Opinión

Mohamed VI fija la estrategia marroquí para el Magreb

photo_camera La apertura hacia el entendimiento en las relaciones marroquí-argelinas

El discurso del rey Mohamed VI en la Fiesta del Trono, elogioso y conciliador para unos, y engañoso e hipócrita para otros, ha sido ante todo un programa de futuro, la fijación de objetivos estratégicos y la demarcación para propios y extraños de las líneas rojas a no franquear. 

Con un lenguaje claro, directo y asequible al pueblo, lejos de las fórmulas alambicadas muy en boga en los círculos políticos, administrativos y diplomáticos, el Rey marroquí se ha dirigido directamente al presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, a quien ha invitado a sentarse juntos, e indirectamente a quienes, en Argelia, en Marruecos o en países terceros, véase España o Francia, pretenden torpedear el rencuentro entre “dos hermanos gemelos que se complementan” y a los que “un ente intruso ha separado”. 

Hace tres años, en noviembre de 2018, Mohamed VI propuso a las autoridades argelinas un mecanismo bilateral de negociación y conciliación. Entonces, el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika, mermado por su enfermedad incapacitante, aún pretendía aspirar a un quinto mandato presidencial. El rey marroquí no le citó en su discurso conmemorativo de la Marcha Verde, y se limitó a proponer la creación de un enlace bilateral. Esta vez, sin embargo, Mohamed VI se ha dirigido personalmente al jefe de Estado argelino invitándole a sentarse juntos a la mesa del rencuentro histórico. A pesar de los problemas de salud de ambos – el presidente argelino tuvo que viajar a Alemania para tratarse del COVID-19, y el Rey marroquí reconoció en el discurso estar afectado él personalmente y su familia por la actual situación -, la oferta está en pie.

No todos los aliados estratégicos de los dos países, situados generalmente en campos adversos, aprecian el discurso de manera positiva e incondicional. Si por una parte Rusia teme que un acercamiento geopolítico entre Argel y Rabat permita el acceso de terceros países como Estados Unidos, a los asuntos internos de su socio argelino; otros, como Francia y Estados Unidos, temen justo lo contrario: que una reconciliación entre los dos países centrales del Magreb, termine haciendo superflua su dependencia de las grandes potencias occidentales. 
El discurso real fija las líneas rojas: la seguridad de Argelia es la seguridad de Marruecos, y no se toca. Un mensaje dirigido a quienes barajan “todas las cartas posibles” para “derrotar al enemigo”, recíprocamente situado a ambos lados de la frontera. Mohamed VI reconoce implícitamente que la utilización del “problema de la Cabilia” como arma arrojadiza en las relaciones bilaterales con Argelia, ha sido un error, que no lo asume. Según el periódico argelino Algérie Patriotique, muy cercano al estamento militar, el Rey ha rechazado la petición que le ha sido trasmitida de recibir al responsable del Movimiento de Autonomia Kabil (MAK), Ferhat Mehenni; de confirmarse, es un gesto dirigido al presidente Tebboune que mostraría su sinceridad y buenas intenciones. 

La utilización de la temática cabil, como el posible uso del narcotráfico, son utensilios que manejan sectores vinculados al entorno real, cuando no alguno de sus propios consejeros o asesores. El soberano alauita ha sido tajante: la seguridad y estabilidad de Argelia son sagradas. 

Igualmente llamativa es la ausencia de mención a España, a los aliados de Marruecos y a la cuestión del Sahara Occidental. Una manera de excluirlos de la ecuación magrebí, que se dirime entre Argelia y Marruecos exclusivamente. Ni Rabat, ni Argel, tienen necesidad de Madrid, de Paris, de Washington o de Moscú, para resolver sus problemas, por muy enquistados que se encuentren.