Netanyahu logra formar el Gobierno más derechista de la historia de Israel

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El líder del Likud apuró hasta el límite el plazo legal para anunciarle al presidente Isaac Herzog que había cumplido su encargo y logrado por tanto armar una coalición de Gobierno. Legalmente, tras las elecciones del 1 de noviembre, debiera haberlo hecho el pasado 11 de diciembre, pero pidió una prórroga de quince días, plazo máximo previsto por la ley. El jefe del Estado de Israel solo le concedió diez días, que vencían a la medianoche del jueves 21. 

Benjamin Netanyahu puede ahora presentar a la Knesset los proyectos de ley que considere convenientes, aun cuando la lista individualizada de los miembros de su Gobierno se haga de esperar hasta los primeros días de enero muy probablemente. 

En consecuencia, Netanyahu ya podrá ejercer plenamente su cargo de primer ministro, acabando con la interinidad de su antecesor, Yair Lapid, que ha despachado los asuntos corrientes mientras su ahora sucesor se dedicaba a la alta ingeniería política que supone en Israel armar el complicado rompecabezas de una coalición de Gobierno. Esta puede definirse ya como la más ultraconservadora en los casi tres cuartos de siglo de la historia del Estado de Israel. 

Además del Likud, partido que encarna la derecha tradicional, a la mesa del Consejo de Ministros se sentarán dos partidos religiosos ultraortodoxos, el Shass (siglas que corresponden a Organización Mundial de los Sefardíes Observantes de la Torah), y UJT (Judaísmo Unificado de la Torah), y tres partidos de extrema derecha: Sionismo Religioso, encabezado por Bezalel Smotrich; Fuerza Judía, que lidera Itamar Ben Gvir, y Noam, cuyo jefe de filas es Avi Maoz. 

A falta de que Netanyahu confirme con nombres y apellidos los acuerdos a que haya llegado, las promesas más controvertidas son la de confiar la Seguridad Nacional a Itamar Ben Gvir; la administración de las colonias instaladas en Cisjordania a Bezalel Smotrich, y una cartera de peso aún sin determinar al líder de Shass, Ariel Déri. Este último solo podrá acceder al puesto de ministro si la Knesset aprueba proyectos de ley que se lo permitan, dejando en suspenso su posible condena por haber sido declarado culpable de fraude fiscal. Tales proyectos de ley son considerados por la procuradora general del país, Gali Baharav-Miara, como una maniobra incompatible con la democracia, hasta el punto de aventurar que, caso de que las terminen aprobando, Israel podrá conservar nominalmente el nombre de democracia, pero habrá perdido la esencia de ella. 

Netanyahu aún tendrá que negociar hasta dónde llegarán los poderes de Ben Gvir sobre la Policía israelí, confrontada actualmente a una oleada de manifestaciones y ataques palestinos de todo tipo, a los que las fuerzas de seguridad responden sin contemplaciones, lo que ha causado decenas de muertos y heridos a lo largo de 2022, además de centenares de detenciones. A este respecto, la misma Gali Baharav-Miara  ha declarado que “la politización de las fuerzas del orden asestará un golpe decisivo a los principios fundamentales del Estado de derecho, es decir a la igualdad, a la ausencia de arbitrariedad y a la imparcialidad”. 

Y si difícil será armar el rompecabezas ministerial con los socios, tampoco tendrá fácil Netanyahu elegir a los ministros dentro de su propio partido, ya que no hay suficientes poltronas para tanto aspirante. Algunas voces dentro del Likud exigen que los ministerios importantes no se dejen en manos de los socios, pero las presiones y exigencias de estos han ido esta vez más lejos que nunca, amenazando con hacer imposible la coalición si Netanyahu no les cedía carteras con verdadero poder e influencia. 

El rompecabezas político de Israel sigue siendo, pues, un modelo inacabable de estudio. Mientras tanto, el país y la sociedad no se detienen y mantienen o acrecientan su liderazgo en las grandes apuestas geopolíticas del momento.    

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