Opinión

Las alertas de ‘corralito’ se encienden en Argentina

photo_camera Mauricio Macri, presidente de Argentina

Mauricio Macri tiene que hacer frente desde que accedió a la presidencia de Argentina a todo ese catálogo habitual de críticas, menosprecios, dobles raseros y descalificaciones que ha de soportar cualquier mandatario no progresista que se precie en el mundo. Muchos de ellos, los del estilo Bolsonaro o Trump, lo ponen en su currículum, con el convencimiento de que la consabida deslegitimación de la izquierda mundial, en sus múltiples formatos,  hacia los gobiernos que no son afines a su forma de entender el mundo, adornará el historial y les hará más grandes y admirados por los suyos. Después de los desmanes cometidos en el mandato de Kirchner, que llegaron hasta el asesinato del fiscal Alberto Nisman pocos días antes de presentar pruebas concluyentes y comprometedoras del atentado contra la AMIA, resulta ocioso rebatir la condena pública que han tenido los años, todavía pocos, que Macri lleva en el poder, pero es la eterna medicina que les toca tragar a una parte de los gobernantes del mundo occidental, y con ella deben lidiar.

Salvada la aclaración de que buena parte de lo que nos llega de Argentina está contaminado, estos días hay que llegar hasta el fondo de la situación económica del país que no deja de alarmar y sorprender, incluso a todos aquellos que desde dentro vuelven a temer los síntomas de aquella crisis brutal de hace casi 20 años recordada con una sola palabra: corralito. Vuelve el temor a no poder sacar sus dólares del banco, a que el Gobierno decrete una suspensión de pagos en las entidades financieras. De momento Macri y su ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, han decretado un control de cambios para evitar una avalancha de cambio de moneda. Pero lo que está ocurriendo es fruto también de su gestión económica no del todo acertada, sobre todo en lo que a la reducción de la deuda se refiere. Las primarias (PASO) del 11 de agosto vinieron a confirmar que la confianza de los ciudadanos en el gobernante nacido en Tandil se ha desplomado, y que su opositor peronista Alberto Fernández va a encaramarse a la Presidencia el próximo 27 de octubre en las elecciones reales, y con él vendrá de la mano como vicepresidenta... ¡exacto!. Cristina Fernández de Kirchner. Todo lo que ha ocurrido después de esas peculiares primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, obedece a la incertidumbre que el mercado otorga a un nuevo Gobierno manejado por la ex presidenta, en el que la ortodoxia económica pasará a la historia y volverán sus sentencias imposibles, como aquella en la que aseguró que Alemania tiene índices de pobreza mucho peores que los de Argentina, que tiene un tercio de su población bajo los umbrales de Naciones Unidas y con el 10% de los habitantes sufriendo deficiencias alimentarias importantes. 

La pérdida de valor del peso frente al dólar supera ya el 20%, con  varias depreciaciones continuas que mueven a la ciudadanía a refugiarse en la moneda norteamericana para que su dinero no siga perdiendo valor como si de una hemorragia se tratara. Pero el problema no es sólo del cambio. La elevadísima inflación, el estancamiento de la economía, una deuda desbocada y la desconfianza en el Gobierno están lastrando las pocas posibilidades de despegue de la economía argentina en este final de mandato en el que la posibilidad de un ‘default’ ya no es analizada como algo remoto, sino demasiado cercano. Sería su noveno ‘default’ soberano. Y de fondo, la incapacidad del país para asumir el pago de su deuda. El Fondo Monetario Internacional (FMI), ahora en pleno proceso de mudanza de su liderazgo, ha concedido a Argentina préstamos hace sólo quince meses por valor de casi 60.000 millones de dólares sobre los que se está reclamando ya una renegociación de las condiciones de devolución. El mayor programa de rescate del FMI se viene abajo pese a las garantías que entonces suponían las 21 medidas comprometidas por la Casa Rosada. La medida que ahora estudian Macri y Lacunza es accidental y urgente: pasa por regar de dinero el sistema, utilizando las exiguas reservas que le quedan al Banco Central, pero ni así resolverían ya el calado de una situación alarmante en la que los más pudientes y adinerados vuelven a mirar al exterior para ponerse a salvo de la quema. 

El único argentino tranquilo esta primera semana de septiembre es el que tiene su plata en el extranjero.