La “internacionalización” del conflicto interno en Libia con los tambores de guerra que suenan en la orilla sur del Mediterráneo central son una prueba de fuego definitiva para el foro de cooperación y diálogo multilateral 5+5 creado en 1990, y que reúne a los cinco países del Magreb junto a los cinco países europeos del Mediterráneo occidental.
Aunque el 5+5, y específicamente su versión militar, Iniciativa 5+5 Defensa creada en 2004, no tienen poder ejecutivo sino tan sólo de diálogo y consulta entre los países miembros, la explosiva situación que se está generando en Libia, afecta a todos sus componentes.
En principio todos los países del Magreb, en particular Argelia, Túnez y Marruecos, son partidarios de la no injerencia en los asuntos internos y del arreglo del conflicto libio por medio del diálogo y la negociación entre las partes; sin embargo, el Acuerdo militar y de seguridad firmado por el Gobierno de Unión Nacional de Trípoli presidido por Fayez al Sarraj con el presidente turco Tayyip Erdogan en noviembre, y el anuncio del envío de tropas turcas a Libia, está rompiendo el statu quo regional, y pone a los países de África del norte ante una disyuntiva inexcusable: o aceptar la decisión soberana del gobierno de Trípoli, el único admitido como legítimo por la ONU, u oponerse a la presencia de fuerzas militares extranjeras en Libia.
Los gobiernos de Argel y Túnez ya han hecho saber su rotunda oposición al envío de soldados turcos, advirtiendo de los peligros que eso conlleva. El gobierno de Rabat, el último en reaccionar, ha expresado por su titular de Exteriores Nasser Bourita “su viva preocupación por la escalada militar” en el país magrebí, y ha declarado “su rechazo a toda injerencia extranjera incluidas las intervenciones militares, cualquiera sean sus razones, motivos y actores”.
En su estrategia de expansión en el Mediterráneo, que lleva consigo importantes intereses económicos vinculados a las prospecciones gasíferas off-shore en aguas territoriales libias, Turquía cuenta con el apoyo de Qatar, aliado del gobierno de Trípoli. Mientras que el rival de Trípoli, el general Haftar que dirige el Ejército Nacional Libio, y que controla de hecho más de la mitad del país, en particular todos los pozos petrolíferos del este libio, alardea de tener el apoyo de Egipto, los Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Rusia, incluyendo en este panel heterogéneo también a Francia.
En estas condiciones, y frente a las diferentes iniciativas de negociaciones multilaterales en curso, el único organismo de cooperación y diálogo en materia militar y de seguridad que existe en la región es el 5+5, lo que supone una verdadera prueba de fuego para el mismo. Es cierto que la Iniciativa 5+5 Defensa tiene su sede en París, y que no se puede reunir sin ser convocada y aceptada por Francia, pero el resto de países miembros, en particular Argelia, Túnez y Marruecos por el sur, y Malta, Italia y España por el norte, pueden proponer su convocatoria, en base a los Acuerdos de Sjirat del 17 de diciembre de 2015, y de Argel en 2017, sobre el necesario dialogo político entre las partes en conflicto en Libia como única solución posible a la crisis.
Las otras iniciativas, como la reunión esta semana en El Cairo de Francia, Grecia, Chipre y Egipto, junto a Libia; o el congreso que propone Alemania para reunirse a finales de enero en Berlín, están destinadas a salvaguardar los intereses de las partes convocantes, pero sitúan en segundo plano las necesidades y la estabilidad política y securitaria en la región magrebí.
El jefe del gobierno de Trípoli, Fayez el Sarraj, y el ministro de Exteriores turco han estado estos días en Argel y, según algunos medios, también un enviado especial del general Haftar.
Los países magrebíes tienen una ocasión de oro, junto a sus interlocutores europeos del Mediterráneo occidental, de estar presentes en la crisis, y actuar antes de que sea demasiado tarde.