La verdad mata

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No es la primera vez que el Parlamento Europeo pone el acento en la situación de vulnerabilidad en México para hacer periodismo y activismo. No es tampoco la primera vez que condena la inacción para proteger a los periodistas y activistas e indagar sus crímenes por parte del Gobierno encabezado por el mandatario Andrés Manuel López Obrador.

La situación de los derechos humanos en el país azteca es vista con honda preocupación de este lado del Atlántico porque cada minuto que pasa se aprecia una mayor ruptura social, crispación política y un mayor avance de la delincuencia y penetración del poder del narcotráfico en las instituciones; en suma, en el Estado.

Nuevamente este año ha sido especialmente difícil para el quehacer periodístico a nivel global; en su reporte más reciente, Reporteros Sin Fronteras (RSF) señala que este año han sido asesinados “57 profesionales de la información” y también es preocupante el elevado número de periodistas encarcelados que este 2022 aumentó a 533 personas mientras 65 periodistas permanecen secuestrados y 49 están desaparecidos.

Cada vez es más difícil informar, investigar, permanecer como puente entre la noticia y la gente que merece ser informada de forma imparcial, contundente y sobre todo transparente. La verdad, mata porque en varios países cuesta la vida.

Lo que consterna es la situación en México, porque desde el máximo escalafón del poder, su presidente López Obrador, ataca verbalmente casi todos los días a la prensa y señala con nombres, apellidos y hasta mostrando las cuentas bancarias y propiedades a los comunicadores que él considera una molestia para él mismo, para su familia y para su Gobierno. Quiere callarlos a base de señalamientos y en esa exposición cotidiana, desnuda su animadversión y se convierte en un Torquemada, contra la prensa.

Para él ciertos periodistas son un incordio. Con su boca ha encendido la hoguera y cualquiera puede echar el cerillo para quedar bien con un dignatario que ha hecho de la crispación, de la polarización, del discurso del odio, de la amargura y  del agravio su principal arma política cotidiana.

Asesinar a un periodista, me dice Javier Fernández Arribas, es impedir que las noticias sean contadas y que las fechorías lleguen a revelarse a la gente.

El presidente del Club Internacional de Prensa reitera que una sociedad democrática se merece unos profesionales realizando su trabajo en las mejores condiciones posibles para que la ciudadanía pueda estar lo mejor informada y así pueda tomar las decisiones que considere oportunas.

Una buena información, reitera Fernández Arribas, es esencial para la salud del sistema democrático. Todos los datos son escalofriantes partiendo porque son vidas humanas y la mayoría de estos crímenes quedan en la impunidad.

En Ucrania, comenta el avezado corresponsal de guerra, hay más probabilidades de morir porque hay bombardeos, hay minas y también el interés de que no lleguen al exterior, las atrocidades que está viviendo la población o inclusive entre los propios soldados de uno y de otro bando.

A colación

Lo que no es aceptable, y por ende rechazable, es que un país como México sume los homicidios de 11 periodistas cuyos nombres se olvidan y sus casos orbitan en la zona gris de la impunidad.

Fernández Arribas también se desahoga con sinceridad y añade que en España “tenemos lo nuestro”, pero a México “un país querido hermano nuestro” le deseamos que tenga las mejores condiciones de vida para sus ciudadanos y eso pasa porque “el Estado responda y garantice” la seguridad de todos sus ciudadanos.

En España, inquiere el directivo de Atalayar, se ha sufrido igualmente y recordó a los medios de comunicación que estaban de lado de la banda terrorista ETA e incluso señalaban a algunas personas en sus informaciones y a los pocos días, dichas personas eran asesinadas.

Respecto de la guerra, puso como ejemplo a Siria; en este conflicto irracional, los terroristas de Al-Qaeda asesinaban y secuestraban periodistas y lo que intentaban es que los periodistas salieran de Siria para no contar al mundo las fechorías y crímenes que los terroristas estaban cometiendo contra la población. “Y, por desgracia, lo consiguieron… esta es una forma de lograr el control de una zona”.

“Si es gratis asesinar periodistas de alguna manera está asesinándose a la democracia y al Estado de derecho y, por supuesto, afecta a la ciudadanía que quiere la verdad; a la larga, esto mina la convivencia”, en palabras de Fernández Arribas.

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