¿Los resultados de las elecciones en Andalucía suponen el inicio de un cambio de ciclo político en España?

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El pasado 19 de junio se celebraron en Andalucía unas transcendentales elecciones autonómicas en la que se confirmaron las previsiones de los sondeos demoscópicos de una victoria del PP, aunque quedaron superadas por la inesperada obtención de una mayoría absoluta. Me vais a permitir, queridos lectores, que un “andaluz de la novena provincia” –que nació en Granada, hizo sus estudios escolares en Almería y Cádiz y universitarios en Sevilla, y que ahora reside en Madrid- haga una evaluación personal de las mismas. Desde la distancia física –que no anímica- he seguido con interés el desarrollo de los acontecimientos en mi tierra y, en un artículo sobre “Voces de muerte se oyeron cerca del Guadalquivir” –publicado en 2012 en “Voz Pópuli”- deje constancia de mi frustración por la incapacidad del PP de Javier Arenas de acceder al Gobierno de la Junta pese a haber ganado las elecciones, con una paráfrasis del famoso poema de Federico García Lorca:

”¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga que no quiero ver la sangre de Andalucía sobre la arena. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza”. La alternancia en el poder requerida por higiene democrática no se produjo por la alianza de perdedores PSOEE-IU. Sin embargo, el cambio tuvo paradójicamente lugar seis años más tarde cuando el PP obtuvo sus peores resultados y sólo 26 diputados, y el PSOE -ganador una vez más de las elecciones- se vio desplazado del Palacio de San Telmo, cuando Juan Manuel Moreno accedió a la presidencia de la Comunidad con los votos de Ciudadanos y de Vox. En 2022, los andaluces han confirmado el giro a la derecha al concederle al PP la mayoría absoluta.

Éxito sin precedentes del PP

El pueblo andaluz ha dado muestras de responsabilidad y –pese a la tentación de la playa en un junio bochornoso- ha acudido a votar con una participación del 58.36% -similar a la producida en 2018- y optado por la moderación y el pragmatismo, al conceder una mayoría absoluta a a Moreno, que podrá gobernar sin someterse al chantaje de Vox. El PP ha obtenido 1.582.299 votos -43.13%- y 58 escaños, y ganado en las ocho provincias, incluidos feudos socialistas hasta ahora inexpugnables como Sevilla y su provincia –donde actualmente sólo gobierna en 10 de sus 105 municipios-, y cuyo cinturón urbano –Dos Hermanas, Camas, Alcalá de Guadaira y San Juan de Aznalfarache- se ha teñido de azul con la única excepción de la Rinconada. El triunfo por un 37.28% frente al 26.33% del PSOE en la emblemática villa nazarena –socialista desde 1978 y que ha mantenido como alcalde a Francisco Toscano durante 39 años- es sumamente significativo, pues fue precisamente en esta ciudad donde un desahuciado Pedro Sánchez surgió como el ave fénix de sus cenizas tras su expulsión traumática de la secretaria general y se lanzó a la conquista del Partido y del Gobierno. Citando la copla de José Meneses “Ocho voces claman fuerte, ocho pueblos cantan alto, ocho provincias unidas, dan a Dios un sobresalto”, Raúl del Pozo ha afirmado que la victoria del PP sobre toda la izquierda en el yacimiento del socialismo es una noticia histórica. No sé si ha sobresaltado a las alturas celestiales, pero sí lo ha hecho a la Moncloa, aunque Sánchez lo niegue metiendo cuan avestruz la cabeza bajo la arena.

No sin cierta retranca, Lucía Méndez ha comentado que el azar ha sido pródigo con Moreno y lleva razón. Sin tener una personalidad política destacada y novato en las lides electorales, estuvo a punto de ser descabalgado de la candidatura a la presidencia en 2018 y obtuvo los peores resultados del PP con sólo 26 diputados, pero accedió por carambola al Gobierno gracias al apoyo de Cs y de Vox. Ahora se han vuelto las tornas y ha logrado los mejores resultados de su partido con una mayoría absoluta de 58 diputados. Moreno ha recibido el premio a una gestión rigurosa, con la inestimable colaboración de Juan Marín y de los Consejeros de Cs, fuera de estridencias e intemperancias ideológicas. Como ha señalado el director de “El Mundo”, Joaquín Manso, en cuatro años, Moreno ha dado la vuelta al régimen de resignación, clientelismo y corrupción instalado en la Junta durante 36 años y –aunque no se haya producido un milagro económico- sí ha provocado en los andaluces una sensación de sensatez, estabilidad y modernidad, que se ha traducido en una bajada de impuestos, un descenso de la burocracia y un incremento del dinamismo y del emprendimiento en la región. Algunos andaluces no afines al PP se han agrupado en torno a él como “valor refugio” y en la expectativa de un mejor rendimiento de su gobierno.

Según Ignacio Camacho en “ABC”, Moreno representa el triunfo de la normalidad y del realismo, el epítome del gobernante sensato a base de ser rutinario, ante el que se ha estrellado la dialéctica del enfrentamiento civil, de una gestión inclusiva y pragmática, que ha devuelto al PP su consideración de partido ecléctico. “Una gestión inclusiva, responsable, transversal y con toques autonomistas sin alharacas ni estridencias, que se ha ido abriendo paso hasta disipar los prejuicios que durante décadas han pesado sobre la derecha”. El presidente del PP andaluz tiene franco el camino para seguir desarrollando en solitario esta exitosa política.

Fracaso sin paliativos del PSOE

En opinión de Manuel Mostaza, durante décadas ha sido un dogma de nuestra ciencia política el predominio en Andalucía de la izquierda en general y del socialismo en particular. Felipe González, Alfonso Guerra y el “clan de la tortilla” transformaron al PSOE histórico en un partido socialdemócrata y asentaron su Gobierno en ella, que se convirtió en el granero de votos para el partido y en un cortijo, donde los antiguos caciques fueron substituidos por los dirigentes socialistas, que fomentaron el clientelismo y propiciaron el voto cautivo, como se ha mostrado con el caso de los ERE, que la revelado la institucionalización de la corrupción de la Junta durante demasiados años, y que no ha afectado apenas a la potencia electoral del PSOE-A. Han sido otros factores –como los pactos de Sánchez como los enemigos de España para mantenerse en el poder- los que han provocado el desafecto de los andaluces hacia el socialsanchismo.

El PSOE que ha descalificado sistemáticamente a la oposición de derechas calificándola de “facha” y de neofranquista. Esta actitud se ha ampliado últimamente al fundir en una unidad la derecha tradicional del PP y la “ultraderecha” de Vox, y ha tratado de movilizar a su electorado con la amenaza que suponía Vox para la democracia. La simpar vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, aseveró que los socialistas salvaguardarían los derechos públicos y las libertades que el PP iba a desmantelar. El PSOE ha pedido el “voto útil” para parar a la ultraderecha, pero en esta ocasión no le ha servido la estratagema, porque un 19% del electorado socialista se ha inclinado por el PP como el mejor voto útil para frenar el progreso de Vox. El PSOE ha conseguido en su antiguo feudo 883.625 votos –su peor resultado histórico-, perdido

197.824 votos en relación con las elecciones de 2018, caído por debajo de la línea psicológica del millón de votos, y bajado de los 33 escaños que consiguió Susana Díaz a 30 –su cuota más baja desde entonces-. Desde 2004, el partido ha perdido 1.3 millones de votos y 31 escaños.

Ha realizado una campaña desastrosa siguiendo las directrices de Sánchez, que se ha implicado personalmente en las elecciones junto con todo su Gobierno. Como ha señalado Gorka Maneiro desde el principio salió como perdedor, más pendiente de lo que hacían los demás que de su propio programa. Al instar al PP a que se pronunciara sobre con quién pensaba gobernar, daba por descontado su victoria. A lo único a lo que aspiraba era a que el PP no consiguiera una mayoría suficiente y tuviera que depender de Vox, lo que le daría un pretexto para atacar a la conjunción de las derechas. Los andaluces no han perdonado a Sánchez su apoyo para gobernar en quienes quieren romperla, los indultos a los sediciosos que realizaron un golpe de Estado, el abandono de los constitucionalistas catalanes, sus concesiones al PNV, el extremismo de Podemos y –sobre todo- los acuerdos parlamentarios con, y el blanqueo de, Bildu. Andalucía es particularmente sensible al terrorismo de ETA –que Bildu no sólo no ha condenado, sino que ha condonado- porque lo ha sufrido en sus carnes, como muestran los asesinatos del Fiscal-Jefe del Tribunal Superior de Justicia, Luis Portero o del matrimonio Jiménez-Becerril.

Sánchez es maestro en el arte de culpar a los demás de sus errores, pero en este caso le resultará difícil cargarle el mochuelo a Juan Espadas, al que escogió para librarse de Susana Díaz. Su “doberwoman” Lastra ha llegado a acusar a ésta del fracaso porque –al no retirarse cuando debería haberlo hecho- no dio tiempo suficiente a Espadas para afilar sus atributos. La vicesecretaria general ha afirma do que –al estar los electores socialistas contento con los éxitos del Gobierno de Sánchez, se habían desmovilizado en las elecciones andaluzas, pero que tal cosa no ocurriría en las generales. Ha observado asimismo que Moreno había ganado las elecciones gracias a las ingentes sumas de dinero del Fondo Estatal del Covid que Sánchez había donado generosamente a Andalucía.

Maneiro ha señalado su artículo en “Voz Pópuli” sobre “Sánchez, culpable” que en Andalucía ha ocurrido lo que tenía que ocurrir y lo que el PSOE se merecía que ocurriera, y las causas de ello no eran otras que las decisiones adoptadas por Sánchez, la situación económica, la pobre oposición realizada en Andalucía, una campaña electoral nefasta, y un candidato sin liderazgo y vencido de antemano. Como ha editorializado “El Mundo”, la “guardia de corps” de Sánchez tiene un problema muy serio si es incapaz de entender que la mayoría de los andaluces –y el resto de los españoles- “censura una forma de gobernar basada, por agónica supervivencia, en explotar la polarización, y que desplaza los intereses generales en favor de las demandas voraces de partidos antisistema que buscan socavar nuestro modelo de convivencia y el sistema democrático de derechos y libertades que emana de la Constitución”. Ante el lastre que Sánchez representa para las siglas socialistas si se encastillara en agotar la legislatura, los efectos pueden ser devastadores para su partido en las elecciones autonómicas y municipales del próximo año. “En vez de hacerse trampas en solitario, si el PSOE quiere detener la hemorragia de votantes, deberá empezar por volver a ser un partido al que éstos reconozcan, todo lo contrario de lo que ocurre ahora”.

El problema –según Javier Redondo- es que en Andalucía, Sánchez es el PSOE de hoy –aunque lo mantenga con oxígeno el PSOE de ayer- y ese partido incluye a sus compañeros de viaje. Los resultados de las elecciones constituyen el principio de la contestación interna, el aura de Sánchez se extingue y su imagen perjudica la marca.

Para Raúl del Pozo, aunque el nombre de Sánchez no figurara en las papeletas, la clara derrota del PSOE en Andalucía le hacen casi imposible llegar incólume a 2023, después de cinco fracasos electorales y la catástrofe en su tierra de promisión. Jorge Bustos ha afirmado que los andaluces han matado al PSOE, o puede que sólo hayan levantado el cadáver que estaba dejando el sanchismo. Según Carlos Mármol, los socialistas andaluces han perdido algo más que unas elecciones, pues han puesto una lápida simbólica sobre su historia sentimental. El augurio andaluz es negro ya que, sin un suelo sólido en el Sur, l mayoría de Sánchez se torna virtual. “El 19-J agita el fantasma de un final de época entre los socialistas, estableciendo una nítida frontera entre su pretérito –la gesta de sus primitivos patriarcas- y su sus actuales herederos, que no han sabido conservarla”.

Irrelevancia de Vox pese a su modesto progreso

Vox ha obtenido 493.909 votos y 14 escaños -dos más que en 2018-, pero, si entonces sus votos fueron decisivos para investir a Moreno como presidente de la Junta, ahora resultan irrelevantes ante la mayoría absoluta del PP, que ya no lo necesita para gobernar. Pese a sus progresos, se ha quedado con un mal sabor de boca y una sensación de fracaso, porque se había puesto unos objetivos excesivamente ambiciosos que no ha conseguido, ya que lo que pretendía ea ser instrumental para facilitar el Gobierno de Moreno y entrar en él por la puerta grande sustituyendo al fenecido Cs. Santiago Abascal –que se ha implicado intensamente en las elecciones - envió a Andalucía a uno de los pesos pesados del partido, la excelente diputada Macarena Olona, quien ha hecho una campaña manifiestamente mejorable. Vox ha pecado de prepotencia, agresividad, catastrofismo y exceso de confianza, y puesto de manifiesto de forma provocadora su política más impresentable en materia de inmigración, distribución de competencias o cristianismo preconciliar. Se ha notada la nefasta influencia de la diputada ultraderechista italiana Giorgia Meloni, que se ha involucrado activamente en la campaña. Como ha señalado “El Mundo”, “su burla sistemática de la moderación, como si ésta conllevara una traición a unas supuestas esencias de las que Vox sería depositario, ha sido contestada por los andaluces”.

Olona ha hecho una campaña antipática y estratégicamente desquiciada, desnortada y folclórica en la que –a juicio de Jorge Bustos- no cabía un tópico más, y que resulta insoportable para los andaluces. Me ha recordado el caso de un colega que se presentó como candidato cunero a un puesto de diputado por Granada y –para caer bien entre su electorado- se presentó en la ciudad con un sombrero cordobés de ala ancha. Como ha observado Santiago González, Vox ha cometido errores de estrategia, como plantear la máxima confrontación con el partido con el que pretendía co-gobernar. En el primer debate entre los candidatos en TVE, Olona estuvo provocadora y atrajo la reacción de los tres candidatos de la izquierda, con lo que Moreno se libró en buena medida de las críticas que deberían haberse dirigido a él, e incluso defendió la actuación del Gobierno de Coalición PP-Cs. Sin embargo,en el segundo debate en Canal Sur, arremetió contra Moreno, al quee advirtió de que, si le hacía falta un solo voto, Vox no se lo daría sin no entraba en el Gobierno con ella era como vicepresidenta ta. En sus delirios de grandeza, llegó a preguntar a Moreno si estaría dispuesto a ser vicepresidente en un Gobierno deVox. Desde ese momento –según Manso- se produjo una especie de segunda vuelta, que aceleró el trasvase de votantes socialistas al PP.

Aunque de boquilla haya dicho que permanecería en Andalucía a la que se entregaría en cuerpo y alma, Olona no ha renunciado a su escaño en el Congreso y, cuando se le ha preguntado sobre el tema, respondió pomposamente que, aunque fuera un soldado, era ante todo hija de Dios y no podía asegurar cuáles serían sus designios (¿?). En el caso harto dudoso de que abandonara el Congreso, Vox habría hecho un pésimo negocio porque habría perdido a su más elocuente oradora, que pasaría de ser látigo del Gobierno, a llevaría una vida política irrelevante en el Parlamento andaluz. Para Vox –cuya apuesta era convertirse en el centro de la política nacional- la obtención de dos escaños ha sido –en opinión de Mármol- una victoria sin alas, que, como las golondrinas, no hace verano.

Fracaso de lo partidos a la izquierda del PSOE

Los partidos herederos de Ps y de IU –que tenía una sólida implantación en Andalucía, también han tenido unos resultados desastrosos. El espacio que pretende ocupar la pinturera Yolanda Díaz se escindió en por rivalidades personalistas. El partido Por Andalucía –que agrupaba a IU, Ps, Más País, Equo y Alianza Verde- y fue amadrinado por vicepresidenta segunda no se ponía de acuerdo sobre el candidato a la presidencia, y Díaz impuso la candidatura de Inma Nieto y se involucró activamente en la campaña electoral. Los resultados han sido calamitosos –desde el propio partido se ha calificado de “destrozo electoral”- pues ha pasado de 17 a 5 diputados.

De batiburrillo de siglas se separó Teresa Rodríguez –antigua secretaria General de Ps en Andalucía, destituida por Pablo Iglesias por no aceptar su dirigismo centralista- quien formó el partido Andalucía Adelante, cuya campaña ha sido boicoteada por sus antiguos compañeros y compañeras, que trataron, sin éxito, de que Rodríguez no participara en los debates televisivos. Pese a carecer de fondos y de estructura, el partido ha ganado a pulso dos escaños, batiendo a Por Andalucía en su deudo de Cádiz, donde contaba con el apoyo incondicional de su pareja, el alcalde “freaky”, José María González a) “Kichi”. Rodríguez presume de que su partido es el único auténticamente andaluz, que no depende de los dictados de las Secretarías ubicadas en Madrid , y parte de la izquierda de Cádiz y Sevilla parece haber sido sensible a sus argumentos. La extrema izquierda vuelve a tener un carácter meramente testimonial en Andalucía.

La representación de los partidos a la izquierda del PSOE -en los que Yolanda Díaz pretende apoyarse para lanzar una Plataforma Política que colme el vacío del espacio dejado vacante por la decadencia de Ps- se ha reducido a 7 diputados. Este fiasco andaluz y la imputación por diversos delitos comunes de sus principales pilares en la Comunidad Valenciana –la dimitida Mónica Oltra- y en Cataluña –la alcaldesa Ada Colau- suponen un serio hándicap para los ambiciosos planes de la vicepresidenta del Gobierno, que va a iniciar su recorrido en julio, cargando como Sísifo con el peso de sus pecados.

Desaparición de Ciudadanos del mapa andaluz

La pérdida de los 23 escaños de Cs en el Parlamento andaluz ha sido la nota más negativa de las elecciones autonómicas, de lo que no cabe culpar a Juan Marín y a sus Consejeros de la Junta, que han realizado una excelente labor, que ha sido capitalizada en exclusiva por el PP. La culpa viene de lejos y hay que focalizarla en la dirección nacional del partido, desde Albert Rivera a Inés Arrimadas. Cs nació en Cataluña para luchar contra los excesos del nacionalismo y tuvo un gran éxito cuando Arrimadas ganó las elecciones autonómicas, pero no sacó partido de ello, pues ni siquiera se presentó a la investidura. Abandonó Cataluña acompañando a Rivera en su intento de convertir en nacional un partido regional. Tuvieron un éxito inicial seguido de un fracaso, cuando Rivera quiso que Cs sustituyera al PP como el principal partido de la oposición y se negó a negociar con Sánchez un Gobierno de coalición.

Una cosa es que Cs sea un partido de centro-centro que pueda pactar a derecha y a izquierda, y otra bien distinta que, una vez pactado con aquélla, abandone su compromiso con ésta y pacte a sinistra. Esto es lo que hizo Cs con su lamentable falta de lealtad con el PP en los Gobiernos del Murcia y de la Comunidad de Madrid, que llevó al partido a desaparecer de estas Comunidades y a reducir a un mínimo se representación en el Parlamento de Castilla/León. Marín permaneció fiel al pacto con Moreno, pero esto no le ha servido para que el voto útil y el paso de dos tercios de su electorado al PP lo haya dejado fuera del Parlamento andaluz. Cs ha entrado en una dinámica que podría llevarle a desaparecer de la escena política nacional.

La evaluación de las elecciones andaluzas podría resumirse en los siguientes términos: 1) La posición centrada y sin aristas del Gobierno de Moreno ha permitido al PP lograr una mayoría absoluta; 2) el PSOE ha sufrido un considerable varapalo en su tierra de promisión y tanto sus dirigentes regionales, como el presidente del Gobierno han quedado desprestigiados; 3) Vox ha obtenido una victoria pírrica y ha perdido una oportunidad de co-gobernar en Andalucía por su errónea estrategia; 4) la extrema izquierda ha fracasado por su maximalismo y sus divisiones internas y se convierte en testimonial; 5) Cs ha perdido su representación en el Parlamento andaluz y está en trance de desaparecer a nivel nacional; 6) la moderación y las posiciones centradas que han prevalecido en Andalucía sobre la polarización ideológica impuesta por el PSOE de Sánchez, podrían extenderse al resto de España.

Incidencia de los resultados de las elecciones andaluzas en el ámbito de nacional

Para Manuel Arias, Andalucía es una Comunidad que históricamente ha servido de contrapeso igualitario a la presión ejercida sobre la política nacional por las fuerzas nacionalistas de vocación centrífuga. De ahí que no deba menospreciarse el significado político de lo que suceda en esta región, y lo que ha ocurrido –en opinión de Rafa Larorre- ha sido no sólo el derrumbe de un espacio político de un partido, sino también el inicio de un vuelco sociológico profundo y duradero, en el que el voto atraviesa la aduana ideológica impuesta por el actual Gobierno. Andalucía anticipa las corrientes de fondo que marcan el futuro de España y las últimas tendencias – según Joaquín Manso- nos situarían en el umbral de una intensa oscilación cultural social y política, “Se escucha el timbre del cambio de ciclo”. Asimismo, Carlos Mármol ha estimado que lo que han votado los andaluces es un cambio de ciclo en España y, acaso, el principio de fin del PSOE y un freno a la posibilidad de que Vox se convierta en un actor esencial en el tablero del poder político. Los resultados son relevantes precisamente por la singular capacidad de Andalucía para anticipar los cambios de ciclo. A juicio de Juan Jesús González, puede que alguien piense que los datos no son extrapolables al ámbito nacional, pero, si éstas no son unas primarias de verdad, se le parecen mucho.

El Gobierno trata por todos los medios de destacar las diferencias entre unas elecciones autonómicas y las generales, e insiste en que no se ha presentado a ninguna elección en Andalucía, por lo que la derrota del PSOE no afectaba el ejecutivo, que mantiene inalterable su hoja de ruta de agotar la legislatura. Ha mantenido que los Gobiernos pueden caer por unas elecciones generales, pero no por unas regionales, pasando por alto que la II República fue proclamada tras unas elecciones municipales y que el propio Sánchez accedió al Gobierno, no por unas elecciones generales, sino por una fraudulenta moción de censura. Los asesores de Sánchez insisten en que las elecciones andaluzas no son extrapolables, pero que conviene tentarse la ropa.

Para Raúl Piña en “El Mundo”, la dimensión de la derrota socialista en Andalucía hace inevitable pensar que el terremoto tendrá réplica en Madrid y, de ahí, que el PSOE trate de construir un escudo que blinde a Sánchez del desastre sufrido por su partido y contenga la onda expansiva. En opinión de Jorge Bustos, sin embargo, la debacle de la izquierda en Andalucía ha sido de tal calibre, que las ondas sísmicas que parten del epicentro andaluz viajan por la A-4 camino de la Moncloa. “El corneado es Sánchez y la incisión profunda interesa al tejido autonómico, municipal y central. El sanchismo está en la enfermería y no tiene tiempo ni coyuntura favorable para afrontar con garantías la temporada electoral de 2023”. Según ha expuesto Isabel San Sebastián en “ABC”, el fracaso del PSOE andaluz ha enviado un mensaje diáfano a Sánchez, que sale herido de muerte, pero Andalucía ha arrojado la primera palada de tierra sobre la tumba política que cavó en Madrid. Mas –como no todo está hecho- hay que renovar la vigilancia y aprestarse a defender las instituciones con uñas y dientes, porque el condenado podría hacerlas saltar por los aires a fin de salvarse él. “Falto de principios y sin mucho que perder, Pedro Sánchez es un muerto viviente desesperado”.

Aunque Sánchez atraviese por momentos difíciles, no cabe vender la piel del oso antes de haberlo cazado, y el presidente aún está vivo y coleando. Si algo le caracteriza –junto a su determinación a mantenerse en el poder a cualquier precio- es su capacidad de resistencia, como puso de manifiesto al acceder al Gobierno tras su expulsión de la secretaría general del PSOE. No le será fácil porque es imposible satisfacer intereses tan contrapuestos como los de las instituciones europeas, que le piden que recorte del gasto público y sus socios del Gobierno Frankenstein, que le exigen que lo aumente, lo que supondría la cuadratura del círculo. Sánchez resistirá hasta el último de sus fieles y -como Sansón- es capaz de volar el templo con él y todos los palestinos en su interior.

Según Manuel Mostaza, los vientos del cambio a escala nacional empiezan a soplar con fuerza y, en el imaginario colectivo de los españoles, está grabado a fuego que las crisis económicas las gestiona mejor el PP. Escuche, Sr Sánchez, a los arúspices de la Moncloa y rectifique, por favor, porque aún tiene tiempo. “Alea iacta est”.

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