Opinión

Mario Draghi presenta un Gobierno para la recuperación del país

photo_camera Mario Draghi

Tras casi dos semanas de intenso trabajo, el Gobierno Draghi, que hace el número 67 en la Historia de la I República italiana, es una realidad. El pasado sábado 13 todos los componentes de este, comenzando por el propio Draghi, prestaron juramento en una ceremonia muy sobria ante el presidente de la República, Sergio Mattarella, y esta semana se someterán a la confianza de las Cámaras.

Como es sabido, el punto de inicio hay que situarlo en el miércoles 3 de febrero. Ese día Draghi fue convocado al Palacio del Quirinal por el presidente Mattarella y aceptó de inmediato (con la clásica fórmula, eso sí, de “con reservas”) la formación de un nuevo Gobierno. El objetivo debía ser muy claro: llevar a cabo una muy eficiente administración de los fondos europeos procedentes del llamado “Recovery fund”, un total de 209.000 millones al que se irán añadiendo otras nuevas ayudas como, por ejemplo, el programa SURE para la creación de empleo.

En relación con ello, lo que no ha pasado inadvertido ha sido la habilidad con la que actuado Draghi, un banquero y economista que conoce como pocos a la clase italiana (era gobernador del Banco de Italia en el momento de pasar a presidir el Banco Central Europeo en el año 2011). Así, recurrió a dos tandas consecutivas de conversaciones con todos los grupos parlamentarios: en la primera, se aseguró la disponibilidad de estos a apoyar a su Ejecutivo, y, en la segunda, logró delimitar ese apoyo y que estos grupos parlamentarios (con la excepción de Hermanos de Italia de Meloni) hicieran pública una declaración de adhesión al nuevo Gobierno sin poner ni una sola condición.

Finalmente, y siguiendo el peso de cada grupo en número de escaños, el Movimiento Cinco Estrellas se ha llevado cuatro ministros (entre ellos el defenestrado en su momento líder Luigi di Maio), Forza Italia, la Lega y el PD tres (en el caso de la formación de centroizquierda las parlamentarias de ambas Cámaras se encuentras muy enfadadas porque sus tres ministros son todos hombres, y han hecho público su malestar a la dirección del partido), y, finalmente, la Italia Viva de Renzi y LeU un representante cada uno.

Así, a primera vista, el Gobierno parece una cesión de Draghi a la clase política: quince políticos por solo ocho independientes. Pero es justo lo contrario de lo que parece: la clase política ha recibido las quince carteras menos relevantes, mientras las importantes han ido a parar manos de personas de la confianza de Draghi o del presidente Mattarella: Marta Cartabia, en Justicia, o Lamorgese, en Interior, son personas nombradas por el jefe del Estado, y no por Draghi, ya que su función no afecta al ámbito económico, que es el que quiere controlar por completo el expresidente del BCE.

Entre los nombres que han sido escogidos por el nuevo primer ministro destaca por encima de todos el de Daniele Franco, director general del Banco de Italia. Draghi conoce muy bien a la cúpula de esta institución y, ante el hecho de que el gobernador (Ignazio Visco) es un hombre de avanzada edad, ha decidido designar para Economía y Finanzas a la “mano derecha” de éste. Además, se han creado dos Ministerios nuevos que están en relación directa con los fondos europeos: uno para la Transición Ecológica, y otro para la Transición Digital. Y nuevamente serán dos hombres de Draghi quienes se encarguen de gestionar ambas agendas.

El presidente italiano, Sergio Mattarella

Paradójicamente, la única cartera realmente importante en manos de un político es Sanidad, a cuyo frente siguen el joven dirigente de LeU Roberto Speranza: ha hecho una gestión eficiente de la campaña de vacunación, se comporta con enorme discreción y, quién sabe, a sus 41 años puede ser un líder de futuro para la maltrecha izquierda italiana. No había razón objetiva para destituirlo, y así lo ha entendido Mario Draghi.

Dentro del área económica, han recaído en políticos las dos carteras cuya importancia es muy escasa: Trabajo, cuyo titular será el vicesecretario general del PD, Andrea Orlando, (que fue ministro de Justicia con los Gobiernos de centroizquierda de la legislatura anterior), y Desarrollo Económico, que ha ido a parar a manos del hombre de confianza de Salvini en la Lega (Giorgetti). Y es aquí donde se dan otras de las pruebas de la habilidad con la que ha realizado este Gobierno Draghi: no hay ni un solo líder de los principales partidos en el nuevo Ejecutivo. El único que podría asumir ese papel es Di Maio, pero tiene al ya ex primer ministro Conte intentando hacerse con un escaño en la Cámara Baja (el que dejó libre Pier Carlo Padoan a mediados de noviembre del año pasado) para poder comenzar a liderar de manera nítida un partido, el Movimiento Cinco Estrellas, que no hace más que descomponerse por momentos. Salvini, Renzi y el resto de los líderes quedan, así, fuera del Gobierno, aunque en el caso del político toscano y primer ministro entre 2014 y 2016 ya es un sonoro triunfo que Draghi sea el “premier”, lo que buscó denodadamente desde que abrió el “melón” de la ingobernabilidad hace dos meses.

Han caído, por otra parte, los ministros más cuestionados: Gualteri en Economía y Finanzas (no tenía entidad suficiente para llevar a cabo la administración de los fondos, y eso era bien conocido, más allá de que ha realizado una buena gestión de conjunto logrando aprobar dos Presupuestos Generales del Estado consecutivos); Bonafede en Justicia (Renzi y Salvini no querían verle ni un minuto más al frente de este Ministerio, le consideran el adalid del “justicialismo”); y Azzolina, la titular de Educación en un país que tiene desde hace meses la escuela cerrada (el único de toda la Unión Europea).

Ahora habrá que ver la respuesta en las Cámaras Parlamentarias: el miércoles, en la Alta, y el jueves, en la Baja. Solo hay dos incógnitas: si Meloni y Hermanos de Italia se abstendrá o votará en contra, y si finalmente el Movimiento Cinco Estrellas se parte definitivamente en dos. En efecto, el partido vencedor en las elecciones de marzo de 2018 se encuentra muy dividido en torno al apoyo al Gobierno Draghi y, con la marcha definitiva del joven líder de esta formación Alessandro di Battista (que no es parlamentario pero continuaba siendo afiliado a la formación), han de decidir si se mantienen en la disciplina del voto o siguen a un Di Battista que puede ser un buen cabeza de cartel de cara a las siguientes elecciones, y que ha mostrado su enorme decepción con su ya exformación porque considera que se ha vendido por completo al poder. Y no son pocos los que piensan como él, pero de momento solo han sido capaces de marcharse al Grupo Mixto.

En suma, la tercera economía europea afronta la doble emergencia (sanitaria y económica) con un Gobierno del máximo nivel. Tiene a su mejor hombre al frente del Ejecutivo y más de dos años por delante para ejecutar las reformas necesarias: la pregunta es, claro está, como sucede en todo Gobierno no político o independiente, cuánto tiempo mantendrán las fuerzas políticas el apoyo abrumador que, de momento, han decidido concederle.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro Italia, 2013-2018. Del caos a la esperanza (Líber Factory, 2018).