LA PAZ INDIVIDUAL
Según el concepto coránico de la creación, la idea de haber creado un sólo universo inanimado, no hubiera servido para otro propósito que el de constituir - Dios nos perdone - un acto fútil por parte del Creador. ¿Quién conocería y quién compartiría el conocimiento con el Creador de la existencia de las cosas? Sería equivalente a la creación de algo sin sentido.
El propósito de la creación fue crear una conciencia, para, en última instancia, mejorar, ampliar y elevar la calidad de tal conciencia hacia el objetivo final de la creación.
No es un objetivo simple, y necesitaría una completa exposición aparte, que quedaría fuera del ámbito de estos escritos. La parte relevante, por hacerla simple, consiste en que el último propósito de la creación, era crear un ser consciente del más alto nivel, que no sólo se sometería voluntariamente a la más sublime belleza Divina - reflejada directamente en Su creación -, sino que también dirigiría a la creación más elevada (es decir, la humanidad) hacia la última meta de su creación, o al menos, lo haría posible a aquellos que desearan seguirle.
Suprimamos hipotéticamente, por un momento, el último objetivo de la creación: la entera razón de ser de la creación y del mantenimiento de este universo se colapsarían de súbito.
En un ejemplo simplificado, la razón de plantar una semilla y alimentar, regar, podar y mantener un árbol frutal, es la fruta misma. Si no hubiera fruta, no habría árbol. Todo el esfuerzo de la plantación, la alimentación y el mantenimiento del árbol frutal sin el concepto de la fruta como producto final, sería algo vano y sin sentido. Como tal, todo el árbol frutal, incluyendo sus raíces, su tronco, sus tallos, sus ramas, sus hojas y sus brotes, están al servicio de la fruta. Aún anticipándose en el tiempo, todas las partes del árbol se dedican a su último propósito. Es la beneficencia del propósito lo que crea el propio instrumento de la creación.
A la luz de esta relación entre el objeto supremo de la creación y el resto del universo, cuando se estudian las enseñanzas del Islam, uno se sorprende al darse cuenta de que el Islam no sólo abarca la relación entre el hombre y Dios y Dios y el hombre, sino también las relaciones del hombre con el reino animal y el mundo inanimado que le rodea.
Todo cuanto existe se vuelve sagrado, no por su superioridad respecto al hombre, sino porque ha sido creado específicamente por el Señor de la creación para el mismo hombre, directa o indirectamente. Nada de cuanto existe en el universo carece ya de sentido por más tiempo, o distante o separado. Incluso las estrellas más lejanas, adquieren un sentido y un lugar en el proyecto de la creación humana. Esto es lo que repetidamente se expone en el Santo Corán desde diferentes ángulos, siendo los siguientes algunos ejemplos:

“Por el sol y el momento en que comienza a irradiar. Y por la luna cuando lo sigue (al sol). Y por el día cuando revela su gloria. Y por la noche cuando lo cubre con un velo. Y por el cielo y su creación. Y por la tierra y su expansión. Y por el alma y su perfección. Pues Él le reveló lo que es malo y lo que es bueno para ella. En verdad, prospera quien acrecienta su piedad. Y se arruina quien la corrompe”. (91:2-11)

“Y Él os ha sometido todo lo que hay en los cielos y todo lo que hay en la tierra; todo procede de Él. Ahí hay ciertamente señales para un pueblo que reflexiona.”. (45:14)

“Y sometió a vuestro servicio la noche y el día, y el sol y la luna; y las estrellas también fueron sometidas por orden Suya. Sin duda, en ello hay signos para las gentes que utilizan la razón”. (16:13)

“¿No habéis visto cómo Al’lah ha sometido a vuestro servicio todo lo que hay en los cielos y todo lo que hay en la tierra, y ha derramado sobre vosotros Sus favores, externos e internos? Sin embargo, entre los hombres hay algunos que disputan sobre Al’lah sin conocimiento ni guía y sin la autoridad de un Libro esplendoroso. (31:21)

“En verdad, hemos creado al hombre con el mejor de los planes creadores”. (95:5)
Muchos otros versículos e incluso pequeños capítulos del Santo Corán, están dedicados enteramente a este aspecto, explicando que el hombre es un micro-universo que ha recibido la influencia de todas las formas de la creación. Incluso la estrella más remota, ha contribuido a este micro-universo del hombre.
Pero esta relación no es la de un siervo hacia su dueño, sino la del dueño hacia su siervo. Los dueños no se inclinan y se postran ante quienes les sirven. El hombre, por lo tanto, se erige como el dueño de todo el universo y el siervo de sólo Aquel que es Único, Señor y Creador del universo.
¡Qué diferente es esta filosofía de la de otras muchas religiones, que no sólo enseñan la idolatría sino también la adoración de la naturaleza en distintas formas! En sus filosofías, la luna, las estrellas, el sol, los océanos, los árboles, la lluvia, los relámpagos, las tormentas o incluso animales tales como las vacas, las serpientes o los pájaros, todos ellos aparecen, de algún modo, superiores al hombre. Al hombre se le enseña a adorarles como dioses, a causa de alguna superioridad que en algunos aspectos poseen sobre él. En definitiva, se coloca al hombre en el plano más inferior y se le hace servidor de todo aquello que fue creado únicamente para servirle.
Según la interpretación islámica del esquema de valores, el hombre es el dueño, por así decirlo, de toda la creación. Por tanto, el hombre tiene la mayor deuda con su Creador, porque es quién más se ha beneficiado de la creación de Dios, que ha sometido todo al servicio del hombre.
En otras palabras, el hombre se emancipa de toda esclavitud al aceptar únicamente una servidumbre: la que debe a su Creador. El hombre es la personificación y el símbolo de la conciencia y el conocimiento del universo entero. Cuando se inclina y postra ante su Creador, el cosmos entero se inclina y postra con él. Cuando vuelve hacia su Creador, el universo entero vuelve, digámoslo así, a su Creador.
Este conocimiento último y amoldar la vida propia para alcanzar este objetivo, es, según el Islam, la paz definitiva.
Una frase del Santo Corán, repetida con frecuencia por los musulmanes, resume esta filosofía en pocas palabras:

“En verdad a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos”. (2:157)
Pocos entienden que aquí el significado de “volver” no es físico sino espiritual. No se trata de una simple afirmación sino de un recordatorio del propósito de la creación del hombre. Al igual que el salmón no halla la paz hasta que retorna a su lugar de origen - su terreno de desove -, el corazón humano no puede encontrar la paz sin retornar espiritualmente a la fuente de su creación. Este es el significado del versículo:

“Los que creen y cuyos corazones hallan sosiego en el recuerdo de Al’lah. ¡Ay! ¡Sólo en el recuerdo de Al’lah pueden hallar sosiego los corazones!”. (13:29)
El hombre no puede vivir en paz consigo mismo, ni se puede garantizar la paz a la sociedad sin esta fórmula: ninguna otra fórmula funciona. Sólo el amor a Dios puede dar lugar a un verdadero respeto a Su creación. Cuanto más alto es el orden de la creación, más se acerca al Creador, y más se refuerza el vínculo entre el Creador y lo creado.
El hombre comienza a respetar a los demás hombres por un objetivo más elevado y más noble: el respeto y la obligación debidos a Su Creador hace que el hombre respete a la humanidad. Se puede afirmar, que, en esencia, es el amor de Dios el que se transforma en el amor por Su creación. Eliminemos hipotéticamente a Dios del escenario por un momento, y veremos, como de repente, las relaciones humanas adquieren una perspectiva completamente distinta.
El vacío creado por la no-existencia de Dios, se rellena bruscamente con el ego humano. La filosofía de que el hombre puede vivir sin Dios es muy ingenua y extremadamente ignorante. Lo que el ateísmo al final consigue, no es matar a un Dios, sino que, de golpe, da vida a una miríada de dioses. Cada ser vivo consciente adquiere, de repente, el papel de un dios por sí mismo. El ego, el individualismo y la dedicación exclusiva a los propios fines, crecen con plena fuerza y poder.
Las sociedades construidas con estos individuos como ladrillos, siempre son sociedades egoístas y orientadas hacia sí mismas. No hay lógica para mostrarse beneficioso hacia los demás, sin que haya alguna motivación oculta. No queda un punto de referencia externa en la forma de un Dios Benefactor, que es el Único punto de enlace y encuentro de todas las formas de creación.
Este es la esencia última de la filosofía Islámica. Sin volver hacia Dios, no podemos alcanzar la paz, y sin esta paz, no se puede edificar una sociedad pacífica. Todos los esfuerzos humanos para crear la paz a partir de motivaciones egoístas y ocultas están destinados a fracasar y a no conducir a ninguna parte.
Si no hay Dios, no hay paz. Esta es la verdadera sabiduría.
POST DATA: Muchas gracias por habernos leído en esta serie continuada de entregas. Damos gracias a Atalayar por habernos provisto una ventana entre sus estimados lectores para dar a conocer las verdaderas enseñanzas del Islam.
Continuaremos, Dios mediante, con otras iniciativas sobre el Islam, el Santo Corán, su filosofía, los servicios desinteresados en pro de la causa del humano, cómo se estableció la Comunidad Musulmana Ahmadía en España en el año 1946, etc.
(lpbD) – La paz y las bendiciones de Dios sean con él.