Marco económico Indo-Pacífico sin contar con China

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Cuando Donald Trump dio carpetazo al proyecto de la gran alianza comercial con Asia y el Pacífico China se aprestó a ocupar de inmediato el vacío que le dejaba Estados Unidos, decidido éste por otra parte a señalar a Pekín como el gran adversario, al que había que cortar las alas en su intento de desafiar la hegemonía estadounidense en el mundo. Desde entonces China ha ido conquistando importantes parcelas de poder e influencia en Asia, tanto que han alarmado a sus vecinos hasta el punto de provocar fuertes aumentos en los presupuestos militares de Japón, Corea del Sur, Filipinas y, por supuesto, Taiwan, el indiscutible objetivo de anexión de Pekín, de grado o por la fuerza.

La gira emprendida ahora por el presidente norteamericano Joe Biden intenta reocupar el terreno cedido por Trump, una vez comprobado que entre el anterior y el actual inquilino de la Casa Blanca hay coincidencia respecto de la necesidad urgente de contrarrestar el avance del poderío chino. La presencia de Biden en Corea del Sur y Japón tiene así una primera lectura: Estados Unidos no se había ido de Asia, pero por si alguien lo dudaba está de regreso.

Para hacer más visible ese retorno, Biden presenta en Tokio su proyecto de Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF), que según el Departamento de Comercio estadounidense se asentará en cuatro pilares: el incremento de los intercambios comerciales; las energías limpias; las cadenas de suministro y la lucha fiscal contra la corrupción. Estos dos últimos especialmente constituyen el núcleo de la nueva estrategia americana frente a China, no sólo para contrarrestar su hegemonía productiva y de suministro sino también para sumar a quienes se integren a una nueva política de desarrollo regional que no se base exclusivamente en la dependencia de Estados Unidos. A este respecto, las críticas a esta iniciativa apuntan a que el IPEF omite deliberadamente facilitar un mayor acceso exportador al mercado estadounidense.

Un gran bloque con China fuera

El acuerdo, suscrito en principio por Estados Unidos y Japón, con la próxima incorporación de Corea del Sur, busca especialmente la adhesión del otro coloso asiático, India, lo que ahormaría entonces un gran bloque al que sin embargo no se invitaría a China. Por otra parte, la propia India, además de Estados Unidos, Japón y Australia ya forman parte de otra asociación, la Quad, eminentemente deliberativa, pero con un objetivo claro: pensar y diseñar estrategias capaces de hacer frente al creciente poderío e influencia de China.

Pekín ya ha saludado esta primera gira asiática de Biden con su rechazo, y ha advertido a quienes se sientan tentados por integrarse en el nuevo Marco Indo-Pacífico de que se lo piensen mucho antes de dar el paso. A través de Global Times, el órgano en el que China expresa oficiosamente su postura en política exterior, el régimen de Xi Jinping acusa a Biden de “intentar acoplar a los países de la región a los intereses de Estados Unidos, siguiendo su esquema tradicional de dividir regiones”.

El Global Times señala que “es EEUU quien mantiene una política exterior hostil a China, tratando de acorralarla económica y estratégicamente. Su líder instiga abiertamente provocaciones en los países vecinos de otra gran potencia, con el objetivo de socavar los mecanismos bilaterales y multilaterales existentes con la cooperación y el desarrollo como notas clave”. Y lanza a su vez un mensaje, más que a la Casa Blanca, a los ciudadanos norteamericanos: “¿Desde cuándo ese tipo de diplomacia geopolítica con un fuerte tinte de Guerra Fría ha sido dado por sentado por la opinión pública en Estados Unidos y otros países occidentales?”.

Como es de prever que China no se quedará de brazos cruzados, Pekín reforzará aún más si cabe sus lazos con los países de la ASEAN, no aflojará en la creciente presión a la que ya somete a Taiwan y cabe asimismo predecir que utilizará a Corea del Norte para que inquiete y asuste cada vez más a los ciudadanos de Estados Unidos con sus exhibiciones balísticas y sus amenazas de incluir cargas nucleares en sus cohetes capaces cada vez de alcanzar objetivos y territorios más lejanos.

Biden ataca asimismo por otro flanco decisivo: el de los semiconductores. De ahí que su primera visita nada más pisar  suelo asiático en Corea del Sur fuera al campus de semiconductores que el gigante Samsung Electronics tiene en Pyeontaek, a 70 kilómetros al sur de Seúl. El presidente se ha asegurado para Estados Unidos una planta gigantesca de Samsung en Texas, para evitar los cuellos de botella que han estrangulado la producción en todo el mundo de automóviles, teléfonos inteligentes o equipos de diagnóstico médico.

Tampoco descuida Biden el flanco ideológico, sobre todo cuando Ucrania está en el fondo también de esta visita. Y, aunque ya es casi un mantra que la libertad y la democracia pueden ser vividas y ejercidas de maneras diferentes, el presidente norteamericano quiere aprovechar para recentrar el debate, y que los matices no terminen por difuminar la enorme diferencia que existe entre países libres y los que viven bajo la regla del autoritarismo, el totalitarismo y la tiranía.  En suma, volver a hacer atractivo, por si ya no lo era suficientemente, el vivir y prosperar en libertad.    

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