La saga Oxford-AstraZeneca: crónica de un revés

Atalayar_Coronavirus_VacunaOXFORD_0

El más que entendible entusiasmo inicial que causó el anuncio de la disponibilidad de diversas vacunas para inmunizarnos contra la COVID19 no tardó en dar paso a una retahíla de decepciones y frustraciones a medida que del reto logístico se hacía evidente. Más allá de los episodios de picaresca chusca que han protagonizado algunos cargos a los que se les suponían mejores entendederas, el esfuerzo por inmunizar a la población europea está poniendo de relieve las serias carencias que las instituciones de la Unión Europea tienen para gestionar un problema de esta magnitud. El penúltimo episodio ha estado protagonizado por el anuncio de la farmacéutica AztraZeneca, productora de la vacuna desarrollada en Oxford, de que se vería incapaz de honrar el compromiso de entrega de 400 millones dosis en 2021 -80 de los cuales en el primer trimestre del año- contraídos con la Unión Europea por medio de un contrato confidencial tras haber recibido más de 330 millones de euros para impulsar sus esfuerzos de producción en Europa en 4 plantas, dos en el Reino Unido, una en Bélgica y una tercera en Alemania. La farmacéutica indicó un recorte del 60% de las entregas, es decir, un total de 32 millones de dosis a corto plazo. 

El anuncio trastoca los planes de vacunación de los países de la Unión Europea, especialmente debido a que los requerimientos de conservación en frío de la vacuna Oxford-AztraZeneca son menos onerosos que los de sus Pfizer y Moderna. Pascal Soriot, director general de AztraZeneca, trató de justificar la situación con base a que el Reino Unido había firmado un contrato con la farmacéutica tres meses antes que la Unión Europea, de lo que los eurócratas coligieron, no sin cierta plausibilidad, que la producción de las factorías de AztraZeneca en el Reino Unido estaba dedicada al mercado británico. Los comisarios europeos sospechan que el fiasco delata un modus-operandi atropellado de AztraZeneca, que, como consecuencia de unos ensayos clínicos que dejaron bastante que desear, vieron retrasada la homologación de su vacuna tanto por la agencias del medicamento norteamericana como por la europea, lo que habría llevado a los directivos de la farmacéutica a ofrecer condiciones ventajosas y opacas al Reino Unido a cambio de la aprobación urgente de la vacuna por la autoridad farmacéutica británica. 

La farmacéutica aduce que está exenta de responsabilidad, habida cuenta de que según ellos, el contrato sólo les obliga a llevar a cabo la producción y entrega de las vacunas con el "máximo empeño", un concepto legal que ellos traducen como “buena fe”. Parece justificado pensar que la inclusión de esta ambigüedad contractual sugiere cierta impericia e ingenuidad en la parte contratante europea, máxime si consideramos que tenemos constancia de que el contrato está sujeto al derecho civil belga, que, como es lo normal en el continente, ley belga, tiende a no otorgar un significado determinado a conceptos en la línea del "máximo empeño", favoreciendo, por el contrario, el uso de estipulaciones contractuales  sobre "medios" y "resultados”, ambos objetivamente cuantificables. Sin embargo, la parte pública del contrato entre la UE y AztraZeneca contiene una definición minuciosa del concepto "máximo empeño" (i.e. "todo lo que uno pueda, incurriendo incluso en costes adicionales") aceptada por ambas partes, lo que al menos en teoría limita el alcance interpretativo de la jurisdicción belga.

Como decíamos previamente, el contrato en sí es confidencial, y sólo disponemos de una versión publicada que omite información que, a todas luces, podría  clarificar quien tiene la razón en la disputa en ciernes. La relevación de lo que desconocemos puede ser determinante, dado que la expresión “máximo empeño” sólo es usada en relación a las obligaciones de AstraZeneca en una instancia del texto, específicamente refiriéndose al establecimiento de capacidades de producción para alcanzar el suministro en los volúmenes acordados, y según el calendario de entrega, por lo que, a priori, y como la dirección de AstraZeneca cumplió con la cláusula de proveer “información suficiente” a la Comisión Europea de los problemas siguiendo el protocolo acordado, en tiempo y forma, es muy dudoso que la Unión Europea disponga de margen de actuación legal en este caso, especialmente dado que la vacuna aún está por ser autorizada por la Agencia Europea del Medicamento, y en cualquier caso, no parece que haya una correlación clara entre el previsible incumplimiento del objetivo de vacunar al menos al 70% de la población de la UE en el verano de 2021, y los problemas surgidos con AztraZeneca. De hecho, la Comisión Permanente de Vacunas del Instituto Robert Koch, la principal agencia de salud pública de Alemania, ha descartado oficialmente el uso de la vacuna Oxford-AztraZeneca para los mayores de 65 años justo cuando acaba de recibir una importante partida de vacunas de Moderna, por lo que en principio serán países como España e Italia los que tendrán dificultades para vacunar a la población de entre 18 y 64 años, al quedar el resto cubierto con las entregas de vacunas de Pfizer.  

Por muy tentador que resulte achacar la situación a la “nueva anormalidad” del mundo post-Brexit, no parece que en esta ocasión haya base para cargar las tintas con acusaciones de perfidia, proteccionismo y nacionalismo sanitario, más allá de anécdotas puntuales. En realidad, es más probable que el Gobierno británico haga un gesto de buena voluntad (solicitando a AstraZeneca que derive parte de sus excedentes acumulados en Gran Bretaña al continente), que proceda a incautar la producción. No sólo porque la vacuna de AstraZeneca está basada en un vector no-replicante de adenovirus, que requiere generar el virus que se usa en el vial en un proceso biológico harto complejo. Las plantas británicas pueden verse afectadas en cualquier momento por los mismos problemas sufridos por la factoría de AstraZeneca en Bélgica. Por otra parte, las autoridades del Reino Unido saben que, no siendo posible la insularidad epidemiológica en el siglo XXI, el Gobierno británico tiene un interés estratégico en que sus vecinos europeos estén inmunizados lo antes posible. Esto es algo de lo que -al margen de los aspavientos de algunos comisarios europeos que probablemente estén motivados por el afán de distraer la atención de su propia responsabilidad en el fiasco- los socios continentales de Gran Bretaña son bien conscientes, como lo prueba la carta conjunta que  Bulgaria, Croacia, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Eslovaquia y Suecia remitieron a la Comisión Europea  exigiendo que se incrementen los esfuerzos para facilitar la vacunación de los países de la vecindad europea, tanto al este como al sur del continente, como Ucrania y Túnez. La peor manera de superar la pandemia sería recurrir al fomento de los rencores nacionales, y a facilitar el acaparamiento y mercadeo de recursos sanitarios como algunos países europeos se apresuraron a decretar cuando debutó la COVID19. Deben prevalecer las cabezas frías que dejen de lado la emotividad para mejor ocasión.

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato