Opinión

Más que pescados y salchichas

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Paris y Londres llevan tiempo que “se tienen ganas” y la culpa la tiene el Brexit porque los británicos lo quieren todo, las ventajas de estar fuera de Europa recuperando soberanía e independencia, sin perder las de estar dentro en asuntos económicos y comerciales y Paris no está de acuerdo y lo dice en voz clara y alta. Pescados y salchichas parecen y son temas menores, y sin embargo están en el corazón de la disputa que estos días ha enfrentado a franceses y británicos y que, como es natural, cubren desacuerdos mayores entre ambos países desde que el Reino Unido votó por el Brexit en el referéndum frívolamente convocado por Cameron.  

La disputa por el pescado es insignificante desde el punto de vista económico pues lo que los franceses pescan en aguas británicas apenas llega a 5 millones de euros en una relación comercial bilateral muy importante. Pero llueve sobre mojado porque toca una fibra sensible ya que los franceses estiman que Londres no cumple con lo pactado en el Brexit que permitía seguir faenando en sus aguas a los pesqueros que tradicionalmente venían haciéndolo, y porque la reducción de licencias afecta a un sector influyente en vísperas electorales que no permiten al gobierno de Macron mostrar signos de debilidad ante la amenaza de la derecha nacionalista de Marie Le Pen y de Eric Zémmour. Y por eso reaccionó con firmeza subiendo el tono de la disputa y llegando en un momento a amenazar con cortar la electricidad que envía a través del Canal de La Mancha, de dificultar el paso de mercancías controlando más a los camiones y de abrir la posibilidad de una guerra comercial. Parece que desde entonces las aguas se han calmado un poco. 

El problema es mayor porque la salida de Europa del Reino Unido rompe los equilibrios de poder entre los tres grandes y deja a Francia sola como socio menor frente a Alemania, aunque juegue a su favor ser la única potencia nuclear del continente. Y además Francia está “picada” con el Reino Unido que es parte del Tratado AUKUS que ha supuesto la cancelación por parte de Australia de una docena de submarinos franceses movidos por diésel a cambio de tecnología americana para fabricarlos con propulsión nuclear. Con el agravante de que París, que tiene posesiones en el Océano Pacífico, ha visto “ninguneo político” además de la pérdida económica y de prestigio que la venta suponía. El enfado francés se ha dirigido sobre todo contra Australia y luego contra Estados Unidos, dejando caer malévolamente que los británicos poco han pintado en el asunto porque son un socio menor del pacto. Pero no cabe duda de que ha sido un elemento más que ha contribuido a enrarecer aún más el ambiente.  

Macron y Johnson ya se enzarzaron en otra disputa sobre entrada de salchichas en Irlanda del Norte en una reunión que tuvieron en Cornwall en junio pasado. Londres no oculta su irritación porque el acuerdo que firmó con Bruselas le obliga a poner una frontera marítima para evitar dinamitar los Acuerdos de Viernes Santo instalando una frontera terrestre entre Irlanda y el Ulster. Johnson está muy presionado por los partidos unionistas que consideran ese acuerdo “una traición” y que han devuelto la violencia a las calles de Belfast y Derry, aunque probablemente jugó sucio desde el primer momento y nunca tuvo intención de cumplir con lo pactado, que además da la supervisión de su cumplimiento al Tribunal de Justicia de la UE. ¡Otra banderilla de fuego! Bruselas ha hecho algunas concesiones suavizando los controles establecidos, pero negándose en redondo a reabrir el texto firmado y amenazando con suspender el Acuerdo Comercial concluido el pasado mes de enero, y si eso sucediera las cosas entre Bruselas y Londres se complicarían mucho y no solo en el ámbito comercial sino también político.  

Siempre que las cosas no se descontrolen, a Macron la disputa le viene bien para inflamar los sentimientos nacionalistas y quitarle votos a la derecha y a Johnson tampoco le viene mal en un momento en el que se ven efectos perjudiciales del Brexit, que él no quiere reconocer, en forma de desabastecimientos de gasolina y de alimentos y medicinas, que son problemas de los que culpa a Europa y no al Brexit