Las amenazas silenciosas de Putin

PUTIN

Entre las infinitas discusiones sobre chuletones al punto y teorías conspiranoicas acerca de las hamburguesas sin carne, un evento más importante se quedaba en un segundo plano. El Presidente de España, Pedro Sánchez, junto a su homólogo lituano, Gitanas Nauséda, tuvieron que ser desalojados de la base militar de la OTAN en la que se encontraban después de que dos cazas Eurofighters españoles tuvieran que despegar precipitadamente de la base de Šiauliai tras divisar a un avión no identificado que sobrevolaba el espacio aéreo del Mar Báltico.

Se confirmó más adelante que no era uno, sino dos aviones rusos SU-24s. Según afirmó un oficial de la OTAN, estos no contaban con un plan de vuelo, no tenían el transpondedor encendido, ni se comunicaron con los controladores aéreos. Esta situación no pilló por sorpresa a nadie. Es bastante común que, ante el desarrollo de ejercicios militares de la OTAN, o la visita de algún mandatario a las bases militares, se produzca algún movimiento del ejército ruso. Los pilotos españoles, que actualmente son los encargados de proteger el espacio aéreo de los países bálticos, están más que acostumbrados a que se produzcan eventos de este tipo.

Los medios de comunicación transmitieron el evento como algo anecdótico, y sin duda así fue para los militares desplegados en la base de Šiauliai. Sin embargo, es importante hacer una reflexión sobre este suceso, y que fue eclipsado por el debate sobre la desunión del Gobierno actual. No es que los desaires entre ministros no tengan relevancia, pero sin duda debería dedicarse más tiempo a analizar el trasfondo que tiene que dos aviones rusos sobrevuelen el espacio aéreo europeo. Este no es un evento casual, y desde luego no debería tratarse como un asunto sin importancia.

Desde la llegada de Biden a la Casa Blanca, se ha reforzado el compromiso de Estados Unidos, así como del resto de los miembros de la OTAN, hacia la Alianza Transatlántica. La cooperación en materia de seguridad y defensa se ha visto incrementada en los últimos meses, una situación que sin duda Rusia considera una amenaza. En la última Cumbre de la OTAN, celebrada en Bruselas el pasado 14 de junio, fueron las relaciones con Rusia y China las que acapararon el discurso de los dirigentes políticos allí reunidos. El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, aseguró entonces que la relación con Rusia está “en el punto más bajo desde la Guerra Fría”.

La cooperación con Rusia se fue deteriorando con el tiempo, hasta que, en 2014, se suspendió tras la anexión del territorio ucraniano de Crimea. Ese evento también supuso un incremento del miedo a una posible intervención rusa en los países bálticos. No contribuye a esta sensación la presencia del ejército en Kaliningrado, el territorio ruso aislado del resto del país y que se encuentra entre Polonia y Lituania. Al haber pertenecido a la Unión Soviética, los países bálticos son ahora territorios estratégicos de la OTAN para la defensa y protección de los países europeos. En mayo de este año, los gobiernos de Estonia, Letonia y Lituania se comprometieron a reforzar la cooperación en materia de defensa, y acordaron adquirir nuevos lanzadores de misiles ante el miedo a posibles movimientos del ejército ruso en sus fronteras. El Ministro de Defensa de Estonia, Kalle Laanet, afirmó en un comunicado que “la OTAN debe mandar un mensaje fuerte y claro sobre la amenaza rusa, y hacer de la defensa colectiva su objetivo más importante en la próxima década”.
 
Durante el ejercicio de unas maniobras navales de la OTAN en el Mar Negro en las que participaba el ejército español, se informó de que buques rusos monitorizaron de cerca las actividades de la Alianza. Su presencia recalca la actitud amenazadora de Putin, y sirve de mensaje a los países miembros de la OTAN, que han reforzado su mensaje de desaprobación hacia las acciones del Kremlin.

Entre las grandes preocupaciones de la OTAN está también el traslado de la amenaza rusa al mundo cibernético. Este reto, al que se deben abocar inmediatamente todos los aliados, será sin duda una fuente de tensión creciente con el gobierno de Putin. La OTAN ha declarado no tener intención alguna de buscar la confrontación directa y ha apostado por la disuasión y un incremento de las capacidades defensivas de los miembros que la conforman. Rusia, en cambio, se mantiene firme en su postura. Por eso, es fundamental que los miembros de la Alianza Atlántica mantengan su compromiso con la defensa colectiva y refuercen sus capacidades militares y defensivas.
 

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