Opinión

Las incertidumbres del Brexit se cobran la primera pieza

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La mayor operación de repatriación de ciudadanos británicos desde la Segunda Guerra Mundial está en marcha. El Gobierno de Boris Johnson ya tiene una cosa más de la que ocuparse además de su obsesión por forzar una salida abrupta de su país de la Unión Europea, y miren por donde el espacio donde la emergencia se produce es una de las claves del ámbito comunitario: la movilidad de ciudadanos y bienes entre los distintos estados que la forman. 

Thomas Cook, el operador turístico, ha quebrado. Doscientos millones de libras, los necesarios para su salvación, tienen la culpa. Todas las reservas realizadas con él han quedado suspendidas con el consiguiente perjuicio para sus clientes que están repartidos por todo el mundo. Todos los vuelos operados por esta compañía se han cancelado, y eso hace que más de medio millón de turistas británicos que se encuentran en sus puntos de destino tengan que volver a su país por medios inesperados que ahora hay que habilitar.

Las autoridades británicas se enfrentan al reto de disponer una flota de aviones comerciales en las próximas semanas para devolver a su territorio a todos los afectados por el colapso de esta plataforma con los pies de barro, que no ha soportado sus deudas. 

Y lo hacen con la lacra de haber provocado una situación muy difícil para las empresas británicas multinacionales. Más de veinte mil empleados se verán afectados por este hundimiento empresarial, al que han lastrado de forma definitiva las incertidumbres provocadas por el proceso de salida del Reino Unido de la UE. 

Pero las causas pueden ir mucho más allá, y lo ocurrido este lunes en la City de Londres con Thomas Cook puede ser el primer escalón de una nueva crisis que comienza con la recesión de países locomotora de la economía mundial como Alemania y las dificultades de los británicos. La economía mundial se enfría, al otro lado del Atlántico solo se piensa en guerras comerciales que hacen mucho daño a la globalización de mercados, y el primer efecto traumático ya está con nosotros. Por el momento se trata solo de evaluar a cuántos británicos repartidos por el mundo afecta la quiebra, y devolverlos a sus casas. Será como un ensayo de otra posible repatriación de mucha mayor dimensión, porque las consecuencias del Brexit salvaje serán mucho peores aún que las del cierre de Thomas Cook.

Haciendo un poco de historia, como tuvimos que hacer con aquella compañía de nombre Lehman Brothers, poco conocida entonces, que se despeñó en los albores de la gran crisis de la última década, habría que recordar quién fue el fundador que puso la semilla de este gigante ahora caído. Cook (Derbyshire, 1808- Leicester, 1892) era un hombre de negocios que tuvo la clarividencia de ver en los viajes organizados un negocio que en el siglo posterior se ha convertido en una industria, en un sector de actividad próspero y rico. Fundó Thomas Cook & Son junto a su hijo y socio John Mason Cook, y nació así la primera agencia de viajes del mundo.

Un par de décadas después ya tenía oficinas en Estados Unidos, país en el que abrió nuevos caminos de colaboración con la creciente industria de los ferrocarriles. El mayor hito de su historia, antes de declararse insolvente la pasada madrugada, fue la fusión con MyTravel, que ha dado paso a un gigante que supo navegar en las aguas revueltas de la anterior recesión pero que al final no ha podido sobrevivir a los retos tremendos que enfrenta la economía británica, ni por supuesto a los específicos de su sector (reservas por Internet sobre todo). 

La conformación de su capital es variable, pero a fecha de su caída es esta: Invesco cuenta con un 19% de las acciones, Standard Life Investments es propietario del 10% y el magnate multimillonario chino Guo Guangchang supera por poco el 7%. El resto del capital está mucho más repartido.