Opinión

La respuesta del Islam a problemas del mundo contemporáneo (20)

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La separación de sexos

Existe un enorme malentendido entre la gente de Occidente respecto al sistema social islámico del PARDAH (lit. velo), que se contempla como una segregación entre los dos sexos. El malentendido surge, en parte, de la incorrecta aplicación de las verdaderas enseñanzas del Islam en distintas partes del mundo islámico y en el papel negativo que desempeñan los medios occidentales. Estos han convertido en norma asociar la fealdad en la conducta, dondequiera que este ocurra, al Islam, a la vez que se abstienen de asociar la conducta judía, cristiana, budista o hindú a sus respectivas religiones.

La norma islámica de la separación no nace, ciertamente, de una actitud de mente estrecha, propia de las épocas oscuras de la historia. De hecho, la cuestión de la promiscuidad, no tiene relación con el retraso o desarrollo en el tiempo. Las sociedades a lo largo de la historia, han ascendido tanto a la cresta de la ola social y religiosa, como también han descendido a su hondura.

El concepto de libertad de la mujer no ha sido, en absoluto, una tendencia progresiva de la sociedad humana. Existe una fuerte evidencia de que, tanto en el período remoto del pasado como en el período más cercano de la historia humana, las mujeres, como colectivo, han mantenido una posición dominante y poderosa en la sociedad humana en distintas partes del mundo.
La relación libre y desinhibida entre la sección masculina y femenina de la sociedad no es algo nuevo. Las civilizaciones surgieron y desaparecieron. Los patrones de conducta oscilaron entre uno y otro estilo. Las miríadas de tendencias sociales han ido desapareciendo y estableciéndose con diferentes patrones para sólo para conformar nuevas experiencias y formaciones a cada vuelta del caleidoscopio. Sin embargo, ninguna tendencia ha permanecido fija de forma que nos permitiera asegurar con certeza que, a lo largo de la historia, la sociedad haya evolucionado de la separación a la promiscuidad o del confinamiento a la relativa emancipación y liberación de la mujer.

El comienzo de una nueva era en los derechos de la mujer

Merece la pena centrar nuestra atención aquí al período oscuro de la historia de Arabia cuando surgió el Islam, por medio de la instrucción divina - según nosotros, los musulmanes, creemos -, o como resultado de las enseñanzas personales de Muhammad (lpbD) - como creerían los no-musulmanes -. Cualquiera que sea el punto de vista de los teólogos, las enseñanzas islámicas respecto a la separación de sexos no representaron en absoluto al comportamiento árabe.

La sociedad de Arabia en aquel tiempo era paradójica en extremo en su actitud respecto a las mujeres. Por un lado, la permisividad sexual, la libre unión de hombres y mujeres y las locas orgías de vino, mujeres y cánticos constituían uno de los puntos destacados de la sociedad árabe. Por otro lado, el nacimiento de una niña se consideraba un acontecimiento desgraciado y de enorme vergüenza. Algunos árabes “orgullosos” enterraban a sus recién nacidas con sus propias manos para escapar a esta ignominia.

A las mujeres se les trataba como posesiones y carecían del derecho a oponerse a sus maridos, padres u otros miembros varones de la familia. A veces, sin embargo, existían excepciones a la regla. En ocasiones, mujeres de destacada personalidad jugaban un papel importante en los asuntos de la tribu.

El Islam lo cambió todo, no como resultado natural y progresivo de las tensiones sociales sino como un árbitro de valores. Un sistema social fue dictado desde lo alto, el cual no tenía relación con las fuerzas normales que conforman una sociedad.

Mediante las enseñanzas de la separación, la anarquía sexual se acabó de forma súbita. Se estableció un orden en la relación de hombres y mujeres basada en principios morales profundos. El estatus de la mujer fue simultáneamente elevado a tal nivel que nunca más fueron tratadas como mercancías desvalidas. Se les otorgó una participación igualitaria en los asuntos de la vida comunitaria. Mientras que antes eran distribuidas como bienes de herencia, ahora podían heredar la propiedad de sus padres, y también la de sus maridos, hijos y familiares próximos. Podían colocarse a la altura de sus maridos y responderles. Podían razonar con ellos y, por supuesto, tenían el pleno derecho a discrepar. No sólo podían ser divorciadas sino que poseían derechos iguales a divorciar a sus maridos si así lo deseaban.

Como madres, fueron tratadas por el Islam con tal profundo respeto que es difícil encontrar un ejemplo similar en otras sociedades del mundo. Fue el Santo Profeta del Islam (lpbD) quien más apoyó los derechos de las mujeres al declarar, bajo mandato divino que: “El Paraíso se encuentra bajo los pies de vuestras madres”.

No se refería sólo a una promesa que habría de cumplirse en la vida después de la muerte, sino al paraíso social que se prometía a quienes mostraban un profundo respeto y reverencia por sus madres, y se consagraban a agradarles y a procurarles todo tipo de confort posible.

La enseñanza de la separación ha de ser entendida en este contexto. No era el resultado de ninguna superioridad masculina sino que fue diseñada para establecer la santidad del hogar; para crear mayor confianza entre el marido y la mujer; para aportar sobriedad a los impulsos humanos básicos y para encauzarlos y disciplinarlos de manera que, en lugar de ser liberados en la sociedad como demonios poderosos, jueguen un papel constructivo de la misma manera como otras fuerzas disciplinadas desempeñan su papel en la naturaleza.

La separación es totalmente malentendida cuando se interpreta como una imposición o restricción sobre el colectivo femenino de la sociedad musulmana, que restringe su participación en todas las esferas de la actividad humana. Esto no es cierto.

El concepto islámico de la separación ha de ser entendido únicamente en un contexto de medidas encaminadas a proteger la santidad de la castidad femenina y el honor de la mujer en una sociedad, de forma que el peligro de que se violen estos objetivos se minimice.

La mezcla libre de ambos sexos y las aventuras o relaciones ocultas entre hombres y mujeres son firmemente desalentadas. Se aconseja tanto a los hombres como a las mujeres que se abstengan no sólo de lanzarse miradas codiciosas entre sí, sino que se abstengan de todo contacto visual o físico que pueda conducirlos a tentaciones incontroladas. Se espera de las mujeres que vistan decentemente y se les aconseja que se comporten de manera que llamen desfavorablemente la atención de los hombres predispuestos. No se les prohíbe el empleo de cosméticos y adornos, pero no deben ser usados en público, para no llamar la atención.

Entendemos que con el modo actual de pensamiento de las sociedades de todo el mundo, esta enseñanza pueda parecer severa, restrictiva y descolorida. Sin embargo, un estudio profundo del sistema social islámico lleva a la conclusión de que dicho juicio es apresurado y superficial. Esta enseñanza debe, por tanto, ser entendida como parte integral de todo el entorno social del Islam.

El papel que las mujeres juegan en el sistema social islámico no es ciertamente el de concubinas en los harenes ni el de una sociedad prisionera de las cuatro paredes de sus casas, excluidas del progreso y privadas de la luz del conocimiento. Este feo cuadro del sistema social islámico sólo lo pintan los enemigos internos o externos del Islam, o los supuestos eruditos que malentienden totalmente el modo de vida islámico.

Lo único que no acepta el Islam es convertir a las mujeres en objeto de juego, o explotación, o su abandono a la misericordia de la vulgaridad masculina. El Islam no fomenta tales actitudes respecto a la mujer.

Sólo porque la sociedad en su conjunto se ha vuelto cada día más exigente, constituye una auténtica crueldad para las mujeres la necesidad de estar constantemente conscientes de sus apariencias, aspecto y la forma en que van vestidas o arregladas. Los encantos femeninos siempre se hallan en exhibición. La venta de cualquier artículo alimenticio o de necesidad diaria como el detergente para la colada, requiere anuncios con modelos femeninos. Formas de vida artificiales, modas y formas lujosas son presentadas a la mujer como esenciales para que ésta realice sus sueños. Tal sociedad no puede permanecer equilibrada, sobria y sana por mucho tiempo.

Según el Islam, las mujeres deben emanciparse de la explotación y de jugar el papel de meros instrumentos de placer. Deben disponer de más tiempo libre para sí mismas, para desempeñar sus responsabilidades hacia sus hogares y hacia la futura generación de la humanidad.

(lpbD) – La paz y las bendiciones de Dios sean con él.
(Continuaremos en la siguiente entrega, la número 21)