identidad nacional.

  1. Reposicionar a China en el lugar que le corresponde en el sistema internacional, donde debe jugar un papel determinante. Y, consciente de que no solo debe «serlo», sino también «parecerlo», se esfuerza en mostrar la imagen de una Gran China que basa sus relaciones con otros Estados en principios como la igualdad, el beneficio mutuo, el respeto a la diversidad y la no interferencia en los asuntos internos ajenos. De esta forma, utilizando elementos con raíces en el confucianismo, pretende modificar las percepciones que otros actores tienen sobre China, generando, a su vez, nuevos significados comúnmente aceptados en el sistema internacional.
  2. Construir un país fuerte económica, militar, política, tecnológica y científicamente, siempre en armonía con el «socialismo con peculiaridades chinas» promovido por Deng Xiaoping. El objetivo final aquí se centra en lograr la modernización del país y el bienestar colectivo, así́ como mejorar el nivel de vida del pueblo chino. Se trata, por tanto, de una construcción de intereses no solo a partir de elementos propios de su identidad, sino, asimismo, en término de recursos, otorgando a los materiales un significado y una finalidad que es moldeada por la propia estructura ideacional.
  3. Garantizar que el PCCh se perpetúe en el poder, especialmente en el contexto actual donde los problemas internos y externos amenazan con deslegitimizar la gobernanza del partido.

El «sueño chino» está fundamentado en la «diplomacia de gran potencia con características chinas» y en una nueva forma de relacionarse con otros Estados. Con ello, pretende conseguir que la comunidad internacional no reconozca a China como un mero país en desarrollo, sino que la considere como una gran potencia en el sistema global que está dispuesta a asumir las responsabilidades que le corresponden en el marco de la estructura institucional internacional. Las relaciones con otros Estados están basadas en los Cinco principios de coexistencia pacífica, respetando —al menos de forma discursiva— la imagen de desarrollo pacífico que Pekín trata de proyectar al exterior. Así, altos funcionarios chinos reiteran en comparecencias públicas y visitas oficiales que la iniciativa rechaza la hegemonía global y el uso de la fuerza, así como la interferencia en los asuntos internos de otros Estados.

China es, asimismo, defensor del «pensamiento de la línea mínima», en virtud del cual pretende alcanzar aquel «sin renunciar en absoluto a nuestros derechos e intereses legítimos, ni sacrificar los intereses clave del Estado»12. Dentro de su política incluye la máxima de «salvaguardar más conscientemente la soberanía, la seguridad y los intereses de desarrollo y oponernos resueltamente a toda acción que divida nuestra patria», mostrando, si es necesario, un enfoque más agresivo.

La Nueva Ruta de la Seda como seña de identidad de la Gran China
«Plan maestro para la conectividad en política, infraestructura, comercio y financiación y el acercamiento de los pueblos»

Desde la llegada de Xi Jinping al poder la élite política china ha promovido la Nueva Ruta de la Seda como principal iniciativa de política exterior. El proyecto, sin lugar a duda el más ambicioso del gigante asiático desde la proclamación de la República Popular, fue presentado oficialmente por el mandatario chino durante su visita oficial a Kazajistán en septiembre de 2013. Haciendo alusión a la enriquecedora e inclusiva historia milenaria china, Xi anunció al mundo su intención de revitalizar las antiguas rutas de la seda «con el fin de reforzar los lazos económicos y la cooperación e impulsar un espacio para el desarrollo en toda la región euroasiática». Ese mismo otoño, durante la Cumbre de Líderes Económicos del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Yakarta, Xi presentó la segunda parte del proyecto, la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI.

Basado inicialmente en la implantación de redes de infraestructuras, la Nueva Ruta de la Seda cuenta con dos vertientes. Por un lado, una terrestre que atraviesa el continente euroasiático a través de seis corredores económicos13 que, a su vez, están integrados por, entre otros, carreteras, vías ferroviarias, ductos, aeropuertos, plantas energéticas o telecomunicaciones. Por otro lado, una vertiente marítima centrada en la expansión naval mediante la construcción o adquisición de puertos a lo largo del océano Índico y el mar Mediterráneo.

Si bien las infraestructuras constituyen la piedra angular de la pretendida interconectividad global, la iniciativa no se fundamenta solo en objetivos infraestructurales. Se trata de un proyecto multidisciplinar que pretende influir, asimismo, en las dinámicas de intercambio económico, político y cultural14. En este sentido, el gigante asiático ambiciona mejorar la circulación monetaria, favorecer la comunicación política y el comercio sin trabas.

En su agenda de política exterior se incluye también la finalidad de utilizar la Nueva Ruta de la Seda para mejorar las relaciones entre los pueblos con intercambios culturales y académicos para extender la cultura y la idiosincrasia china más allá de sus fronteras, además de potenciar su imagen de país culto, responsable, no amenazante, dialogante y preocupado por mantener relaciones multidisciplinares con otros países basadas en la paz y la cooperación.

En el periodo liderado por Xi se está impulsando con mayor énfasis que por sus antecesores la creación de grupos de expertos —gubernamentales y no gubernamentales— con funciones de análisis y asesoramiento a la élite dirigente.

Pekín es proclive al intercambio entre grupos y colectivos pertenecientes a distintos países, con la finalidad de crear un caldo de cultivo académico y doctrinal que le pueda orientar en las ideas y prácticas de su política exterior. En este ámbito, los think tanks juegan un rol cada vez más importante, tanto desde el punto de vista de la investigación como de la recepción y transmisión de información y son un punto de partida para construir significados comunes que se interiorizan por el gobierno chino y acaban incluidos en su política exterior.

Pekín es consciente de ello. Pretende potenciar un nuevo tipo de think tank con características chinas que potencie la nueva imagen de China y, aprovechándose de la BRI, generar corrientes de transmisión de conocimiento con los agentes de otros países, mostrando una imagen de país transparente y permeable, dispuesto a compartir sus experiencias de desarrollo con el mundo y abierto a recibir iniciativas para mejorar y solventar algunos retos y desafíos, en el ámbito general de las relaciones internacionales y, especialmente, en el marco de la iniciativa.

PHOTO/REUTERS - Carga en el primer buque portacontenedores chino que sale tras la inauguración del puerto del Corredor Económico Chino-Paquistaní en Gwadar (Pakistán) el 13 de noviembre de 2016
«Trabajar juntos por un mejor futuro de la franja y la ruta»

Ha quedado patente que la Iniciativa se ha convertido en uno de los pilares fundamentales del entramado estratégico de Pekín para materializar el «sueño chino», tanto por sus implicaciones internas como externas. Se vincula con la identidad de gran potencia con la que China se identifica. Es presentada por el propio Xi como el «proyecto del siglo» y sus implicaciones son descomunales: cuenta con la participación de 130 países, lo que supone en conjunto el 42 % de producto interior bruto global, el 78 % de la población mundial y el 75 % de las reservas de energía existentes.

En cuanto a su alcance en el ámbito doméstico, el proyecto busca desarrollar las regiones menos avanzadas de China, ubicadas especialmente en las zonas interiores del país. Asimismo, el gigante asiático pretende reactivar su economía o, al menos, paliar los efectos de la ralentización que sufre en la actualidad gracias a la expansión del mercado chino a nivel mundial, facilitando y acelerando las exportaciones a través de los corredores económicos y las rutas marítimas, así como reduciendo los problemas derivados de la sobreacumulación de capital y la sobreproducción.

En el ámbito sistémico global, a través de la BRI, Pekín logra aumentar su influencia político-económica en el sistema internacional, especialmente en el continente asiático, incrementando su presencia en sectores estratégicos internacionales como el energético o el portuario, así como obteniendo el apoyo diplomático del resto de Estados en numerosas cuestiones globales en las que China está implicada.

Por otro lado, consciente de su anterior situación histórica de país en situación de desventaja durante el siglo de la humillación y de que «el desequilibrio de desarrollo es el mayor desequilibrio del mundo actual»15, China incluye en la Iniciativa objetivos propios de su política exterior dirigidos a la cooperación internacional para el desarrollo. En este sentido, introduce en su agenda y en sus elementos discursivos acciones dirigidas a crear más oportunidades y espacio de crecimiento para otros países en vías de desarrollo, ayudándoles a salir de la pobreza, alcanzar el desarrollo sostenible y «profundizar la cooperación en la agricultura, salud, mitigación de desastres, recursos hídricos, entre otros ámbitos y reforzar la cooperación con la ONU para reducir la brecha de desarrollo»16.

Tal estrategia resulta ser, asimismo, un medio a través del cual se construye la idea identitaria —tanto para los chinos como para el resto del mundo— de una China que emerge como potencia mundial y a la vez se preocupa por cooperar con los países en desarrollo.

Los valores de la Nueva Ruta de la Seda se ciñen a los principios que Pekín trata de impulsar en su política exterior, fundamentados en el desarrollo pacífico, inclusivo y armonioso —con influencia confuciana— con el resto de actores del sistema internacional «propiciando la construcción de una comunidad de futuro compartido de la humanidad»17. No obstante, las expectativas y percepciones que tengan estos últimos respecto a China y la Iniciativa, ya sean positivas o negativas, resultan ser un factor clave en su desarrollo18. Al perseguir alcanzar un progreso tanto domestico como sistémico basándose en los mencionados principios, China pretende mejorar su representación identitaria, así́ como moldear la imagen de lo que debe ser el sistema internacional, un escenario multilateral en el que juegue un rol protagónico19.

En este contexto, la Iniciativa promovida por Xi Jinping tiene tres pilares fundamentales, más allá de los objetivos meramente comerciales:

  1. Superar el obstáculo que supone para el sueño chino la ralentización económica que sufre el país en la actualidad. Para ello, el gobierno pretende establecer una interdependencia con los Estados vecinos que le permita fomentar la integración y construir conjuntamente una «comunidad de destino compartido».
  2. Establecer un área de seguridad en Asia Central y en la región Asia-Pacífico para evitar la expansión de la influencia de Estados Unidos, especialmente, o la creación de un bloque antichino en el continente.
  3. Crear instituciones alternativas a las occidentales e internacionalizar sus ideas, valores, principios e intereses para remodelar el orden internacional existente (WANG, 2018: 276-277). Pekín se sirve de la estrategia de ir introduciendo paulatinamente esos elementos identitarios de tal forma que, a través de conexiones intersubjetivas, acaben consolidándose en normas comúnmente aceptadas e influir, de esta forma, en las dinámicas del sistema internacional.

Desde una perspectiva constructivista, puede apreciarse que el elemento material presente en la Nueva Ruta de la Seda aparece imbuido de elementos ideacionales, que son los que, en última instancia, le dan sentido. El interés de China reside, no solo en la consecución de su desarrollo propio, sino, asimismo, en el desarrollo común de todos los países que colaboran en el proyecto. Xi pretende alcanzar el sueño chino a través de la Iniciativa, basada en los principios de coexistencia pacífica, de cooperación y de beneficio mutuo y, en ejercicio de su rol de Tiânzi, alcanzar un rol protagónico en el marco de una comunidad de futuro compartido de la humanidad. Impulsado por ese objetivo, se sirve de distintas prácticas o acciones, así́ como de elementos discursivos de diversa índole, para conseguir que los países del sistema global se adhieran a su Iniciativa y que los fundamentos ideacionales de su política exterior se interioricen por el resto de los actores y sean colectivamente aceptados.

«Más vale un vecino cercano que un pariente lejano»

Consciente de que la política exterior de Estados Unidos en el continente asiático es cada vez más activa, China utiliza la Nueva Ruta de la Seda, asimismo, como instrumento dirigido a incrementar su rol protagónico en el sistema regional y fortalecer en este ámbito sus propias ideas, principios, valores y un nuevo concepto de seguridad asiático que garanticen sus pretensiones.

En el Foro de Trabajo sobre Diplomacia Periférica celebrado en 2013, Xi Jinping subrayó la «extrema importancia» de fomentar la diplomacia periférica sobre «la base de la amistad, sinceridad, reciprocidad e inclusividad» para construir un entorno pacífico y facilitar, de esta forma, la materialización de los objetivos propuestos en el marco del
«sueño chino».

Si bien la «diplomacia periférica» fue una continuación de la estrategia llevada a cabo por sus antecesores, los nuevos dirigentes del país decidieron concederle un rol superior en la política exterior20. Pekín comenzó a elaborar un cóctel con nuevas ideas —el «sueño chino» y el «sueño asiático»—, nuevas políticas —el nuevo concepto de seguridad—, y nuevas instituciones —el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura o los Cinco principios de coexistencia pacífica— a través de la Nueva Ruta de la Seda para construir una «comunidad de destino compartido»21 cimentada bajo un nuevo orden regional.

De este modo, el PCCh pretende crear una «red sinocéntrica [con influencias confucianas] de relaciones económicas, políticas, culturales y de seguridad [...] y reconstruir el orden regional, y eventualmente el orden global, con nuevas ideas, normas y reglas de gobernanza»22. China ambiciona incrementar la integración multidimensional en el continente asiático, al mismo tiempo que aspira a internacionalizar las ideas, valores, principios e instituciones que definen su estructura identitaria, consolidándose estas paulatinamente en el sistema regional —y, por ende, en el internacional— como normas comúnmente aceptadas. Así, gracias a la remodelación del orden establecido,
Pekín no solo representa mejor sus intereses, también logra que los demás los perciban como adecuados, se socialicen y se conviertan en significados colectivamente admitidos.

Esa noción de beneficio propio y beneficio compartido con China ejerciendo el rol protagónico —Tiânzi— se puede apreciar en la propia Nueva Ruta de la Seda, ya que el mapa que se vislumbra a través de la geografía que expone el oficialismo chino refleja una visión sinocéntrica donde el gigante asiático se presenta como el núcleo de todos los corredores y rutas económicas23. Asimismo, mediante la consecución de la «comunidad de destino compartido» —también objetivo final de la BRI— busca establecer un entorno pacífico que sea propicio a solucionar los conflictos a través del diálogo, rechazando las alianzas militares o la coerción política, y que suprima la percepción de que China es un país agresivo o amenazante por naturaleza24.

En este contexto, el documento oficial Vision and actions on jointly building Silk Road Economic Belt and Twenty-first Century Maritime Silk Road detalla los cinco puntos generales de cooperación que el proyecto de Xi Jinping pretende desarrollar con el objetivo de en alcanzar las metas regionales expuestas25:

  1. La coordinación política centrada en promover la cooperación.
  2. La interconexión a través de las infraestructuras, logística y comunicación para formar una red que conecte a todas las subregiones de Asia y facilitar, de esta forma, el flujo de bienes, personas y capital.
  3. El comercio sin barreras gracias a la reducción o, incluso, eliminación de aranceles.
  4. La integración financiera en Asia.

Los intercambios humanos y culturales en aras de fomentar las relaciones amistosas, la asociación y la cooperación entre los pueblos asiáticos.

PHOTO/REUTERS - Vista general del puerto de Gwadar en Pakistán
Prevalencia de la regionalización frente al regionalismo

El regionalismo hace referencia a un proceso político que busca fomentar la constitución de mecanismos formales de iure para establecer tratados de cooperación y/o integración entre los múltiples actores de una determinada región26. La regionalización, en cambio, tiene una naturaleza informal y se presenta como un proceso de intensificación de facto de las relaciones cooperativas entre los actores de una región que se rigen por las fuerzas de mercado.

Si bien actualmente más de la mitad del comercio mundial está regulado por tratados de comercio preferenciales, las regiones de Asia no han institucionalizado su proceso de integración y no han establecido mecanismos formales que involucren toda la región27. A pesar de existir numerosas organizaciones regionales cuyo objetivo es promover la operación e integración regional, su impacto real es reducido ya que se han constituido más como instituciones consultivas que como entidades dirigidas a la realización de proyectos comunes.

En este escenario, el gobierno de Xi ha aprovechado la BRI —instrumento de naturaleza informal— para impulsar la regionalización, constituyéndose en el principal conector de las relaciones entre China y Asia. De este modo, el gigante asiático ha conseguido proyectar su influencia e intensificar la cooperación en una región de creciente interés geoestratégico gracias, en parte, a las inversiones y al incremento de los intercambios comerciales.

Es precisamente esa informalidad característica de la Iniciativa —en todos sus ámbitos, tanto en el regional como en el global— un elemento diferenciador del orden occidental, que presta mayor atención a procedimientos institucionalizados. La iniciativa no es una entidad con reglas fijas; más bien, deliberadamente pretende ser informal, no estructurado y opaco28. Con ello China pretende constituir un entorno flexible que permita generar lealtades políticas sin recurrir a las tradicionales obligaciones de las instituciones de corte occidental, evitando encorsetar el proyecto en un marco rígido de reglas y normas interestatales que limiten su capacidad de actuación.

Desde un enfoque constructivista, por tanto, junto a la existencia de organismos de iure, China ha utilizado la iniciativa como instrumento catalizador de la regionalización y a través de él ha conseguido implantar en el sistema regional normas e instituciones de facto cuya existencia se basa en un conjunto de significados intersubjetivamente compartidos. Se han creado entidades, hechos institucionales, que, en este caso, gozan de una naturaleza cooperativa y que han resultado más efectivos y eficaces para los intereses chinos que los mencionados organismos de iure.

Conclusiones

China pretende construir y mostrar su nueva realidad identitaria constituyéndose en una potencia que juega un rol decisivo en el escenario internacional, hasta el punto de ir introduciendo paulatinamente sus ideas, principios y valores en sus relaciones con otros Estados con la finalidad de que estos los interioricen y los asuman como significados colectivos comúnmente aceptados. Para ello, se sirve de diversos instrumentos y lleva a cabo acciones de diversa índole en el ámbito de su política exterior. El proyecto más emblemático en el que se refunden los elementos de la estructura ideacional china lo constituye la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda que, desde su presentación pública por Xi en 2013, se ha constituido en el buque insignia de su política exterior.

Si bien se trata de una Iniciativa basada en elementos materiales, tanto económicos como infraestructurales, se caracteriza por ser un proyecto multidisciplinar a través del cual China pretende influir en la globalización. Para ello, viste a tales elementos con un traje en el que se reflejan todos los detalles de su identidad, construidos socialmente a lo largo de su historia y reconfigurados y contextualizados en la actualidad. Muestra al mundo la Nueva Ruta de la Seda como una herramienta necesaria, no solo para conseguir el «sueño chino», sino también para conseguir beneficios para todos los actores del sistema internacional. Erigiéndose como director de la BRI, se muestra como guía y redactor de las reglas del juego de las relaciones internacionales y pretende, de esta forma, incrementar su influencia político-económica a nivel global.

No obstante, para preservar los intereses que tal identidad genera, Xi es defensor del «pensamiento de la línea mínima», implantado un «nuevo concepto de seguridad asiático» que le conceda garantías para incrementar su rol protagónico. Para ello entiende que es necesario establecer un cinturón de seguridad en Asia que limite la presencia de grandes potencias extranjeras en la región, especialmente Estados Unidos, que puedan poner en riesgo sus pretensiones.

A través de la iniciativa, Pekín ha introducido sus elementos ideacionales en las reglas del juego, presentándose como una alternativa a la política exterior que caracteriza a Occidente. Cuestiones las relaciones basadas en los Cinco principios de coexistencia pacífica están en proceso de convertirse en normas o hechos institucionales basados en la asunción de significados compartidos. Se trata, en definitiva, de introducir en los Estados la aceptación de que tales ideas constituyen un «comportamiento adecuado» de los países a la hora de relacionarse.

Para conseguir sus objetivos ha dotado a la iniciativa de una naturaleza informal, introduciendo con ello un elemento diferenciador de los instrumentos utilizados en orden occidental, más interesado en procedimientos institucionalizados. Evitando encorsetar el proyecto en un marco rígido de reglas y normas interestatales que limiten su capacidad de actuación característico de las instituciones de iure, ha generado un entorno flexible, que genere lealtades y permita que el equilibrio de fuerzas cambie progresivamente, a medida que los actores implementan planes estratégicos y reaccionan a las iniciativas del otro.

El éxito del BRI, no obstante, no solo está en manos de China, sino que para su obtención es preciso que esta sea capaz de generar el suficiente grado de confianza entre los diferentes actores intervinientes. Por este motivo, la élite china se sirve de instrumentos para comunicar masivamente sus prácticas, intereses y resultados alcanzados y para construir una narrativa atractiva —meditada y premeditada— que genere la aceptación de sus acciones y anime a otros actores a sumarse a la Iniciativa. En este sentido, los elementos discursivos utilizados reflejan los elementos de la estructura ideacional propios de su identidad y persiguen proyectar la imagen de una Gran China responsable y preocupada por alcanzar una «comunidad de destino compartido», para conseguir de esa forma un mayor margen de maniobra en el escenario internacional.

Ander Sierra Ortiz, Investigador en Descifrando la Guerra @Woodinho97

Referencias:

1 ADLER, Emanuel. “Seizing the Middle Ground: Constructivism in World Politics”, European Journal of 
International Relations, 3.3, 1997, pp. 319-363

2 SEARLE, John. “The Construction of Social Reality”, The Free Press, Nueva York, 1995

3 GUZZINI, Stefano. “A Reconstruction of Constructivism in International Relations”, European Journal of 
International Relations, 6.2, 2000, pp. 147-182

4 WENDT, Alexander. “Social Theory of International Politics”, Cambridge University Press, Cambridge, 
1999

5 No se analiza en el presente artículo la posible existencia de tal dicotomía, su objetivo se centra en el 
análisis de la cualidad subjetiva china manifestada a través de la Nueva Ruta de la Seda

6 REUS-SMIT, Christian. “The Moral Purpose of the State”, Princeton University Press, Princeton, 2009

7 WENDT, Alexander. “Social Theory of International Politics”, Cambridge University Press, Cambridge, 
1999

8 WENDT, Alexander. “La anarquía es lo que los estados hacen de ella. La construcción social de la política 
de poder”, Revista Académica de Relaciones Internacionales, 1, 2005, pp. 1-47

9 LEMUS, Daniel. “La construcción de la imagen de la Gran China y el discurso de la cooperación 
internacional: el caso del Foro sobre la Cooperación China-África”, México y la Cuenca del Pacífico, 1.1, 
2012, pp. 45-75

10 SØRENSEN, Camila. “The significance of Xi Jinping’s ‘Chinese Dream’ for Chinese Foreign Policy: from 
‘Tao Guang Yang Hui’ to ‘Fen Fa You Wei’”, Journal of China and International Relations, 3.1, 2015, pp. 
53-73

11 XI, Jinping. “La Gobernación y Administración de China”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 2014

12 XI, Jinping. “La Gobernación y Administración de China”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 2014

13 (1) China-Mongolia-Rusia, (2) China-Asia Central-Asia Occidental, (3) China-Península Indochina, (4) 
China-Pakistán, (5) Bangladesh-China-India-Myanmar y (6) el Nuevo Puente Terrestre Euroasiático

14 CASARINI, Nicola. “Todos los caminos llevan a Pekín”, Vanguardia Dossier, 60, 2016, pp. 6-15

15 XI, Jinping. “Trabajar juntos por un Mejor Futuro de la Franja y la Ruta”, 2019, disponible en: 
https://www.fmprc.gov.cn/esp/wjdt/zyjh/t1661366.shtml

16 Ídem

17 XI, Jinping. “Trabajar juntos por un Mejor Futuro de la Franja y la Ruta”, 2019, disponible en: 
https://www.fmprc.gov.cn/esp/wjdt/zyjh/t1661366.shtml

18 QORABOY, Ikboljon y KAIRAT, Moldashev. “The Belt and Road Initiative and Comprehensive 
Regionalism in Central Asia”, en Maximilian Mayer (ed.), Rethinking the Silk Road, Palgrave Macmillan, 
Londres, 2018, pp. 115-130

19 KORNBERG, Judith y FAUST, John. “China in World Politics: Policies, Process and Prospects”, Lynne 
Rienner Publishers, Londres, 1995

20 BHATTACHARYA, Abanti. “Conceptualizing the Silk Road Initiative in China’s Periphery Policy”, East 
Asia, 33.4, 2016, pp. 309-328

21 WANG, Chuanxing. “Changing International System Structures and the Belt and Road Initiative”, en 
Maximilian Mayer (ed.), Rethinking the Silk Road, Palgrave Macmillan, Londres, 2018, pp. 269-281

22 CALLAHAN, William. “China’s “Asian Dream”: The Belt and Road Initiative and the new regional order”, 
Asian Journal of Comparative Politics, 1.3, 2016, pp. 1-18

23 SUMMERS, Tim. “China’s ‘New Silk Roads’: sub-national regions and networks of global political
economy”, Third World Quarterly, 37.9, 2015, pp. 1-16

24 ZHAO, Xiaochun. “In Pursuit of a Community of Shared Future”, China Quarterly of International Strategic 
Studies, 4.1, 2018, pp. 23-37

25 MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES, “Vision and Actions on Jointly Building Silk Road Economic 
Belt and 21st Century Maritime Silk Road”, 2015, disponible en: 
http://2017.beltandroadforum.org/english/n100/2017/0410/c22-45.html

26 GARCÍA, Caterina. “El regionalismo en Asia Oriental”, en Max Spoor y Seán Golden (eds.), Regionalismo 
y Desarrollo en Asia: Procesos, Modelos y Tendencias, Edicions Bellaterra, Barcelona, 2006, pp. 15-60

27 DUQUE, Carolina et al. “El nuevo regionalismo en el Este de Asia”, Cuadernos de Investigación, 13, 
2008, pp. 123-140

28 MAÇAES, Bruno. “Belt and Road, a Chinese World Order”, Hurst & Company, Londres, 2019

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