Mercenarios en Ucrania: continuación de un fenómeno ya existente

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En el conflicto ucranio, hay un fenómeno ya conocido: La presencia de mercenarios en ambos bandos. Ya sea a través de compañías de seguridad o batallones -como en el caso de la compañía Rusa Wagner o la guardia pretoriana del líder checheno Ramzán Kadírov- o a título individual, como en el bando ucraniano, con voluntarios uniéndose al batallón Azov -de tendencia neonazi- o a la Legión Internacional de Defensa de Ucrania, esta última creada por Kiev para atraer voluntarios a su causa. 

Este fenómeno abre una serie de preguntas: ¿Qué es un mercenario?, ¿Acaso hay alguna regulación internacional para su uso?, ¿Cuál es su impacto en los teatros donde operan? Y ¿Hay ejemplos contemporáneos sobre su uso? 

Lo primero que hay que esclarecer es qué es un mercenario. El Artículo 47 del Protocolo 1 de la Convención de Ginebra, define al mercenario como cualquier persona que es reclutada con el propósito de luchar en un conflicto, no está encuadrado en las fuerzas armadas de los contendientes, no es un nacional ni vive en zonas controladas por las facciones en lucha y combate con el fin de lograr un beneficio personal, el cual será dado por el país/grupo donde esté luchando el mercenario.2 Si nos ceñimos a lo que dicta la Convención de Ginebra, el batallón Azov, no es una unidad de mercenarios, pues están encuadrados en las fuerzas armadas de Kiev y sus filas las forman individuos motivados por ideología neonazi, interesados en aprender conocimientos y tácticas militares más que en lograr un beneficio financiero. No obstante, la definición de la Convención de Ginebra tiene muchos claroscuros: ¿Cómo definiríamos al combatiente que va a una guerra por motivos políticos o religiosos?, motivos más acuciantes para ir a una guerra que el deseo de lograr dinero. Además, la definición de la Convención de Ginebra pone bajo cuestión el fenómeno de los mercenarios de 1960 en adelante, porque muchos mercenarios lucharon para facciones en conflicto y estuvieron encuadrados en los ejércitos de los países de los conflictos donde lucharon.  

En la historia contemporánea de los mercenarios –desde 1960 en adelante- observamos dos tendencias: Aquellos que se unieron a las fuerzas armadas de un país a título particular y el fenómeno de las compañías privadas de seguridad contratadas por países para luchar.  

En el primer caso -aquellos que se unieron a título particular a las fuerzas armadas o facciones de una guerra- encontramos a los mercenarios que lucharon en el Congo en lo años sesenta, ya fuera para el gobierno o los rebeldes secesionistas en Katanga, aquellos que lucharon en los años setenta en las guerras de Angola y Rodesia para posteriormente servir en el ejército sudafricano en los ochenta en Namibia y finalmente en los noventa en la guerra de los Balcanes. Lo que motivaba a muchos de estos voluntarios -mayoritariamente europeos y norteamericanos y con experiencia militar- era la oportunidad de servir en una guerra de verdad – una ocasión que muchos voluntarios carecieron en las fuerzas armadas de sus propios países- como también motivos ideológicos, generalmente el anticomunismo. Todos estos factores dieron como resultado la presencia de personajes coloridos como Peter McAleese, antiguo miembro del SAS y el Regimiento Paracaidista británico que sirvió en el SAS y la policía de Rodesia, en la Brigada Paracaidista Sudafricana y fue contratado por el Cartel de Cali para matar a Pablo Escobar.

En el caso ucraniano, tanto el batallón Azov como la Legión Internacional de Defensa de Ucrania se ceñirían a este tipo de mercenarios. Ambos se nutren de individuos que acuden a título particular a luchar en ucrania, motivados tanto por motivos ideológicos (especialmente aquellos que se unen al Batallón Azov), como guiados por la necesidad de sentir una guerra, caso de la Legión Internacional de Defensa de Ucrania, la cual prioriza el reclutamiento de aquellos con experiencia en combate.  

La eficacia de estos mercenarios en las guerras donde han luchado ha de verse más allá de si contribuyeron a cambiar el giro de los acontecimientos para el bando en el que lucharon, algo bastante improbable ya que el contar con mercenarios, aunque tengan experiencia militar, no es de por sí garante de la victoria, a analizar su eficacia en las unidades en las que sirvieron. En este aspecto, observamos cómo las unidades donde sirven los mercenarios tienden a tener a ser las más eficaces: En Rodesia, las unidades donde sirvieron los mercenarios (SAS, Infantería Ligera Rodesiana y Selous Scouts) causaron más bajas al enemigo de las que recibieron. Una década más tarde, en Sudáfrica, los mercenarios -muchos de ellos veteranos de Rodesia- fundaron la compañía Pathfinder de la Brigada Paracaidista Sudafricana y su experiencia militar contribuyó a la eficacia del Batallón 32 y los Comandos de Reconocimiento, unidades temidas por sus rivales. En este aspecto podríamos decir que este tipo de mercenario, si bien no impactan de manera estratégica en las guerras donde sirven, tienen un alto valor táctico y operativo por la experiencia militar que traen y su eficacia en las unidades donde sirvieron.  

El segundo tipo de mercenarios -aquellos que sirven en compañías de seguridad privadas- es quizás el más conocido, gracias a casos como la compañía estadounidense Blackwater y más recientemente la notoria Wagner, al servicio del Kremlin. Sus orígenes son similares al de los mercenarios a título individual ya descritos. En los años sesenta David Stirling -fundador del SAS británico- creó WatchGuard International, pero fue una compañía sudafricana, Executive Outcomes, la precursora del uso de compañías de seguridad privadas para hacer la guerra a favor de otros países, como está haciendo Wagner en Mali y la República Centroafricana.  

Executive Outcomes -formada en su mayoría por veteranos de las fuerzas especiales sudafricanas- fue contratada por el gobierno de Angola en los años 90 para luchar en la guerra civil que por aquel entonces asolaba el país. Su eficacia en el terreno fue inmediata ya que, a los dos meses de ser contratados, ya habían cumplido con su misión, a costa de tres muertos entre sus filas. Executive Outcomes, abrió la vía al uso de mercenarios encuadrados en compañías de seguridad privadas para ser contratadas por países tanto para asesorar como luchar en sus guerras. Su legado está siendo recogido por el grupo Wagner, que ha sabido explotar la necesidad de países como la República Centroafricana y Mali de contar con una fuerza de choque capaz de resolver de manera rápida y sin escrúpulos insurgencias en su territorio. Como Executive Outcomes en Angola, Wagner ha demostrado su eficacia en la República Centroafricana y está por ver su impacto en Mali. En el caso de Ucrania, su presencia fue reportada en la Guerra del Donbás y es muy probable que estén luchando en la actual invasión de Ucrania. Este tipo de mercenarios sí tienen un impacto estratégico en los conflictos donde operan, ya que en la mayoría de los casos es muy probable que su uso incline la balanza a favor del país para el que luchan, además del rédito político que pueden sacar si estas compañías son dirigidas por personalidades con poder en países con aspiraciones expansionistas en política exterior.  

En conclusión, el conflicto ucranio ha revelado la presencia de mercenarios en ambas partes del conflicto. Existe una legislación internacional que define y regula su uso. Pero la definición no es fiel a la historia y motivos que motivan a los mercenarios a luchar. Atendiéndonos a la historia de los mercenarios, encontramos dos tipos: Aquellos que se unen a un conflicto a título individual y las compañías de seguridad privada. Los primeros se unen por ideología y la sensación de experimentar una guerra, siendo su utilidad más táctica y operativa que estratégica. Los mercenarios que sirven a Kiev caen en esta categoría ya que están guiados por motivos ideológicos (Batallón Azov) y la experiencia de luchar una guerra (La Legión Internacional de la Defensa de Ucrania). Respecto a las compañías de seguridad privada, los casos de Executive Outcomes y Wagner demuestran que su impacto es estratégico, ya que son capaces en poco tiempo de acabar con insurgencias y grupos terroristas. Esto convierte a este tipo de entidades en actores valiosos tanto para resolver conflictos como para ser peones de la política exterior de una gran potencia.  

 

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