Opinión

Muere Isabel II, la última leyenda viva

photo_camera reinal-isabel-ii-inglaterra-muerte

Parecía el preludio de un mal día: el 8 de septiembre, Londres amaneció más nublado  y en varias partes de Reino Unido el cielo rompió a llorar, la reina Isabel II ha muerto  a los 96 años de edad y lo hizo en paz  y tranquila acompañada por sus cuatro hijos en su residencia de Balmoral. Tiempo de crespones negros.

“La reina murió pacíficamente en Balmoral esta tarde. El rey y la reina consorte permanecerán en Balmoral esta noche y regresarán a Londres mañana”, comunicó la Casa Real tanto en su página oficial royal.uk como en su cuenta de Twitter @RoyalFamily.

Su hijo, el príncipe Carlos de Gales, ya es el  rey Carlos III de Inglaterra a sus 73 años de edad y su esposa, Camila Parker, la  reina. La misión del nuevo monarca será la de entenderse con la nueva primera ministra Liz Truss en los asuntos del Estado. Su primogénito, Guillermo duque de Cambridge, hijo  de Carlos y de Diana Spencer, es oficialmente el heredero al trono.

Los británicos siempre defensores de su rancia monarquía ven en la muerte de su querida soberana una especie de presagio fatal: en un lapso de 48 horas han estrenado nueva primera ministra con la conservadora  Truss al frente y han perdido a la cuasi eterna cabeza del Estado británico con el deceso de la monarca.

En 2007, Isabel II se convirtió en la monarca más longeva de la historia británica y en junio pasado celebró el jubileo de platino en conmemoración de los 70 años de reinado. 

Elizabeth Alexandra Mary, nació en Londres el 21 de abril de 1926, es monarca desde el 6 de febrero de 1952 y soberana británica y de otros catorce Estados independientes: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, Bahamas, Granada, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Tuvalu, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Belice, Antigua y Barbuda y San Cristóbal y Nieves.

Se casó en 1947 con el príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, con quien tuvo cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo. La reina quedó viuda el 9 de abril de 2021  tras morir su marido Felipe,  duque de Edimburgo, a los 99 años de edad.

Ha muerto una leyenda. Vive para siempre una figura mítica y muy querida para los británicos y admirada también en el entorno internacional por sus ideas pragmáticas, siempre ceñida al abolengo y a los fines del Estado; al sentido del deber antes que al sentido del ser. Sus cercanos hablan de su obsesión por el sentido del deber y de la perfección. 

Los pésames y telegramas han llegado al Palacio de Buckingham de todas partes del mundo mientras los británicos dolientes han salido a velar a su soberana con velas, retratos, cantos, llantos y banderas a media asta.

En su cuenta de Twitter @vonderleyen Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, escribió que: “La reina Isabel II  fue testigo de la guerra y la reconciliación en Europa y más allá  de las profundas transformaciones de nuestro planeta y nuestras sociedades. Ella fue un faro de continuidad a lo largo de estos cambios, sin dejar de mostrar una serenidad y una entrega que dieron fuerza a muchos. Que descanse en paz”.

Por su parte, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, envió a los medios de comunicación un comunicado señalando que recuerda a una mujer notable. A un ser humano extraordinario que asumió una  inmensa responsabilidad durante los últimos 70 años.

“Su inspiración se ha extendido por generaciones. Y tocó la vida de tantos. Si bien todos lamentamos el fallecimiento de la reina Isabel II, también consideramos su reinado. Ha dejado un legado como pocos en la historia europea y mundial. Desde los turbulentos años de la Guerra Fría hasta la era globalizada del siglo XXI”, indica el comunicado.

De acuerdo con Michel: “Para nosotros en la Unión Europea, su reinado cubrió casi todo el arco de la integración europea de la posguerra. Siempre recordaremos su contribución a la reconciliación entre nuestras naciones después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Había experimentado la devastación de la Segunda Guerra Mundial y conocía la importancia de la confianza y la cooperación entre nuestros países”. 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, tuiteó sus respetos por el fallecimiento:  “Su Majestad la reina Isabel II encarnó la continuidad y la unidad de la nación británica durante más de 70 años. La recuerdo como una amiga de Francia, una reina de buen corazón que ha dejado una huella duradera en su país y su siglo”.

Por su parte, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, también en sus redes sociales escribió: “Mis condolencias a toda la familia real, al Gobierno y a la ciudadanía de Reino Unido y la Commonwealth por el fallecimiento de la reina Isabel II.  Una figura de relevancia mundial, testigo y autora de la historia británica y europea”.

De visita en Sevilla, el rey de España Felipe VI, envió un cálido mensaje para el pueblo británico y el rey Carlos III: “Nuestro sentimiento profundo, familiar e institucional de pérdida por su ausencia y de inmenso respeto por su figura y trayectoria. La reina Isabel será recordada como una de las mejores reinas  de todos los tiempos por su dignidad, sentido del deber, coraje y entrega a su pueblo”.

La nueva primera ministra británica, Liz Truss, fue la última persona en verla el pasado 6 de septiembre cuando acudió al Castillo de Balmoral, para recibir la venia de la monarca como nueva primera ministra. Fue su último acto oficial, en la foto con Truss es inocultable su apariencia avejentada, cansada y frágil apenas apoyada en un bastón intentando sonreír.

Ya era llamativo e inusual porque era la primera vez que Isabel II recibía a un primer ministro en Balmoral y no en Buckingham donde dio su visto bueno a catorce primeros ministros, entre éstos dos mujeres: Margaret Tatcher y Theresa May.

Los médicos aconsejaron cancelar todos los actos posteriores y desde entonces todo es bruma porque el protocolo ensayadísimo de la muerte de la reina, titulado London Bridge, señala que el anuncio del fallecimiento no debe darse nunca en la nocturnidad.

Fue en la mañana del 8 de septiembre que el Palacio de Buckingham emitió un comunicado manifestando la fragilidad en la salud de la reina Isabel II: “Luego de una evaluación adicional esta mañana, los médicos de la reina están preocupados por la salud de Su Majestad y recomendaron que permanezca bajo supervisión médica”.

El deterioro en su salud venía siendo evidente en los últimos meses. En su momento, Isabel II se perdió la Apertura Estatal del Parlamento por primera vez en 59 años. El palacio citó los "problemas de movilidad episódicos" de la monarca, pero se negó a divulgar más detalles citando la confidencialidad de la paciente.

Truss estaba en Westminster anunciando su programa de ayudas cuando un telegrama de Buckingham irrumpió en la sesión que quedó interrumpida. La misiva anunciaba el precario estado de salud de la soberana.

Tras su fallecimiento, la primera ministra vestida de luto, ha salido a mostrar sus respetos: “Somos una nación moderna. La reina Isabel II nos proporcionó estabilidad y la fortaleza que necesitábamos, ha sido el espíritu mismo de Gran Bretaña  y ese espíritu perdurará. Ha sido lo monarca  que más tiempo ha reinado, este logro extraordinario lo realizó con dignidad durante 70 años ha sido una larga vida de servicio que perdurará  en nuestra memoria. Ha sido admirada y amada por muchos británicos; su devoción al deber es un  ejemplo para nosotros”.

Protocolo especial

Reino Unido tendrá diez días de exequias. El pueblo se echará a la calle para despedir a su leyenda. La Operación London Bridge ha sido activada desde el momento mismo en que la primera ministra ha sido notificada; la reina Isabel  será traslada en su ataúd desde Balmoral a Holyrood, su residencia en Edimburgo.

Mientras tanto, en Londres, será recibido el rey Carlos III de Inglaterra ante el Consejo Privado, un comité de altos políticos y jueces dedicados a asesorar a la monarquía. En una ceremonia a la que asistirá el arzobispo de Canterbury, el clérigo de mayor rango en la Iglesia de Inglaterra, sucederá la  proclamación del nuevo rey.

Para el domingo 11 de septiembre, el rey Carlos III y la reina consorte irán a Holyrood, junto con todos los miembros de la familia real, y habrá una procesión desde Holyrood hasta la Catedral Saint Giles de Edimburgo. El féretro permanecerá 24 horas abierto al público.

El lunes 12, el ataúd dejará la Catedral y será trasladado a un tren real para llegar a Londres bajo la Operación Unicornio;  la primera ministra Truss recibirá el cuerpo de la reina en la estación de tren que después será llevado a  Buckingham para permanecer  expuesto a lo largo de tres días al público bajo la Operación León; luego será llevado a Westminster, para estar tres días abierto al público bajo la Operación Pluma.

Durante esta jornadas serán llevados a cabo los preparativos del funeral de Estado y serán recibidas muchas personalidades de todas partes del mundo y el décimo día del fallecimiento será celebrado el funeral en la Abadía de Westminster. Después será enterrada en la Capilla Real Jorge VI dentro del Castillo de Windsor sitio al que deberán mover los restos de su marido, el Duque de Edimburgo.

Sin duda, el fallecimiento de la reina sucede en el peor momento para Reino Unido abatido por una crisis en diversos sectores, golpeado por la decisión del Brexit y camino hacia una recesión económica con una sociedad crispada, harta y polarizada.

Para Carlos III el reto por delante será continuar con sabiduría y discreción el legado de su madre en un momento en que Reino Unido transita por una delicada situación económica y social.

La ciudadanía ha quedado muy tocada con las mentiras, los escándalos sexuales y las fiestas del anterior primer ministro británico, Boris Johnson, y la sociedad británica demanda coherencia moral.

Los hijos de la reina Isabel II no han estado exentos en el pasado inmediato de escándalos que han salpicado a la Corona, pero ha sido el carácter intransigente de su fallecida madre lo que ha mantenido a flote a la monarquía británica.

El rey Carlos III tendrá que morderse la lengua y aprender de su madre para  no entrometerse y ser prudente. Es muy pronto para saber cómo se entenderá con la nueva primera ministra Truss, los separan casi tres décadas de diferencia formativa y de pensamiento. 

¡Dios salve a la reina!