Mohamed VI: 15 años de fructífero reinado

Por Ramón Moreno Castilla
Foto: El autor del artículo valora en términos positivos el reinado de Mohamed VI.
 
La Fiesta del Trono de este año organizada por la Embajada del Reino de Marruecos en Madrid, para conmemorar el 15º Aniversario de la Exaltación al Trono del Rey Mohamed VI, tuvo un significado especial. En primer lugar, por coincidir con la reciente y primera visita de los nuevos Reyes de España a este país, que ha servido para consolidar las históricas relaciones de amistad y cooperación hispano-marroquíes; y para estrechar los lazos fraternales entre los dos “Reyes VI”: Felipe VI, Rey de España, que encarna a la Monarquía Borbónica, y Mohamed VI, Rey de Marruecos, que ostenta el legado de la Monarquía Alauita. Y en segundo lugar, por ser el primer año al frente de la Embajada del vecino país del embajador Fadel Benyaich, en el que tantas expectativas y esperanzas hay cifradas. El embajador, junto a su esposa y agregados militares, saludó a todos los invitados a una recepción multitudinaria, a la que asistieron el cuerpo diplomático acreditado en la capital de España, representantes de las Fuerzas Armadas españolas y de los Cuerpos de Seguridad del Estado, y diversas personalidades, así como una amplia representación de la vida política, social y cultural de la Villa y Corte.
 
Pero en mi opinión, y al margen de la impecable organización, de la exquisita degustación de la gastronomía y repostería marroquíes y de las actuaciones folclóricas que amenizaron la velada, lo más lamentable de esta Fiesta del Trono -celebración muy significativa para los marroquíes, y lo que sin duda habrá herido la sensibilidad del propio embajador Benyaich y de toda la legación diplomática y colonia marroquí- es que el Gobierno español sólo se limitara a enviar al importante acto a dos altos cargos del Ministerio de Asuntos Exteriores, en lugar de a un ministro/a. ¿Estaban acaso de vacaciones todos los ministros/as del Gobierno, o en algún viaje oficial? Para cualquier analista político, la clamorosa ausencia de un ministro del Gobierno de España en la Fiesta del Trono, máxime cuando la visita de los Reyes de España a Marruecos -en pleno Ramadán- había significado un paso importante para refrendar las buenas relaciones existentes entre ambos países, es un lamentable episodio que pone de relieve los reiterados ‘lapsus’ de la diplomacia española. 
 
Aunque lo más bochornoso del asunto, es que cuando sonó por megafonía el himno nacional español, el embajador de Marruecos estuviera flanqueado protocolariamente por el expresidente Rodríguez Zapatero, Simeón de Bulgaria y Ktín Muñoz. Personas muy respetables, por otra parte, pero que en absoluto representaban al Gobierno de España. ¿Cómo se entiende ese despropósito, cuando España ha desplazado a Francia como primer socio comercial de Marruecos, posición privilegiada, que habría que cuidar al máximo? Pero ese es otro tema. Lo que interesa resaltar ahora, son los 15 años de reinado de Mohamed VI, que como toda obra humana es perfectible, y donde hay más ‘luces’ que ‘sombras’; lo que no es poco en una África convulsa, sumida en la más absoluta oscuridad. El Rey Mohamed VI, que se ha erigido por méritos propios en  ‘Paladín del Panafricanismo’, es un inequívoco referente en todo el continente africano, por su decidido trabajo en pos de la paz, la seguridad y la cooperación entre los 54 Estados de la actual Unión Africana (UA). Y donde la ‘Diplomacia Religiosa’ del Monarca marroquí, defensor a ultranza de un Islam auténtico, abierto y tolerante, como es el rito malekita de la variante suní, constituye el estandarte de su política exterior para toda África. En las luces resplandecientes’ del reinado de Mohamed VI, hay destellos importantes: por un lado, su condición de ‘Comendador de los Creyentes’ le confiere al Soberano marroquí una autoridad religiosa incontestable, que constituye un extraordinario elemento vertebrador y de cohesión social. Mohamed VI ha sido, además, el artífice de que el pueblo marroquí no pierda su memoria histórica; y ha protagonizado la reconciliación de ese pueblo, para bien del Milenario Reino de Marruecos.
 
En estos 15 años de reinado de Mohamed VI, se han reforzado los derechos humanos y, fundamentalmente, los derechos de la mujer, implementando políticas específicas para un segmento de la población marroquí ciertamente olvidado. Sin contar el desarrollo humano, con políticas sociales de todo orden, para los más desfavorecidos; por lo que Mohamed VI es considerado, el ‘Rey de los pobres’. Respecto a las ‘sombras’, cada vez menos difusas, cabría señalar la pesada herencia del pasado, donde el aparato del Estado no quiere perder su poder y privilegios, y con unas élites dominantes -como también ocurre en España- que piensan que Marruecos es su finca particular. A este poder en la sombra se oponen la inquebrantable y firme voluntad política del Rey y la perfecta sintonía del soberano marroquí con su pueblo.
Por lo demás, Marruecos es una consolidada monarquía parlamentaria, con una nueva Constitución, la de 2011 que, como Carta Magna, es la norma inexcusable del quehacer político; y donde existe una contrastada alternancia política, al tiempo que se respetan escrupulosamente los resultados electorales. En el discurso del Soberano marroquí dirigido a la nación destaca, sobre todo, su alusión a que el pueblo marroquí debe creer en su país y contribuir a su desarrollo y bienestar; y en este sentido, cabe afirmar que Marruecos, que es la cuarta economía de África (detrás de Sudáfrica, Nigeria y Argelia), está llamado a ser toda una potencia en la zona. Y, precisamente, la solución del contencioso histórico argelino-marroquí debe posibilitar las necesarias buenas relaciones entre Maruecos y Argelia, con la apertura de fronteras; lo que redundaría en un gran flujo comercial entre los dos países, generando una importante economía para toda la región. Ello posibilitaría, además, la consolidación de la UMA (Unión Magrebí Árabe) como un organismo panafricano de primera magnitud, estableciendo un mercado único, con todo lo que ello conlleva. En definitiva, el Rey Mohamed VI tiene todavía una gran tarea por delante, en la que su clarividencia, visión de Estado y voluntad política harán de Marruecos un gran país del que se sientan orgullosos los marroquíes, que ya no tendrán necesidad de emigrar, para dedicarse a trabajar, codo con codo, en el desarrollo y prosperidad de su querido país.

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